Editorial de AND – ¡Ante el fracaso oportunista, elevar la protesta popular!
Publicamos una traducción no oficial del último Editorial de A Nova Democracia.
La caída de 11 puntos porcentuales en la aprobación del gobierno de coalición de derecha y falsa izquierda, registrada por el Instituto Datafolha el 14 de febrero, marca un salto con graves consecuencias en la crisis política latente. La razón de la acentuada caída – y políticamente muy preocupante para el oportunismo – no es otra que la frustración y desesperanza. Fue impulsada precisamente por los sectores más empobrecidos: los que ganan hasta dos salarios mínimos o los que tienen hasta la educación primaria (caída de 15 puntos porcentuales en la aprobación); por las mujeres (caída de 8 puntos); en la región Nordeste (¡caída de 16 puntos!). En fin, millones de trabajadores y trabajadoras que no creen en el sistema político, que reclaman precisamente que el gobierno, presentado como de izquierdas, no lo es.
Gobernando con y para la derecha terrateniente, antesala del bolsonarismo y el fascismo, el resultado no podía ser otro: el estallido de la crisis de legitimidad del gobierno era tan inevitable como el amanecer y, de ella, germinan todas las condiciones favorables para la reanimación de la extrema derecha. La falsa izquierda es el mejor activo electoral de los fascistas.
Tal situación ya se vislumbraba incluso dentro del gobierno: un sector supuestamente “radical” del PT, más ligado al programa político de la fracción burocrática de la gran burguesía, ya presiona por un “giro a la izquierda”, es decir, el mismo programa político de siempre: deuda pública, obras de infraestructura para reactivar el empleo extensivo en relaciones de extrema explotación y programas asistenciales para la corporativización de las masas empobrecidas, electoralmente aceptable. Si el “centrão” lo permitiera (porque es él quien gobierna el país hoy), tal proposición no podría aplacar el descontento popular (es decir, tal “giro” no es más que la copia mal acabada – porque faltaría la creación de empresas estatales – del programa económico del dictador de turno, general Geisel en pleno régimen militar). El llamado “equipo económico” del gobierno, un grupo más vinculado a la fracción compradora, llama a la “cautela”, como si fuera posible revertir la crisis del gobierno aplicando el “techo de gasto” de la oligarquía financiera internacional que ni siquiera Bolsonaro respetó.
La división no es solo entre las bandas oportunistas del PT: es entre el oportunismo y la derecha abierta que se ha incorporado al gobierno. Por ejemplo, José Múcio, en una entrevista días después de la encuesta, abrió la bocaza y dijo, con todas las letras y aun más claramente: la amnistía (a la extrema derecha, por supuesto) es común en la Historia, es una prioridad y una condición para la pacificación del País. Es bien sabido, esta es exactamente la posición de los generales y coroneles golpistas de las Fuerzas Armadas reaccionarias y sus sicarios de bajo rango, quienes, al ver un cambio de vientos en la política nacional, utilizaron a Múcio para ventilar, desde dentro del gobierno, esta pauta indispensable para cierto “movimiento de masas anticomunista”, tímido desde el 8 de enero de 2023, revivirse y, con ello, restablecer las condiciones para que el Alto Mando retome la iniciativa de su ofensiva contrarrevolucionaria y vuelva a chantajear al país con un golpe militar para imponer su “Proyecto de Nación” subyugada al imperialismo yanqui.
Por su parte, aunque los líderes de la derecha parlamentaria han rechazado la idea de “desembarcar” del gobierno, el propio Luiz Inácio reconoce que la reforma ministerial será necesaria para dar aun más control de los puestos clave del gobierno a la derecha terrateniente, para que no desestabilice el gobierno en el Congreso. Al mismo tiempo, en el Congreso avanzan proyectos de “reforma política”, como la instauración del semipresidencialismo, el fin de la reelección, modificaciones a la Ley de Expediente Limpio y otros, para cerrar por completo el cerco al gobierno. Todo esto significará, en suma, un gobierno aun más derechista, en contenido, forma y apariencia, que no podrá dar otro resultado que la profundización de la misma crisis de legitimidad y, además, preparar aun más el terreno para la extrema derecha.
