AND: Editorial – Se puede prever un año tormentoso
Publicamos una traducción no oficial del último Editorial de A Nova Democracia.
La declaración de João Pedro Stédile, dirigente del MST, criticando el gobierno de coalición del oportunismo con la derecha tradicional en una entrevista del 25 de diciembre refleja la gravedad a la que ha escalado la cuestión agrario-campesina. “Estamos cabreados por la incompetencia del gobierno”, dijo, dándole al gobierno una “nota 3” en la cuestión agraria. Explicó el tono inusual de las críticas: “Es obvio que, un día u otro, esta base se movilizará, presionará, dada la ineficacia del gobierno”. Su declaración se produce tres meses después de que los ocupantes de Barro Branco, apoyados por la Liga de los Campesinos Pobres (LCP), derrotaran a la horda de 50 paramilitares fuertemente armados de la “Invasão Zero” en un enfrentamiento en el que, a pesar de que dos campesinos y un estudiante fueron heridos por armas de fuego, los bolsonaristas se retiraron y el presidente estatal de los paramilitares latifundistas que comandó el intento criminal y otros pistoleros también fueron heridos de bala.
Stédile, como todo el camino burocrático que engaña a los campesinos y a las masas populares en general en la reaccionaria disputa electoral, se preocupa por la radicalización de la lucha por la tierra, en particular, por los episodios que expresan la escalada de una guerra campesina. Consciente de que las masas campesinas –incluidos los dirigentes campesinos honestos bajo las banderas del MST– necesitan una dirección política coherente y realista y que, como siempre, la tierra sólo puede conquistarse por la fuerza, Stédile se ve en la obligación moral de atacar al gobierno, incluso porque dada la situación, permanecer en silencio es desmoralizador para una organización que enarbola la bandera de la “Reforma Agraria Popular”, lo cual no deja de ser positivo, partiendo de quien hasta ahora defendió a este gobierno de derecha cabal. Especialmente en este escenario donde participar en la lucha campesina significa cada vez más desafiar la muerte y entrar en lucha armada contra verdaderas hordas de paramilitares, numerosos y armados hasta los dientes, que gozan de impunidad y al amparo de las fuerzas represivas del viejo Estado. Por otro lado, todos saben –incluida la dirección nacional del MST– que toda la política económica de este gobierno y de todos los anteriores, al menos desde principios de este siglo, ha estado basada y centrada en la producción primaria para la exportación (commodities) lo que sólo aumenta el flujo de capital hacia la industria agropecuaria – consolidando el dominio monopolista, principalmente extranjero, desnacionalizando la economía al extremo, elevando el precio de la tierra, aumentando los grupos paramilitares terratenientes para expulsar a las masas de ocupantes y reprimir cualquier lucha por la tierra con masacres del pueblo pobre del campo. Esto es lo que estamos viendo, ahora mismo, en Nova Brasilândia, Rondônia, en el Campamento Nova Esperança, con ofensivas criminales para desalojar a las familias, de manera completamente ilegal a través del asedio y una verdadera lluvia de balas sobre la gente por parte de la Policía Militar de ese Estado.
En resumen, toda la política del gobierno oportunista, y de los que lo precedieron, necesariamente resulta en el estallido de una guerra agraria por la posesión de la tierra, el genocidio de los campesinos pobres, los indígenas y los restos de quilombolas y una lucha de vida o muerte, aun más cuando los pobres del campo están dispuestos a resistir y con su organización combativa que les da la ideología, la política y los métodos de lucha indispensables para enfrentar a las bandas de asesinos bolsonaristas, policías a sueldo y cobertura descarada del poder judicial, derrotarlos y conquistar la tierra.
