AND – Editorial: el rechazo del gobierno oportunista

Compartimos una traducción no oficial del último Editorial de A Nova Democracia.

Es un insulto intolerable la forma en la que fueron tratados los 88 brasileños deportados de los Estados Unidos por el gobierno de Donald Trump, incluso en suelo brasileño. Fueron sometidos a tortura, como la privación del agua, sometimiento al calor extremo y agresión por parte de los agentes estadounidenses. Fueron deportados, pero no como humanos, sino como objetos animados. El Estado-nación que se jacta de ser el «país de la democracia», el Estado-nación que más encarcela en todo el mundo, revela todo su afecto por la libertad, incluidos a los llamados «derechos humanos». La realidad, revelada de forma brutal en este caso es solo la punta del iceberg de un Estado-nación construido sobre la esclavitud del pueblo negro africano y sus descendientes explotados al máximo junto a todo el proletariado del país, en el que los inmigrantes ocupan las peores posiciones incluso hoy, siendo los más explotados y más oprimidos.

Peor que el hecho en sí mismo es el intento, abyecto, de justificarlo: Jair Bolsonaro, por ejemplo, consideró normal tal episodio, sugiriendo que estando él en el lugar de Donald Trump, haría lo mismo. Dijo, en una metáfora tan mala como el propio autor, que los inmigrantes son como el MST, y que Estados Unidos es como una gran hacienda productiva: los terratenientes tienen que reaccionar como bien consideren a los «invasores», así como el gobierno yanqui. Para Bolsonaro, los campesinos pobres y los inmigrantes brasileños son merecedores de toda violencia, en resumen, porque son parásitos. Hizo la proeza de defender no a los brasileños y brasileñas torturados, sino a los torturadores, como está acostumbrado. Y este es el patriota de extrema derecha: ciertamente un patriota, que tiene una devoción absoluta por la patria, pero no con la brasileña, sino como un sabueso renegado lamebotas de los «Estados Unidos», lo que debería dar vergüenza hasta a los más chovinistas yanquis.

Además, es nauseabundo el discurso que atribuye todos los males del imperialismo yanqui a Donald Trump en la cuestión de la inmigración. No hay duda de que este lumpen-enriquecido expresa, de forma condensada, todos los peores valores de una superpotencia imperialista; pero él es eso: expresión concentrada de la podredumbre que le da origen. No olvidemos que Joseph Biden, el genocida del pueblo palestino, deportó a 7.168 brasileños en sus cuatro años en el cargo, 5.79% más que Trump hasta la fecha, después de haber ejercido unos días más de cargo. Tampoco debemos olvidar el caso de Kesley Vial, joven brasileño asesinado en un centro de detención de inmigrantes de Houston, Texas, tratando de visitar a su madre en 2022, por la calidad del tratamiento que se le dio por parte del gobierno «democrático». Y él no fue el único.

En este hecho reciente existe la agravación que los agentes de la agencia estadounidense decidieron, contra la ley brasileña, ya en suelo brasileño, mantener esposados a los ciudadanos brasileños, incluso bajo protestas. Ahora, ¿con qué derecho? Ante tal acto, el Gobierno del Presidente Luiz Inacio le pide a sus ministros discreción o, en sus palabras, «actuar con discreción». Lewandowsky, Ministro de Justicia, dijo públicamente después de una protesta tímida de que no quiere «enfrentar» a los Estados Unidos, como si la tortura llevadas a cabo contra los compatriotas, y la violación de la ley brasileña en el suelo nacional no fueran razones suficientes para ¡al menos elevar el tono de voz! No se está pidiendo mucho, señores, solo se espera que un «gobierno nacional» no humille todavía más a la nación. Pero el nivel de subordinación ni siquiera permite la puesta en escena del honor nacional.