***
El genocida Bolsonaro, que ya estaba movilizando protestas para mediados de marzo, se niega a transformar las manifestaciones a favor de la amnistía en protestas a favor del impeachment: eso sería lo mismo que defender una salida para aliviar la crisis sin incluirla ni aprovecharla. Es mejor que siga desangrando a Luiz Inácio durante los próximos dos años y que aproveche esto para, quién sabe, avanzar en la agenda de una amnistía o restablecimiento de su elegibilidad para 2026.
Es consciente de que este es el mejor escenario para sus planes, porque se abren condiciones muy desfavorables para el gobierno del oportunismo, ya sea por su baja popularidad, o por el fuerte cerco político que le impone la derecha terrateniente en el Congreso.
***
La profunda crisis de dominación del viejo orden, expresada en la desmoralización del gobierno, no se limita a esto: es una profunda desmoralización de todo el sistema político y de poder (el viejo Estado genocida), una crisis profunda y amplia, que desde las Jornadas de 2013-14 no ha reestablecido ninguna legitimidad popular. La encuesta AtlasIntel, preparada entre el 11 y el 13 de febrero, lo demuestra: el 82% no confía en el Congreso Nacional; el 50% no confía en el gobierno; el 47% no confía en el Tribunal Supremo Federal; el 72% no confía en las Fuerzas Armadas. Si se toma la encuesta de Datafolha, en la que solo el 24% aprueba al actual gobierno, se puede ver hasta dónde ha llegado la crisis general del país, cuando todas las fuerzas e instituciones, que se oponen entre sí en sus luchas por el poder, reciben una desconfianza y un rechazo general similares de las masas, que las ven como más de lo mismo. “Las instituciones democráticas sufren una profunda crisis de representatividad popular en Brasil”, es la conclusión del director de AtlasIntel, Yuri Sanches.
No es otra razón para la profunda y gravísima crisis general de la descomposición del viejo Estado: los de abajo no aceptan vivir como antes y ya desde hace mucho tiempo, los de arriba no pueden seguir gobernando como lo han hecho durante mucho tiempo. La esperanza popular de la plena realización de las libertades y los derechos democráticos, esperanza que supera siglos de lucha de las masas populares, siempre capturadas por fuerzas reaccionarias, oportunistas o traidoras que las han vendido o corrompido, y aplastadas por los genocidios cometidos por estas Fuerzas Armadas reaccionarias, se convierte, día a día, en indiferencia, en resentimiento, en un sentimiento de impotencia; cuando son azotadas por esos mismos Poderes que no sienten que las representan, las masas se precipitan con odio desenfrenado, rencor acumulado, furia, deseo de venganza y de destrucción total y absoluta de todo el viejo orden y sus instituciones de fachadas lustrosas, sepulcros cayados. La vieja democracia hoy cosecha toda la ira y el rechazo popular porque no ha hecho más que engañar al pueblo una vez más; El ascenso del golpe de Estado es un reflejo del fracaso de la vieja democracia, más aún con su gestión «socialdemócrata» de la falsa izquierda oportunista y su líder canalla de la aristocracia obrera, en particular. El potencial revolucionario sumergido entre las masas en medio de esta crisis, como fuego, está erosionando toda estabilidad aparente. Tal sentimiento potencialmente revolucionario ahora puede ser desviado por la extrema derecha, los fascistas o los golpistas (como lo había sido antes por la izquierda electoral): para impedirlo, la verdadera izquierda, los revolucionarios, los dirigentes y los activistas populares clasistas combativos deben movilizar audazmente a las masas populares, en cada frente de lucha, vinculando sus intereses económicos y sus reivindicaciones inmediatas a las banderas políticas de combate implacable contra la extrema derecha de los criminales y carniceros que sueñan con restablecer el reino de terror del régimen militar. Y también contra la vieja democracia decrépita con sus lacayos (oportunistas) que le quitan los derechos al pueblo y le ofrecen el infierno en la tierra. Convocarlas, a las masas, a defender un gobierno de derecha, argumentándoles que eso es necesario para evitar que la extrema derecha vuelva a gobernar, es tan irracional como criminal: porque es confundirlas, desorientarlas, desmovilizarlas, destruir sus formas más elementales de organización, y en este Estado, las masas populares son fácilmente capturadas por el fascismo. Más bien, la movilización de las masas, para conquistar sus derechos económicos y políticos, debe vincularse a la defensa de una nueva democracia, la de la Revolución democrática, agraria y antiimperialista.