Filipinas: La Niña y la catástrofe provocada por la destrucción ambiental
A continuación compartimos una traducción no oficial de un artículo publicado en el último número de Ang Bayan de Filipinas.
A medida que Filipinas entra en la temporada de lluvias de junio, el clima está pasando de El Niño a La Niña. Pagasa situó en mayo la probabilidad de que La Niña se produzca en julio-septiembre en un 69%. La Niña se caracteriza por lluvias más frecuentes y más intensas, lo que seguramente provocará inundaciones, deslizamientos de tierra y tifones más graves.
El Niño y La Niña son dos fases del fenómeno climático llamado El Niño-Oscilación del Sur o ENOS. El ENOS se caracteriza por cambios irregulares en el viento y la temperatura en el Océano Pacífico. Esto es el resultado del calentamiento global impulsado por el uso de combustibles fósiles para la energía, el transporte y la producción industrial.
Filipinas ha experimentado al menos cinco ciclos de La Niña desde la década de 1980. Los intervalos entre cada ciclo son más cortos, y traen mayores daños al país. Durante La Niña de 1988-1989, los daños a los cultivos alcanzaron los 900 millones de dólares. El país experimentó dos episodios consecutivos de La Niña con 10 años de diferencia: 1998-2001 y 2010-2011. La Niña persistió levemente hasta principios de 2012 intensificando los tifones que azotaron el país, especialmente en Mindanao.
Más de 1.000 personas murieron, 900 desaparecieron y cientos de miles quedaron sin hogar cuando el tifón Pablo (nombre internacional: Bopha) azotó la región de Davao en diciembre de 2012. Más de 1.200 personas murieron y otras tantas desaparecieron en la Región 10, particularmente en Cagayán de Oro cuando el tifón Sendong (Washi) azotó en diciembre de 2011. Menos de cinco años después, La Niña (2016-2017) volvió a ocurrir. Esta Niña intensificó el tifón Niña (Nock-Ten, 2016) que azotó la región de Bicol.
Filipinas se vio afectada por última vez por La Niña en 2020-2022. Solo en 2020, 23 tifones azotaron Filipinas, más que los 20 tifones habituales al año. Los tifones Rolly (Goni, 2020) y Ulysses (Vamco, 2020) azotaron las Visayas y el norte de Luzón. Estos dos tifones causaron daños estimados en más de 40 mil millones de dólares (o 20 mil millones de dólares cada uno). La Niña terminó casi sin descanso antes de que volviera a entrar otro ciclo ENOS en julio de 2023.
Destrucción ambiental y ENOS
En los tifones Pablo y Sendong, la deforestación fue un factor claro en las inundaciones mortales, cuando el agua subió desde las montañas hasta las zonas costeras más bajas. Pero más que eso, la deforestación filipina ha causado un impacto mayor en el ciclo ENOS del Pacífico.
En un estudio de 2023, los científicos confirmaron el importante papel de la deforestación en el llamado Continente Marítimo (MC) en la frecuencia e intensidad del ENOS en las últimas décadas. El MC está formado por Indonesia, Nueva Guinea, la península malaya, Filipinas y el océano circundante. Dijeron que la deforestación en estos países aumentó la probabilidad de la formación de El Niño más complejo e impredecible en un 11,7%; y La Niña un 14,6%.
Estas deforestaciones se deben principalmente a la conversión del uso de la tierra, la tala comercial, las plantaciones madereras y la minería destructiva y a gran escala.
Los que más sufren a causa de La Niña son las minorías nacionales y los agricultores que pierden sus hogares y medios de vida cuando azotan tifones e inundaciones. Con razón exigen una indemnización a las empresas mineras y de plantaciones por el saqueo y la destrucción ambiental que en consecuencia causaron devastación en sus comunidades.
Un ejemplo de esto es la demanda de los residentes de Masara, Davao de Oro (antes Valle de Compostela) de que Apex Mining Corporation repare las carreteras y puentes de la ciudad dañados tras el tifón Pablo. En el valle de Cagayán, los agricultores exigen aplazamientos del pago de sus deudas, o incluso un alivio total de sus préstamos de producción, para tener la oportunidad de recuperar sus pérdidas en el próximo ciclo de cultivos. Al mismo tiempo, exigen que el Estado reaccionario asigne fondos de compensación para las viviendas y los medios de vida que resultaron dañados.