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La nueva investigación de Genial/Quaest del 27 de enero sobre la popularidad del gobierno ha lanzado un cubo de agua fría sobre el gobierno, y revela un hito en el ritmo de desarrollo de la crisis política latente. Hubo una caída de cinco puntos porcentuales en aprobación en comparación con diciembre (47%), y aumentó cinco puntos en desaprobación (ahora al 49%). Destaca que el noreste cayó siete puntos porcentuales en aprobación al gobierno. Tales números no pueden explicarse por «problemas de comunicación», como argumenta el propio gobierno, sino en su colaboración de clase, en el economicismo y en el apaciguamiento con los bolsonaristas y el latifundio, en lo político.

Los 400 mil millones de reales del Plan Safra 2024-25 destinados solo a un puñado de grandes propietarios de tierras en contraste con los relativamente míseros 79,2 millones de reales destinados como crédito a millones de familias campesinas («agricultura familiar») y para muchos otros millones de familias sin tierra, en los proyectos de «reforma agraria» del viejo Estado, no salen del papel impuesto de los terratenientes a este mismo gobierno. Broma de mal gusto, la miseria fue criticada por la dirección nacional del MST, que defiende al gobierno. Con fondos estatales que financian indecentemente la gran producción primaria de tierras para la exportación, el precio de la carne para consumo interno se disparó un 20,8% solo en 2024. La inflación alimentaria de la canasta básica también se disparó en enero, poniendo a todo el gobierno alerta. Después de todo, no es el terrateniente agrícola quien produce la canasta básica, sino la economía campesina de los pequeños propietarios y las empresas medianas, todo sin acceso a un crédito mínimamente satisfactorio y en mejores condiciones de pago, sin apoyo logístico e infraestructura. La inflación, en el campo y en las ciudades, erosiona el poder adquisitivo de las masas populares: Paraná Pesquisas, por ejemplo, publicó una encuesta el 18 de enero en la que se veía como el 65,7% piensa que los precios de los productos en los supermercados encarecieron desde el comienzo del gobierno. El aumento en dólar, que interesa a la gran burguesía local y a los latifundistas que producen para la exportación, también erosiona el poder adquisitivo, los sectores medianos y especialmente sus capas inferiores y las grandes masas populares empobrecidas (el salario mínimo brasileño hoy, vale menos en dólares de lo que valía en 2019, durante el gobierno de Bolsonaro). Como se puede señalar, las masas populares tienen «memoria política», no son como los «políticos» que se burlan de ellas: la creciente desaprobación de los resultados del gobierno de su política económica, que es un reflejo de sus posiciones de clase, sus alianzas y composición política: Los mismos señores que gobernaron bajo la fachada del gobierno de Bolsonaro – el Sr. Arthur Lira y compañía – todavía gobiernan hoy.

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En este escenario de desmoralización de un gobierno oportunista sumiso a los generales y conciliador con la derecha, en el que corre el peligro una nueva ofensiva de los ultrarreaccionarios contra él, dentro de la ofensiva contrarrevolucionaria preventiva, se hace aun más urgente la iniciativa de las masas y de las fuerzas progresistas y democráticas en la lucha por sus derechos. Cualquier intento de someter a las masas populares organizadas y sus luchas a la defensa de un gobierno que se desmoraliza prometiendo con la izquierda y ejecutando con la derecha, es confundirlas y desorganizarlas y, en el límite, favorecer al fascismo para arrebatarlas para sus fines terroristas contrarrevolucionarios. El surgimiento del bolsonarismo y el resurgimiento del golpismo son fenómenos que surgen de esta combinación: el fracaso y la desmoralización de un gobierno que se llama a sí mismo de izquierdas y tratado como tal por la derecha más reaccionaria, de hecho una izquierda burguesa, por aplicar un programa de gobierno de derechas, por un lado, y la desorganización de las masas causada por su oportunismo, que buscaba movilizarlos, no para conquistar sus derechos económicos y democráticos de nadie, sino para defenderse como un gobierno burocrático-terrateniente que ha atacado precisamente esos derechos. Ahora, más que nunca, para disputar a las masas y llevarlas a la calle al camino revolucionario, es urgente movilizarse en todos los frentes y aplicar la única táctica marxista en la lucha de clases, la de la rebelión justa.

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