AND Editorial Semanal – Las dos tácticas del movimiento popular ante la situación actual
Publicamos esta traducción no oficial de la Editorial Semanal del periódico A Nova Democracia encontrado aquí.
En el Cuaderno de Negociaciones nº 66, de junio de 2023, el Dieese revela preliminarmente que hubo más de 68 paros de servidores públicos estatales en el primer semestre de 2023. De esos paros, el 79,4% exigieron reajustes salariales, lo que indica que el alza acumulada en la inflación de los últimos años es el motor de la movilización de estos sectores. Más del 76,5% de las huelgas fueron lideradas por trabajadores de Educación (57,4%) y Salud (19,1%). Estos son datos sumamente parciales, pero en general llama la atención que estemos ante nuevas jornadas de huelgas, cada vez más combativas, en innumerables sectores de las masas trabajadoras y del proletariado
La realidad confirma lo anunciado desde esta tribuna, incluso durante las elecciones de 2022: el retorno del oportunismo a la dirección central del viejo Estado, cuando se lleva a cabo a través de la demagogia y de un sinfín de promesas de mejora de las condiciones de vida, se está desenmascarando en la práctica por la ola de huelgas que buscan recuperar las pérdidas del período anterior.
Esta situación hace más estrecho el margen del oportunismo: al tener que gobernar para las clases dominantes, con las que firmó acuerdos y cedió puestos clave del gobierno, Luiz Inácio puede hacer demagogias, atendiendo parcialmente a una u otra demanda de huelga para asegurar su popularidad y sin afectar la esencia de sus pactos con el establishment del sistema semicolonial/semifeudal de explotación y opresión; pero el pelegão [nota de traductor: referido a Lula. Sindicalista al servicio de la patronal y el Estado] no podría mantener su juego si tales golpes alcanzaban cierto grado de amplitud y profundidad. En este caso, o chocaría frontalmente con el establishment para mantener su máscara de “socialdemócrata” (que ni siquiera lo es) o se desenmascararía por completo frente a las masas en movimiento.
Este es el fuego con el que juega Luiz Inácio y busca no quemarse, como si estuviera entre ambas posiciones. De hecho, él puede ser aplastado. Por eso, en la apertura del 26º Foro de São Paulo, Luiz Inácio, el Estafador, pidió comprensión a la falsa izquierda oportunista allí presente, diciendo: “Las mismas personas que nos aplauden durante la campaña son muchas veces las mismas personas que nos abuchean, porque no hicimos lo que prometimos en la campaña electoral. (…) No hacemos críticas públicas porque la crítica le interesa a la extrema derecha (…) Es mejor tener un amigo nuestro cometiendo errores que podemos criticar que alguien de derecha que ni siquiera nos permite tener espacio para criticar”, afirmó. Es el conocido chantaje que, al final de cuentas, apenas sirva para franquear el “cheque en blanco” al oportunismo y que, siempre – la historia lo confirma – fortalece a la reacción.
En este sentido, en la actualidad, se dibujan dos vías – o dos tácticas – categóricamente distintas y opuestas. La primera es la táctica oportunista, de frenar las luchas de las masas con llamamientos a conformarse con lo posible dentro del marco del actual acuerdo oportunista de gobierno con las clases dominantes, a exigir menos y a alimentar la mayor esperanza posible en los decretos y decisiones del gobierno y de las instituciones reaccionarias; la táctica que convoca a las masas a no hacer nada, inculcándoles el miedo al propio oportunismo, de que la reacción responderá con ferocidad y que, al fin y al cabo, más vale el servilismo abyecto que la lucha. La táctica de quienes temen que, al movilizarse, las masas pisoteen las limitaciones del oportunismo, sus propios compromisos con el viejo orden; la táctica de quien quiere impedir que las masas conozcan el camino revolucionario.
Lenin, en el umbral de los grandes acontecimientos de 1917, ya había advertido a los oportunistas de su tendencia a la conciliación: “Si ni siquiera la experiencia de la korniloviada [refiriéndose a la ofensiva contrarrevolucionaria encabezada por el general zarista Kornilov] ha enseñado a la “democracia” y ésta sigue la funesta política de vacilaciones y conciliacionismo, entonces diremos: nada destruye tanto a la revolución proletaria como esas vacilaciones”.
La segunda vía, o la táctica opuesta a la primera, es la revolucionaria: llamar decididamente a la movilización de las masas tendientes a la explosión de revueltas, unirlas, aplicar las tácticas y formas de lucha del proletariado revolucionario de tal manera que tales movilizaciones partan desde el principio de la máxima presión y radicalidad a sus demandas y, además, permitan a las masas ver claramente el nefasto papel de cada institución reaccionaria del viejo Estado en el curso de la lucha, así como del oportunismo, dentro y fuera del gobierno, aumentando su politización y organización, fortaleciendo las fuerzas revolucionarias.
La situación exige aplicar la única táctica revolucionaria justa. En ese sentido, la inelegibilidad de Bolsonaro trae cambios favorables: si antes los verdaderos luchadores del pueblo eran absurdamente acusados por el oportunismo de hacerle el juego a la extrema derecha con el fantasma del “regreso de Bolsonaro”, ¿De qué los acusarán los miserables jefes oportunistas ahora? Luiz Inácio y sus sabuesos oportunistas decidieron sumarse a la reacción para gobernar y perfeccionar el sistema esclavista de nuestro pueblo; merecen, por tanto, ser bombardeados sin piedad por las huelgas y luchas de las masas. Quienes elijan el camino de la conciliación serán sus cómplices.