Brasil: La llama inextinguible de Stalingrado

A continuación publicamos una traducción no oficial del artículo publicado por el Movimiento Femenino Popular.

El 2 de febrero se cumple el aniversario de la victoria del Ejército Rojo en la batalla de Stalingrado (02/02/1943). Las hordas fascistas de Hitler pretendían conquistar la URSS en tres meses con su Guerra Relámpago, algo que ya habían hecho en varios países europeos. Querían destruir y conquistar la Patria Socialista. Pero los más altos e ilustres dirigentes alemanes no contaban con el pueblo imponente, valiente y heroico bajo el firme liderazgo del camarada Stalin. Estas son páginas heroicas del proletariado internacional que nunca podrán olvidarse, son demostraciones imborrables de coraje y heroísmo frente a la bestia nazi.

Ya en 1941, el glorioso Ejército Rojo, bajo la dirección y mando del camarada Stalin, ya había opuesto valiente e intrépida resistencia al feroz ataque nazi-alemán, a las puertas de la ciudad de Moscú. Apuntaron a Stalingrado porque era el centro industrial de la URSS, que en ese momento tenía el papel estratégico de producir artículos de artillería para las tropas de la resistencia. La ciudad estaba situada alrededor del río Volga, que era una ruta importante que conectaba la parte occidental del país con las lejanas regiones orientales. Además, Hitler contaba con el efecto propagandístico que supondría tomar la ciudad que lleva el nombre del gran Stalin. Ante la orden de “No dar un paso atrás” del gran líder del proletariado internacional y del Partido Bolchevique, Stalingrado decididamente no retrocedió ni evacuó a sus 400 mil habitantes y las masas se sumaron a la Guerra de Liberación de la Patria socialista. Sólo en el invierno de 1942-43, los alemanes perdieron más de 7 mil tanques, 4 mil aviones y 17 mil cañones. Desde el inicio de la invasión alemana, el Ejército Rojo había dejado fuera de combate a nueve millones de oficiales y hombres nazifascistas, de los cuales no menos de 4 millones habían muerto en el campo de batalla.

Así presenta el Presidente Mao Tse-Tung el significado de esta batalla:

“Durante esos cuarenta y ocho días, las noticias de cada revés o triunfo de esa ciudad se apoderaron de los corazones de incontables millones de personas, a veces provocándoles ansiedad, a veces provocándoles euforia. Esta batalla no es sólo el punto de inflexión de la guerra soviético-alemana, o incluso de la actual guerra mundial antifascista, es el punto de inflexión en la historia de toda la humanidad. A lo largo de estos cuarenta y ocho días, los pueblos del mundo observaron Stalingrado con una preocupación aún mayor de la que observaron Moscú el pasado octubre. […] tras la batalla por la defensa de Stalingrado, la situación será totalmente diferente a la del año pasado. Por un lado, la Unión Soviética lanzará una segunda contraofensiva de invierno a gran escala, Gran Bretaña y Estados Unidos ya no podrán retrasar la apertura del segundo frente (aunque todavía no se puede predecir la fecha exacta), y los pueblos de Europa estarán preparados para levantarse en respuesta. Por otra parte, Alemania y sus cómplices europeos ya no tendrán fuerzas para montar ofensivas a gran escala, y Hitler no tendrá otra alternativa que cambiar toda su línea política hacia la defensiva estratégica.”.

Stalingrado ofreció su cuota de sangre, más de 20 mil vidas en una guerra y calle por calle, casa por casa, ático por ático, piso por piso, habitación por habitación, capítulos de heroísmo que sacudieron al mundo ¡comenzó la contraofensiva para derrotar a los nazi-fascismo durante la Segunda Guerra Mundial!

En estas heroicas páginas las mujeres destacaron con valentía. Desataron su furia revolucionaria al tomar posiciones en la lucha por su emancipación como parte de la emancipación de la clase. No podían rendirse, renunciar a todos los logros que ya les había dado la construcción del socialismo, era necesario derrotar a los nazis y avanzar más.

A continuación publicamos una traducción no oficial de algunos extractos publicados en el artículo, provenientes de las memorias del Mariscal Vasili. I Chuikov, comandante del 62.º Ejército de Stalingrado:

(…) Aunque en el pasado muchas mujeres sirvieron en las fuerzas armadas y en el frente por iniciativa propia, las mujeres soviéticas acudieron al frente convocadas por el Partido y el Komsomol [Juventud Comunista de la Unión Soviética], profundamente conscientes de sus deberes de defensa … de los intereses de su país socialista. Nuestro Partido Comunista los había preparado para ello, porque en aquella época nuestro Estado era el único en el mundo en el que las mujeres disfrutaban, según la Constitución, de los mismos derechos que los hombres. (…)

No es exagerado decir que las mujeres lucharon junto a los hombres en todas partes durante la guerra.

También hay que recordar que en la segunda mitad de 1942, cuando nuestros ejércitos se habían retirado a una línea que atravesaba Leningrado, Mozhaysk, Voronezh, Stalingrado y Mozdok, dejando zonas densamente pobladas en manos del enemigo, se necesitaban nuevos reclutas. Las mujeres, en masa, se ofrecieron como voluntarias para el Ejército y esto nos permitió restaurar nuestras unidades y establecimientos a su plena eficiencia. (…)

Las unidades de comunicaciones del 62º Ejército estaban integradas principalmente por mujeres, que cumplían sus instrucciones con dedicación. Si las enviábamos a un puesto de comunicaciones, podíamos estar seguros que las comunicaciones eran seguras. La artillería y los morteros podían disparar contra el puesto, los aviones podían arrojar bombas sobre él, las tropas enemigas podían rodearlo… pero, a menos que se les ordenara hacerlo, las mujeres no abandonaban su puesto ni siquiera ante la muerte.

Conozco el caso de una chica que se quedó en un puesto de comunicaciones cerca de la estación de Basargino: una joven llamada Nadia Klimenko. Sus compañeros habían muerto o habían resultado heridos, pero ella permaneció en su puesto y siguió informando de lo que sucedía en el campo de batalla. Este fue su último informe al centro de comunicaciones del Ejército: “No queda nadie en el puesto. Estoy sola. Los proyectiles explotan por todas partes… A la derecha puedo ver carros de combate, con cruces pintadas, moviéndose, con infantería detrás… Es demasiado tarde para irme. ¡No me importa si disparan! Seguiré informándote de la misma manera. ¡Escuchad! Un carro de combate se acerca a mi puesto. Dos hombres saltan de allí… Están mirando a su alrededor; creo que son oficiales. Vienen hacia mí. Mi corazón dejó de latir con recelo a lo que pueda pasar…” Este fue el final. Nadie sabe qué pasó con Nadia Klimenko. (…)

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