AND: Editorial – Las entrañas de la fallida conspiración golpista militar quedan al descubierto
Compartimos una tradición no oficial del último Editorial de A Nova Democracia.
Los hechos sacados a la luz con la conclusión de la investigación de la policía federal que investigó los preparativos y ejecución por parte de la extrema derecha de la ruptura institucional, confirman indiscutiblemente el grado de decadencia de la vieja democracia. Generales, coroneles y otros oficiales de rango medio de las Fuerzas Armadas, en activo y en reserva, junto con Bolsonaro, están en el centro de estos intentos reaccionarios, que desarrollaron una carrera desenfrenada durante todo el segundo semestre de 2022. No hubo un llamado separación, de la cual los radicales no representaban a las Fuerzas Armadas y eran “gente sin tropas”. Oficiales al mando de importantes tropas, como el general Estevam Theophilo Gaspar de Oliveira, entonces jefe del Comando de Operaciones Terrestres y miembro del Alto Mando, estuvieron involucrados hasta las trancas y están imputados. Bolsonaro, Braga Netto, Augusto Heleno, Paulo Sérgio, todos acusados. Más que eso: es evidente que los “legalistas”, aquellos que aparentemente habrían resistido la ruptura institucional, de facto no lo son. Primero, sólo se opusieron a la ruptura institucional en ese momento y fundamentalmente porque sabían que no contarían con el apoyo y financiamiento del imperialismo yanqui, lo que disuadió a los elementos intermedios y garantizó la unidad de las tropas en esa posición. Segundo: la mayoría de los “legalistas” tenían esta posición por pura “zona de confort” (como dijeron los propios bolsonaristas, el general Mário Fernandes y el coronel Reginaldo Vieira de Abreu en mensajes intercambiados durante el período e interceptados por la policía). Y, en tercer lugar: principalmente, porque el ala llamada “legalista”, que se opuso y se sigue oponiendo a la ruptura institucional en estas condiciones, no es de ninguna manera respetuosa de la legalidad, sino que está unida al Alto Mando de las Fuerzas Armadas (ACFA, por sus siglas en portugués) en una ofensiva contrarrevolucionaria preventiva, lanzada en 2015 y continuada hasta el día de hoy, de intervención militar gradual, pero en realidad, guiada por los mismos principios estratégicos de “guerra de baja intensidad”, con acciones bélicas o coacciones, chantajes y amenazas puntuales, en definitiva, mediante operaciones de guerra psicológica, para conducir el proceso político-institucional y económico-social conforme a los lineamientos trazados en su “Proyecto de Nación”. Si el golpe militar al que aspira la extrema derecha es una ruptura abierta e inmediata del orden constitucional para instalar un régimen militar, la derecha hegemónica en el ACFA, a su vez, siempre pretendió alcanzar los mismos objetivos de impulsar el capitalismo burocrático y la represión revolucionaria, con la diferencia táctica de establecer un régimen de máxima centralización del poder en el Ejecutivo, mediante cambios en el marco constitucional, graduales y combinados con acciones golpistas puntuales y parciales, para no negar por completo la vieja democracia y lograr, en la medida de lo posible, qué la resistencia popular sea lo más pequeña posible y menos extendida en la sociedad.
Ahora, el ACFA y su derecha que lo hegemoniza se ven obligados a ver cómo se acusa y expone a sus pares. De ninguna manera se trata de un cambio en su naturaleza, en general, ni en sus intenciones. Saben que hay que dejar que “se quiten los anillos para salvar los dedos”; Saben que tendrán que dejar que sus pares, que se pronunciaron a favor de la ruptura, sean castigados para salvar su propia causa intervencionista. Por otro lado, no pueden permanecer completamente inertes ante el castigo, porque para recuperar la fuerza previamente obtenida y poder imponer completamente sus posiciones a otras instituciones reaccionarias, los generales necesitan un movimiento político de masas, que sea movidos desde dentro de los cuarteles, lo que sirve como presión y fuente de legitimidad para sus actividades políticas. Por lo tanto, de vez en cuando plantean alguna que otra objeción a las operaciones o críticas a la conducción del proceso por parte del Tribunal Superior Federal. Los generales en activo continúan, ahora de manera más encubierta, con su ofensiva contrarrevolucionaria preventiva, aunque saben que su situación se ha deteriorado mucho y se han creado muchas dificultades. Actúan entre bastidores, reforzando a la oposición para desgastar al gobierno y ejerciendo una especie de control político sobre este último (una tutela discreta), para abrir un escenario favorable en 2026, cuando podrán tener una posición abiertamente derechista que les dará una voz activa y mayor libertad de acción. Además, esperan nuevas condiciones de crisis para poder salir al frente blandiendo su “misión constitucional” de garantizar los poderes constituidos, incluso sustituyéndolos por su propia discreción.
