Brasil: AND Editorial – Cuando las palabras y la práctica se devoran unas a otras
A continuación publicamos una traducción no oficial del último Editorial publicado por A Nova Democracia.
No hay duda de que las masas populares deben recuperar sus derechos mediante la fuerza de su movilización. La espera pasiva de los “decretos”, “medidas” y “reformas” prometidas por los gobiernos siempre resulta en que no haya cambios y en el fortalecimiento, a través de la frustración, de la extrema derecha entre las masas empobrecidas.
En una carta abierta, el 23 de mayo, el Consejo Universitario de la Universidad Federal de Río de Janeiro (Consuni/UFRJ) pidió ayuda al gobierno federal para resolver problemas estructurales y de infrafinanciación, según sus propias palabras. Son 15 edificios históricos, 19 museos, 43 bibliotecas y 9 unidades hospitalarias desmanteladas, unas más que otras, gracias a “drásticas reducciones presupuestarias iniciadas en 2013” –gobierno Dilma– y que “lamentablemente, hasta 2024, la situación presupuestaria sigue siendo la misma”. Nuevamente: es Consuni/UFRJ quien lo dice, no sospechoso de ser bolsonarista, refutando esta acusación fácil que viene siendo habitual en el gobierno y en los miembros del PT con su actitud defensiva ante cualquier crítica. Estos son los hechos.
Mientras tanto, el día 25, durante un acto en Guarulhos, el presidente de la República, frente a los trabajadores federales de la educación – que luchan precisamente contra el desmantelamiento de la Educación –, afirmó: “Nunca dejéis de exigir, nunca agachéis la cabeza y conformaos. Sólo con mucha lucha se podrá escuchar al pueblo de Brasil”. Ahora, señor Presidente: el Ejecutivo está encabezado por usted, usted mismo es el blanco de la protesta; esta es la forma más descarada de “deshacerse del cuerpo”. Después de todo, ¿a quién deberían recurrir los trabajadores en huelga en la lucha por los reajustes y contra el desguace? El cinismo aquí es tal que resulta contagioso.
Luiz Inácio continuó, como burlándose de los huelguistas: “Es fantástico que puedas venir a un mitin de Lula y poner un cartel que diga que estás en huelga…”, dijo. Ciertamente, los trabajadores de la educación, marginados por un gobierno elegido con brillantes promesas de rescatar a la educación del desguace, deberían estar “agradecidos” por no haber sido derrotados. ¿Es eso? “Este gobierno negocia, sabe afrontar las diferencias y las contradicciones”, dijo Luiz Inácio, como para alardear. Porque, a los trabajadores de la educación, por ejemplo, poco importa si el actual gobierno les recibe con una “palmada en la espalda” o con un “escupitajo en el suelo”, si en ambos casos el resultado es el mismo: desguace de la Educación, promesas incumplidas, compromisos supremos con la oligarquía financiera, el latifundio y con el señor Arthur Lira. Después de todo, ¿por qué dicen que las elecciones se celebraron en 2022?
Aquí es donde las palabras y acciones del jefe de turno se destruyen entre sí.
Mientras tanto, la extrema derecha continúa diseñando un reemplazo para Bolsonaro, uno que una a la derecha tradicional. Alexandre de Moraes, en un juicio de apelación presentado por la defensa de Bolsonaro, mantuvo al capitán arbusto inelegible junto con su ex vicepresidente (Braga Neto). Bolsonaro no tenía dudas de que la decisión sería esa: era, de hecho, una medida para movilizar y cohesionar a sus tropas. Mantenerse unido y permanecer activo en la opinión pública son cuestiones claves para Bolsonaro, entre otras razones, poder transmitir sus votos a Tarcísio de Freitas, quien tiende a reemplazarlo. A su vez, los monopolios de la prensa, además de sermonear a Alexandre de Moraes a través de sus editoriales, en los que pide al STF “prudencia” y “el fin de los excesos”, ya están dando amplia repercusión a las iniciativas de Tarcísio, incluso aquellas que coquetean abiertamente con el bolsonarismo, dando a sus informes el aire de un gobernador de derecha, incluso “de línea dura”, pero civilizado. La más reciente, la sanción de la ley que regula las Escuelas Cívico-Militares –que impondrá un verdadero régimen de excepción a las masas de estudiantes y docentes que luchan contra el desmantelamiento de la educación estatal– tuvo repercusiones nacionales, como era de esperar.
La tendencia es que, a partir de ahora, se abrirán cada vez más crisis políticas, por iniciativa de la derecha tradicional y de los bolsonaristas, para desgastar al actual gobierno y debilitarlo de cara a 2026, cuando el PT ya no tendrá a la derecha tradicional controlada, ya que ésta migrará a la fórmula competidora del bolsonarista más “bien educado”.
Ahora, la crisis económica sigue siendo persistente y, a pesar de los disfraces, se impone: el tipo de interés de las tarjetas de crédito rotativas alcanzó el 423,5% en abril, según datos del Banco Central (27/05), un aumento de dos puntos porcentuales respecto a marzo; mientras que, en el mismo mes de abril, el país registró el mayor aumento mensual de solicitudes de recuperación judicial por parte de empresas desde 2018 (184 solicitudes), según Serasa Experian.
No hay duda de que las masas populares deben recuperar sus derechos mediante la fuerza de su movilización. La espera pasiva de los “decretos”, “medidas” y “reformas” prometidas por los gobiernos siempre resulta en que no haya cambios y en el fortalecimiento, a través de la frustración, de la extrema derecha entre las masas empobrecidas. Es necesario impulsar los movimientos de huelga, reivindicación y resistencia popular, en la ciudad y en el campo, con nuevas y mayores tomas de tierras; acumulando fuerzas para construir, paso a paso, surgiendo de los escombros del viejo orden, el nuevo Brasil y el gobierno revolucionario de Nueva Democracia.