AND: Editorial – Ordenó el patrón, ¿qué hará el gobierno?

Publicamos una traducción no oficial del último Editorial de A Nova Democracia.

Los objetivos del nuevo «ajuste fiscal» son garantizar el saqueo despiadado de las arcas de la Nación, además del máximo beneficio desplumando a nuestro pueblo; además de extorsionar al actual gobierno (que se muestra dócil ante las órdenes del capital financiero) hasta la última.

El “ajuste fiscal” está a la orden del día, por la presión de los “patrones” del gobierno –la oligarquía financiera– y anunciado a bombo y platillo por los monopolios de la prensa. No en vano, en mayo, el editorial de O Globo afirmaba, en negrita: “El ajuste fiscal es imperativo para el país”. Al gobierno le corresponde cumplir la orden, como lacayo que es; al fin y al cabo, éste fue el acuerdo alcanzado por Luiz Inácio y su “Frente Brasil Popular” con el “diablo”: recibir su apoyo, derrotar a Bolsonaro y gobernar, con las políticas del mal llamado “neoliberalismo”, que apareció en el programa fiscal de Bolsonaro y Paulo Guedes.

Que ahora crezca la presión por un “ajuste fiscal” tampoco carece de razón. El objetivo es doble: primero, de hecho, garantizar el saqueo despiadado de las arcas de la Nación, además del máximo beneficio desplumando a nuestro pueblo; segundo, extorsionar hasta la última porción al gobierno actual, porque, sabiendo que es dócil ante las órdenes del capital financiero, la desmoralización a los ojos del electorado se profundiza, abriendo el camino para hacer crecer una candidatura de “sangre pura” del de la gran burguesía y de los latifundios de aquí a 2026.

Que nadie piense que el presidente de la república guardó silencio: “Son los ricos los que se apropian de parte del presupuesto del país y se quejan de lo que se gasta en los pobres… Son los mismos que tienen 546 mil millones de reales en exención, alivio de nómina, exención de impuestos”, concluyó el presidente. Qué hermoso discurso, pero contrastando con la práctica del gobierno, que en una odiosa muestra de hipocresía, envió a pastar a los profesores de las universidades federales, culpándolos por la huelga, e incluso dijo que no tenía miedo de los huelguistas. Como se puede ver, fue cortés y cortés en sus críticas caballerosas a sus “patrones”, y furioso en su condena de la huelga terminada.

De hecho, aunque dice que no hará un “ajuste fiscal” del gasto social, eso es exactamente lo que ha hecho el gobierno.

Quizás es por eso que Luiz Inácio sigue citando a Bolsonaro en sus discursos, supuestamente en contra de las instrucciones de su equipo de especialistas en marketing. Al fin y al cabo, la única manera de presentarse como la antítesis del capitán de la selva es tergiversar las palabras, oponer extremos en comparaciones selectivas, para tratar de ocultar el hecho de que, en economía y política, sigue siendo lo mismo: una economía centrada sobre la producción primaria del monocultivo agroexportador del latifundio, un gobierno sostenido por una alianza con el “centro” bolsonarista, con destrucción paulatina de la Educación y la Salud públicas y retrocesos sin precedentes en las libertades democráticas, como salió a la luz recientemente con el “Proyecto de Ley Violador” , una ignominia que amenaza con condenar a una mujer violada y que abortó con más años de prisión que su propio violador.

Los amantes de las libertades democráticas, los progresistas, no deben tener dudas de que sólo ocupando las calles y marchando por sus derechos, contra la liquidación gradual de las libertades democráticas, podrán defenderse y, con el pueblo organizado, derrocar el viejo orden “democrático” reaccionario. de explotadores y opresores. Todo compromiso con este y sus gobiernos actuales, incubadoras del fascismo y la extrema derecha, resulta en derrotas y el regreso de los gobiernos reaccionarios “sangre pura”.

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