AND Editorial semanal – El golpe militar a un pelo de consumarse

Publicamos una traducción no oficial del artículo de A Nova Democracia encontrado en su página web.

La denuncia del teniente coronel de “Operaciones Especiales” del Ejército y ex ayudante de campo de Bolsonaro, Mauro Cid, fue un bombazo en medio de la sala. Reveló, en un solo instante, que Bolsonaro trabajó –sí– obstinadamente por la ruptura institucional; que el Alto Mando de las tres Fuerzas Armadas tenía pleno conocimiento de los propósitos e incluso discutió la viabilidad de activar su plan militar golpista; que el ex comandante de la Armada, Almir Garnier, dio luz verde a la ruptura institucional; y que el comandante del Ejército, general Freire Gomes, estaba en contra. ¿Y qué más saben y hacen los “Operaciones Especiales” del Ejército y no tienen el valor de informar a la Nación?

Por increíble que parezca, hay dementes gritando palabras de alivio, sobre todo algunos espadachines a sueldo del monopolio de la prensa y de este gobierno de conciliación reaccionario. Dicen que esto es una prueba de que, de hecho, el Ejército brasileño no fue cómplice de la ruptura institucional y que es una prueba de su compromiso con la democracia. Así lo dijo, por ejemplo, el ministro de Defensa del gobierno del PT, José Múcio, para quien “le debemos a las Fuerzas Armadas mantener la democracia”.

Al chocar tan frontalmente con la realidad, Múcio y el jefe de este gobierno dan muestras de senilidad o de pura y simple codicia. Porque, ¿cómo pueden “deberle a las Fuerzas Armadas” el “mantenimiento de la democracia” (de esta vieja democracia) si son las propias Fuerzas Armadas las que cuestionan el orden jurídico vigente, propugnando algo aún más reaccionario y centralizado en su tutela? ¿En qué mundo han estado el ministro y su presidente en estos últimos diez años?

¿No sabían Múcio y el presidente de la república que, en 2016-17, el entonces comandante del Ejército acudió a varias logias masónicas para defender que el Ejército debía “garantizar que el país salga de la crisis política” actuando como un “protagonista silencioso”? ¿Y quién debería garantizar que la crisis no supere “los límites”? ¿No vieron las noticias y nadie les dijo que este mismo general afirmó, en 2017, que las Fuerzas Armadas sí tienen derecho a intervenir si se desata el caos en el país, incluso sin permiso del poder? Y que, en 2017, este mismo general coaccionó, vía Twitter, ¿el Tribunal Supremo mantiene en prisión a un entonces candidato (el propio Lula), interfiriendo directamente en las elecciones? ¿Y que, en 2022, el Ejército participó en la Comisión de Transparencia Electoral para sembrar dudas en el proceso electoral y enardecer los ánimos de la base social que convoca a las fuerzas golpistas? ¿Y que, en noviembre de ese año, el Ejército ayudó manifiestamente a estructurar los campamentos frente a instalaciones militares con pancartas exigiendo una intervención militar, y los defendió, oficial y públicamente, como “manifestaciones democráticas”? (¡Múcio lo sabía y adoptó la misma posición, de hecho!). ¿No saben ya que, el 7 de enero, los órganos de inteligencia de la cúpula del Ejército estaban al tanto de los preparativos para el Bolsonarazo del día 8, pero no hicieron nada? ¿No sabes nada de esto? ¿Son tontos? Nada de eso, lo saben todo y más; Son cobardes, negligentes, saben muy bien que las instituciones de las Fuerzas Armadas y sus dirigentes son estafadores incorregibles. Y lo saben no sólo los “bolsonaristas”, sino también los que llaman “moderados” (entre comillas).

Señores, ¿quién no sabe que el golpe militar completo no se produjo en noviembre de 2022 porque lo vetó la Casa Blanca? El imperialismo norteamericano no lo permitió porque consideró que sería desastroso y sólo complicaría la situación de crisis de dominación que permea todo sistema de explotación imperialista; El desorden en su patio trasero es lo que menos necesitan en este momento. Los yanquis enviaron al país más de seis delegaciones de civiles y militares para dejar esto claro a los generales en activo. Y el nuevo héroe de la democracia, el general Freire Gomes, entonces comandante del Ejército, sólo no se embarcó porque sabía que sin manos yanquis el golpe no se sustentaría. Sólo por eso no siguieron adelante con la aventura, algo que incluso los editores de Estadão publicitaron. Simplemente pusilánime, Los cínicos descarados ante la desgracia de la nación se prestan a apaciguar a los generales golpistas como lo hacen el Sr. Luiz Inácio y su camarilla, cuando, al menos, deberían convocar a todo el país a la conmoción y castigarlos sin piedad. El “brazo fuerte, mano amiga” sigue ejerciendo sus proezas al acecho.

Por su parte, la cúpula militar sabe que el país está en terreno resbaladizo y al borde de la desmoralización del sistema político y sus corruptas instituciones, de las cuales las Fuerzas Armadas no son una excepción, sino todo lo contrario; situación de gran inestabilidad económica y social, con enorme potencial de explosión, como sintieron y experimentaron en 2013. Explosión revolucionaria, especialmente en el campo, donde la lucha campesina está acumulando rápidamente fuerza para avanzar en la nunca realizada causa secular de la democratización del acceso a la Tierra. Para combatir a las masas organizadas, las Fuerzas Armadas necesitan controlar el país y orientar la política estatal y gubernamental para centralizar la aplicación de su guerra de baja intensidad contra la lucha por la tierra, que consideran “acción subversiva que amenaza a la Nación”. De ahí su necesaria acción golpista e intervencionista.

Por eso el gobierno se ensucia de miedo, lame las botas de los generales, les da enormes fondos, les da un lugar cautivo donde no los molesten. Pero al hacerlo, el oportunismo sólo cava su propia tumba. Al fin y al cabo, si el golpe no se dio porque no había condiciones, ¿qué sería de esta llamada “democracia” de fanfarria si, por algún motivo como el crecimiento de la lucha revolucionaria o por conflictos con otras potencias, el ¿Los yanquis llegaron a ponerse de acuerdo y patrocinar la agitación?

Sólo los sinvergüenzas y los oportunistas cómodos pueden suponer que el país vive tiempos de paz y tranquilidad. Es necesario levantar firme y ruidosamente una ola de luchas populares que sean lo más radicales posible, para acumular fuerzas para enfrentar a los generales, que no han abandonado su ímpetu golpista; simplemente están tratando de no agotarse ahora. De lo contrario, más adelante será demasiado tarde.

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