Editorial de AND – El gruñido de una bestia herida de muerte

Compartimos una traducción no oficial del último editorial publicado por A Nova Democracia.

Se sabe que toda bestia, herida de muerte, se revuelve con toda la violencia como último recurso para conjurar el resultado de su golpe final por parte del oponente. En el sentido histórico-universal, el imperialismo está condenado, en particular el imperialismo yanqui en el declive que ha entrado en su condición, aún, de superpotencia hegemónica y única, por lo que Donald Trump – figura que la casualidad histórica usa para expresar la fase de crisis terminal del sistema – lanza tantos disparates y provocaciones belicistas.

El último, que hará de la Franja de Gaza un resort sin palestinos, es patético: para ello, tendría que tentar a la suerte, poner las botas sobre el terreno y enfrentar las guerrillas de resistencia nacional palestina. Su arrogancia imperialista, por más palabrería que diga, no esconde la realidad: el imperialismo fue vergonzosamente expulsado de Afganistán hace menos de cinco años, en una escena que recuerda la humillante derrota sufrida en Vietnam. En la Palestina heroica, el imperialismo yanqui solo podría servir para hacer florecer la resistencia palestina, además de ser un factor que unifique, como un único hombre, a las masas de millones de palestinos y masas árabes antiimperialistas a precipitar un gran levantamiento antiimperialista propio de una nueva época de revoluciones en la que está entrando la historia mundial.

El centro de decisiones del imperialismo yanqui no cometería tal error infantil siendo tan fácil evitarlo: las palabras de Trump son solamente para aumentar el chovinismo, disuadir a los rivales e intimidar las masas del pueblo.

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La proposición del nuevo presidente de la Cámara de los Diputados, Hugo Motta, de que se ha pensado la posibilidad de un semipresidencialismo o semiparlamententarismo es una prueba más de la condición de bancarrota del sistema político actual y el retrato de cuán débil es el gobierno de turno. Como poder ejecutivo, es representativo: la función clave de la presidencia, que es ejecutar el presupuesto, en particular el discrecional, está en una gran porción delegada al Congreso Nacional. Ahora, si el legislativo ya cumple una función parcial del poder ejecutivo, ¿por qué no formalizarlo? Esta es la lógica de Hugo Motta.

Con o sin semipresencialismo formal, se trata de esto, y se debe dar un paso más: el ministerio responsable de la articulación política, o por la gestión de las enmiendas parlamentarias, se está negociando entre Luiz Inacio y Arthur Lira. Se otorgará, como función ejecutiva, lo que Arthur Lira ha hecho en los últimos dos años, de forma incluso ilegal (o semilegal), ya que las enmiendas pix [Nota de traductor: enmiendas para transferir recursos federales a los Estados y municipios] o del “presupuesto secreto”, aunque ilegales, se usaron abundantemente.

Ahora, veamos la paradoja: con una fuerte caída en la popularidad desde diciembre de 2023, Luiz Inacio necesita recuperarla, para lo que exigirá ejecutar programas electoralmente interesantes. Estos cuestan dinero. El dinero también es disputado por el “Centrão” latifundista y por la oligarquía financiera. El primero lo usa para llevar a cabo políticas regionales y locales en forma de enmiendas parlamentarias, que reproducen los enclaves electorales coronelistas y la compra de poder político – base social de la cual emana el peso político e ideológico de la extrema derecha. La oligarquía financiera, a su vez, utiliza como garantía del secuestro del presupuesto para alcanzar la máxima ganancia con la deuda pública eterna e invaluable. Aquí está la encrucijada: si no satisface al «centrão», explotará la crisis política de “gobernabilidad” por la cual esperan tanto la extrema derecha como los golpistas, de modo que se desataría rápidamente un proceso total de rendición del gobierno o su deposición. Si no satisface la oligarquía financiera, ídem. Ya es un desafío mantener equilibrado, relativamente, ambos, sin satisfacer completamente a nadie, y así tratar de mantenerse al final del término y la sucesión en la oscuridad. Para hacerlo, y aun así realizar las medidas electorales para ganar popularidad y recuperar la fuerza para una reelección en 2026, es un desafío que es difícilmente alcanzable.

Tal vez Luiz Inácio ya había avanzado la semana pasada que “puede que no sea un candidato” en las próximas elecciones: no es por falta de voluntad, sino quizás de condiciones.

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Para la política institucional no es ninguna barrera la ofensiva de la extrema derecha, fascista o golpista o la inevitable combinación de ambos. Un gobierno que se dice progresista, pero es sumiso a una política de derecha y que fortalece la base social de los fascistas – el latifundio y la dominación extranjera, la génesis de la esclavitud y de la servidumbre hoy vigente, de la normalización de la negación de la condición humana de los pobres –, no hace nada más que favorecer, en todos los sentidos, a la extrema derecha y al fascismo. Lo fortalece y, de paso, confunde a las masas populares, que llegan a ver a todos los políticos y las doctrinas políticas como idénticas y, por lo tanto, en el fracaso de la falsa izquierda, se vuelven hacia la fuerza extrema opuesta que es electoralmente viable. La socialdemocracia, en la gestión de la crisis de capital, por el error y la frustración del pueblo por la bancarrota de su retórica de la democracia, engendra y es la antesala del fascismo. Esta es una ley que marcó la historia con los baños de sangre y los horrores de los peores y atroces crímenes del nazifacismo, por al menos tres lustros seguidos trayendo la desgracia al Viejo Mundo en el siglo pasado. En países semicoloniales y semifeudales como el nuestro, solo se es verdaderamente antifascista quien declara la guerra sin cuartel, en palabras y actos, a la base social y económica esencial del fascismo, el que lo financia, que lo fomenta social e ideológicamente: el latifundio y oligarquía financiera internacional. Los batallones de la causa anti-fascista solo pueden surgir de la lucha revolucionaria campesina por la conquista de la tierra para aquellos que viven y trabajan en ella, con el apoyo de las filas populares de la ciudad: trabajadores y trabajadoras, estudiantes y demás intelectuales honestos y pequeños propietarios. La Revolución Agraria, no la política electoral de la falsa izquierda, es la única vía consistentemente antifascista, la Revolución de Nueva Democracia y por el Socialismo.

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