
AND: Editorial – La extrema derecha recupera la Casa Blanca
Publicamos a continuación una traducción no oficial del último editorial de A Nova Democracia:
Una vez en el cargo y en sus primeros actos, el extremista del ala derecha Donald Trump emitió decretos que muestran un intento desesperado de disparar, con virulencia y en diversas direcciones, para acorralar a los contendientes y, principalmente, a los pueblos oprimidos del mundo que elevan su nivel de rebelión. No es diferente el significado del decreto de emergencia nacional, firmado por el líder de la bestia yanqui, que dará derecho a un gobierno aún más centralizado en funciones y poderes, encaminándose hacia un presidencialismo absolutista –sin el cual el imperialismo yanqui se hundirán cada vez más rápidamente en crisis de todo tipo, que se expresarán en esta máxima centralización del poder en el Ejecutivo.
Tomemos, por ejemplo, la declaración de “emergencia de seguridad nacional” de Trump. Con ello, la extrema derecha yanqui pretende movilizar el chauvinismo imperialista en torno al gobierno y dar cohesión a una base social neonazi, de elementos degenerados de los lumpen yanquis politizados, agitando el peligro de la “invasión bárbara” y arrastrando a las masas creyentes y devotas al fundamentalismo cristiano. Además, esta medida también pretende sofocar la rebelión del proletariado norteamericano, cuyo sector más profundo, rebelde y oprimido son los inmigrantes, una parte de los cuales son ilegales. “Vamos a enviar tropas [de las Fuerzas Armadas] para poner fin a la invasión”, dijo Trump, en referencia a la frontera con México. El decreto firmado también revoca el derecho a la ciudadanía de los hijos de inmigrantes ilegales nacidos en territorio estadounidense. A nivel internacional, revive el deseo yanqui de intervenir explícitamente en América Latina, aumentando los impuestos a los productos mexicanos y la amenaza de apoderarse militarmente del Canal de Panamá.
Detrás de mil discursos que gritan “soy fuerte”, hay una nación imperialista atormentada por crisis de todo tipo y de todos lados. En la Franja de Gaza, los yanquis –junto con los nazis– sufrieron una humillante y rotunda derrota contra las fuerzas guerrilleras de la Resistencia Palestina, admitida por el jefe de las “Fuerzas de Defensa de Israel”, el general Herzi Halevi: “Soy responsable por el fracaso del Ejército desde el 7 de octubre”. Palabras nobles de un parásito genocida. Ahora, Trump y Netanyahu se centrarán en Cisjordania (como ya lo están haciendo, lanzando su nueva campaña de asedio y aniquilación), donde se enfrentarán al mismo intrépido pueblo palestino, pero ahora en dos frentes, cuando la Franja de Gaza tomará ventaja y, en la primera oportunidad, lanzará una nueva ofensiva táctica que pondrá de rodillas, una vez más, a la bestia sionista -que también tendrá que lidiar con Hezbollah, en el Norte, con el los potentes misiles de los hutíes yemeníes que les atacan por su retaguardia sur y la armada yanqui en el Mar Rojo, y con las acciones expansionistas de Irán, que está interesado en el colapso de la entidad sionista.
Trump (y, sobre todo, el Pentágono, que, en definitiva, gobierna), es consciente del siniestro escenario que se presenta en Medio Oriente, combinado con el hecho de que el imperialismo yanqui está siendo cuestionado por las otras potencias imperialistas y por la superpotencia rusa. La crisis militar en Taiwán, en la que China ultima los preparativos para retomarla y destruir la presencia yanqui en su retaguardia, tendrá graves consecuencias para los yanquis, tanto económicas (ya que la isla es estratégica en la producción de chips con impactos decisivos en el desarrollo del sector industrial-tecnológico de muy alto valor añadido) y político-militar (China y Japón incrementarán sus esfuerzos económicos y bélicos para ejercer mayor influencia en el Pacífico y Asia, mientras que Corea del Norte aumentará sus costes para mantener sus posiciones en la región con el fin de proporcionar la importante estabilidad política que se había logrado durante casi siete décadas en Corea del Sur, ahora en crisis). Por lo tanto, en su desesperación, Trump amenazó a Vladimir Putin, “exigiéndole” que pusiera fin a la “ridícula guerra” en Ucrania, lo que resultará en la partición del territorio ucraniano y en un impasse táctico.
Detrás de toda la arrogancia y el orgullo de los valores yanquis de extrema derecha que todos los reaccionarios extremistas rescatan de los nazis, son toneladas de material inflamable, la crisis final de un sistema internacional de dominación, explotación y de rapiña. El antiguo orden ya no podrá ser mantenido, sino a través de la agravación de la explotación y la opresión sin precedentes, la creciente negación de la condición humana a las masas, que se rebelan y potencian la principal tendencia histórica y política de la revolución, en cuanto a la competición armamentística, generalizada y desabalada, que fomenta el peligro de una nueva y tercera guerra mundial. Aunque siempre implica peligros cada vez mayores de causar males sin igual a la humanidad, el hecho es que, en última instancia, el protagonismo de la extrema derecha es un signo de debilidad del imperialismo.
Además, la afirmación del título anterior suena irónica cuando el presidente que se marcha ha promovido en los últimos 15 meses el monstruoso y protector genocidio de civiles, principalmente decenas de miles de niños y
mujeres en Palestina. Pero es una prueba más dolorosa de que, cualquiera que sea el gobierno de los países imperialistas, además de ser potencialmente genocida, apenas lo convierte en realidad y que el fascismo emerge de sus profundidades. Más aún cuando la crisis de descomposición del capital monopolista financiero alcanza cierta gravedad, como lo sabe la historia en los períodos anteriores a la I y II guerras mundiales imperialistas, como lo que está sucediendo ahora. Las dos grandes fracciones de las clases dominantes imperialistas yanquis son iguales en contenido y sólo diferentes en forma, es decir, las contradicciones entre ellas, por feroces que parezcan sus enfrentamientos, no son contradicciones antagónicas. La naturaleza del imperialismo de lucha y colusión que se expresa en las relaciones entre sus Estados, sean superpotencias o potencias, es la misma que se da entre sus fracciones a nivel de cada Nación y Estado imperialista, con la excepción de que, en el caso de caso de contradicciones entre Estados (interimperialistas), cuando se encuentran en vísperas de una guerra mundial pueden transformarse en antagonismo.