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El predominio del latifundio en la economía y apoyado en la política agraria del gobierno se expresa también en el fuerte control que los dirigentes latifundistas del Congreso ejercen sobre el gobierno. No hay nada que haga el gobierno oportunista que no haya sido debidamente consensuado con el señor Arthur Lira, articulador de los intereses de las oligarquías latifundistas locales. El presupuesto, aunque por ley sigue siendo prerrogativa del Ejecutivo, pertenece desde hace mucho tiempo a los líderes del Legislativo: sólo en diciembre, se pagaron 8.100 millones de reales en enmiendas adicionales a los bolsonaristas, cómicamente llamados “moderados”, que hegemonizan el Congreso. Este fue el precio que tuvo que pagar el gobierno por aprobar el paquete de recorte de gastos que afecta el salario mínimo y los beneficios del Beneficio de Prestación Continua. Cabe señalar, por tanto, que el gobierno no sólo fortalece el latifundio bolsonarista dándole el presupuesto, sino que también lo hace para aprobar medidas reaccionarias, sin las cuales no permanecería en el Palacio do Planalto ni siquiera seis meses más.
Elegido con la promesa de “detener el bolsonarismo” y restablecer una especie de caricatura mal acabada de un “Estado de bienestar social”, el gobierno, después de dos años, entregó un programa de gobierno económicamente latifundiario obediente al recetario llamado “neoliberal”. Como resultado, en política creó un marco de alianzas con los mismos líderes parlamentarios latifundistas que gobernaron efectivamente por Bolsonaro desde 2020 (y que continúan gobernando). En el ámbito social reparte migajas, cada vez más limitadas por las medidas económicas y las alianzas políticas. También porque los bolsonaristas “moderados”, que hasta ahora han chantajeado y extorsionado al gobierno que se rinde en nombre de su supervivencia, comenzarán a desangrarlo, con vistas a las elecciones presidenciales de 2026, cuando pretenden unificarse bajo su propio gobierno y sacar al PT de la gestión del viejo Estado. El fracaso del proyecto del PT prepara el regreso del bolsonarismo, ahora bajo la apariencia de “moderado”, es decir, más astuto y, por tanto, más peligroso.
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No hay duda de que todas las contradicciones fundamentales del país se están agudizando y estallarán en nuevas tormentas el próximo año. La creciente demanda de tierras por parte de los latifundistas lanzará cada vez más hordas paramilitares contra los ocupantes y los campesinos pobres sin tierra, quienes, a su vez, se agrupan cada vez más en torno a la Revolución Agraria y a los movimientos y dirigentes campesinos que no se arrodillan. La guerra campesina, que hasta ahora se ha centrado en la defensa y conquista de tierras, tiende a adquirir nuevas y mayores proporciones, apuntando a la conquista de un Nuevo Brasil. En este escenario, se agudizará aun más la contradicción dentro de la reacción, en cuanto a cómo salir de su crisis general de descomposición de su economía semicolonial-semifeudal con profundas repercusiones en el sistema político y el espíritu de la sociedad. El Alto Comando de las Fuerzas Armadas (ACFA), aunque silencioso por ahora debido a la delicada situación inmediata creada, con muy poco margen de maniobra para su chantaje, sin iniciativa, sabe que tal situación de conflagración revolucionaria rural resulta en la potencial colapso del viejo orden de explotación del pueblo y opresión nacional. El ACFA se ve, por tanto, urgido a continuar su ofensiva contrarrevolucionaria preventiva, en forma de intervención militar paso a paso, agravando la ya delicada crisis institucional que tiene un poder judicial que legisla, un legislativo que ejecuta el presupuesto y un gobierno que es rehén del mismo. Desorden, caos y profunda división y disputas en la colina de las clases dominantes de la gran burguesía y terratenientes, sirvientes del imperialismo, principalmente yanqui, y descomposición de un sistema político de gobierno que agoniza y está desacreditado por gran parte de la opinión pública, y rechazado especialmente por la expresiva y creciente masa popular que boicotea sistemáticamente su farsa electoral. Las masas populares, a su vez, particularmente en la lucha por la tierra, pero también en las ciudades, poco a poco se unifican en torno a la Revolución Agraria –y se unificarán más rápido cuanto más avancen con acciones contundentes contra las hordas bolsonaristas, los fascistas, las “gallinas verdes” y todos los terratenientes reaccionarios. La situación objetiva está madura y también están dadas las condiciones subjetivas, al menos para elevar la lucha de clases a un nuevo nivel. ¡Queda, por tanto, agitar a las masas populares en el campo y en la ciudad, movilizarlas y elevar la lucha contra los fascistas, las “gallinas verdes”, todos los reaccionarios y denunciar y desenmascarar a los oportunistas del momento!