Crece la inestabilidad en Pakistán
Imagen de cabecera: bloqueos de carreteras por parte de manifestantes tras conocerse el resultado de las elecciones llevadas a cabo el 8 de febrero. Fuente: Al Jazeera.
Han estallado las protestas y los choques entre manifestantes y policías en Pakistán, tras haberse conocido los resultados de las elecciones llevadas a cabo el pasado 8 de febrero. Las protestas han bloqueado gran parte del tráfico y la actividad económica en muchas zonas. Varias de las carreteras del país han sido bloqueadas por completo, por ejemplo la carretera entre Peshawar-Islamabad que fue bloqueada desde el mediodía hasta la noche del domingo. También otra carretera importante, que conecta Sindh y Baluchistán. Sólo el viernes ya se contabilizaron cuatro muertos y más de 30 heridos en las primeras protestas que estallaron en el país. Los partidarios de Imran Khan y de otros partidos han denunciado que ha habido una manipulación en el recuento de votos, que además ha tardado varios días en finalizar.
Ya escribimos anteriormente en torno a esta profunda crisis del capitalismo burocrático en Pakistán, y ya apuntamos hacia esta inestabilidad que sacudiría al viejo Estado tras las elecciones: “Las clases dominantes pakistaníes y el imperialismo, principalmente el yanqui, buscan estabilizar el país con las últimas elecciones y formación de un nuevo gobierno para el Estado, aunque frente a ellos tienen la clara desconfianza del pueblo. Ahora otro problema añadido, es que la mayoría de los candidatos electos son “independientes”, lo que significa, procedentes del partido de Khan. Pero no se les permitirá formar gobierno, ya que esto sólo está permitido para los partidos. El partido más grande será el partido de Nawaz Sharif, el cuál formará gobierno, pero será sin mayoría en el parlamento, totalmente inestable, lo que agudizará incluso más la crisis política en Pakistán”.
A pesar que los manifestantes no han realizado provocaciones ni ataque alguno contra las fuerzas represivas, estas últimas han detenido a numerosos manifestantes, así como han asaltado las casas de candidatos electorales sospechosos de apoyar al Pakistan Tehreek-e-Insaf (PTI), partido de Imran Khan. El gobierno pakistaní ha respondido con un gran despliegue policial en las calles, y en algunos lugares las fuerzas represivas han disparado gases lacrimógenos contra los manifestantes y cargado contra ellos, por ejemplo en Rawalpindi y Lahore, ambas ciudades de la región de Punjab. De momento se tiene información que 1.200 personas han sido encausadas judicialmente, especialmente miembros del PTI, y 26 activistas del partido han sido acusados de terrorismo.
Ante esta situación de creciente inestabilidad, hay varias cuestiones que apuntan analistas locales: que ningún gobierno formado tras estas elecciones lo tendrá fácil; y que si la situación continúa empeorando, de nuevo el gobierno recaerá en los militares. Estos últimos, que son los principales lacayos del imperialismo yanqui en el país, han pedido “unidad y madurez”, y que Nawaz Sharif, como líder del partido ganador, debe formar gobierno. De nuevo los militares actúan como un actor que trata de estabilizar el país y resolver la aguda crisis del capitalismo burocrático en Pakistán. Mostrando también una fuerte hipocresía, ya que al mismo tiempo que piden unidad, desatan una oleada de detenciones y ataques contra el pueblo en las calles.