El apaciguamiento del gobierno de Luiz Inácio con la ACFA es, a su vez y dicho sea de paso, una política criminal de traición al pueblo y a la Patria, ya que le hace el juego a la reacción y le da al enemigo número uno de las libertades democráticas la tregua que necesita reponer provisiones. Más que eso: proporciona a la reacción el respiro que necesita después de las derrotas parciales sufridas, y le presta un suministro activo de provisiones, en la medida en que le da una voz con poder de supervisión en el propio gobierno. Si esto no es así, entonces ¿por qué el gobierno no ha cambiado los planes de estudio de las academias de las Fuerzas, que enseñan a sus oficiales que el golpe militar de 1964, desde su inicio, fue una “revolución democrática” – y por lo tanto los educan para repetir la hazaña? Si, después de todo, el ACFA tiene un derecho democrático que habría salido fortalecido de este apaciguamiento, ¿por qué no se modifica? ¿Y por qué el PT dio la “forma final” al proyecto que alteraría el artículo 142 de la Constitución, que es ambiguo y en el que se basan los golpistas para darle un aire de legalidad a la intervención? O, incluso, ¿¡Por qué no se extinguen las “Fuerzas Especiales” del Ejército, esa escuela de asesinos profesionales y conspiradores que se empapan en la sangre de los rebeldes de la resistencia nacional haitiana, y que se autodenominan “guerrilleros de la libertad”, anticomunistas viscerales incorregibles y enfermos crónicos en la furia contrarrevolucionaria, todos entrenados por los yanquis!? De hecho, no existe ningún sector democrático en el ACFA: las dos partes están divididas en cuanto al método y los criterios para intervenir militarmente y en cuanto a la forma del régimen que seguirá; El oportunismo y la derecha liberal, cobardes y apaciguadores, al intentar coexistir pacíficamente con ambas fuerzas en el ACFA no hacen más que alimentarlos.
De todas formas, esta tribuna, en septiembre de 2017, alertó a todo el país sobre la existencia de un proceso de intervención militar; ahora, la ofensiva contrarrevolucionaria preventiva en forma de golpe de estado militar paso a paso, lanzada después de los Levantamientos de 2013-2014 y llevada a cabo en la línea de una “guerra de baja intensidad” y que más tarde, con Bolsonaro, se intentó como un golpe abiertamente militar; en definitiva, estas conspiraciones y maquinaciones que hasta ahora han fracasado quedan completamente al desnudo. Nadie puede dudar, tergiversar o burlarse de este proceso. Asimismo, nadie duda del grado al que ha llegado la degradación y quiebra de la vieja democracia. Este oscuro panorama de crisis institucional y militar no tiene igual desde 1964, es la mayor crisis y peligro para las libertades democráticas en los últimos 60 años. Es el resultado, para todos los efectos, del grado de desmoralización de la vieja democracia en general, y del oportunismo en particular al no realizar ninguna de sus promesas históricas y programáticas, particularmente durante los primeros 13 años de gobierno del PT, la falsa izquierda. Aunque la percepción popular separa de ella a su líder Luiz Inácio, lo que todavía le garantiza mucho prestigio electoral, se ha desenmascarado casi por completo.
Y como ella (la falsa izquierda) es el ancla de las ilusiones populares con la democracia de los cementerios, cuando se hundió, arrastró consigo al viejo régimen. Inútil, desde un punto de vista estratégico y programático, tanto la falsa izquierda como la vieja democracia no pueden garantizar ahora la legitimidad política y la estabilidad necesarias para afrontar el período de crisis general sin precedentes de la economía imperialista y su orden social. Las masas no aceptan ser azotadas, ahora más que nunca, por “representantes” políticos que no las representan y ni siquiera pueden pretender representarlas. Los reaccionarios, incapaces de contar con el orden actual para llevar a cabo sus siniestras tareas de mayor explotación y opresión, luchan por soluciones aún más ultrarreaccionarias para satisfacer las necesidades del imperialismo. El fascismo y la extrema derecha, el golpe de Estado y la liquidación de las libertades democráticas son los riesgos derivados del agotamiento histórico de la vieja democracia.
La lucha contra el fascismo no se lleva a cabo mediante juicios e investigaciones policiales. Sin embargo, estos no son despreciables, pues desenmascaran la leyenda de las Fuerzas Armadas como defensoras de la patria y salvadoras de la Nación que el ACFA pretende transmitir a la opinión pública, alertando al mismo tiempo a las grandes masas de este engaño. Además, alimenta las contradicciones dentro de la reacción y la enreda con luchas internas, lo que siempre es una reserva para las masas revolucionarias. Sin embargo, ninguna investigación puede resolver el problema: los reaccionarios, por mucho que se peleen sobre qué solución adoptar para salvar al régimen que comparten de la crisis terminal, en un momento dado hacen concesiones, concilian y apaciguan. Después de todo en última instancia, para ellos se trata de una contradicción no antagónica. La acusación sólo se produjo ahora porque un criminal bolsonarista decidió suicidarse en Brasilia: si no fuera por eso, la investigación se prolongaría hasta 2025, de modo que podría desarrollarse cerca de las elecciones presidenciales del año siguiente, y probablemente termine en una amnistía, como admitieron algunos ministros del Tribunal Superior Federal en el anonimato. La conciliación impide la resolución total del golpe de Estado y del fascismo; y a medida que la vieja democracia sigue fracasando, surgen cada vez más partidarios del fascismo que se adhieren a ella, alimentando su base social, de la que se reclutan las “gallinas verdes” y los paramilitares en las ciudades y el campo.
Por tanto, la verdadera lucha contra el fascismo y en defensa de las libertades democráticas se hace en la lucha de clases. Poner al fascismo a la defensiva, aplacarlo, atacarlo, disminuir su importancia social y política y la de sus adeptos, hacer crecer las fuerzas progresistas, propagar los valores democráticos y movilizar audazmente a los amantes de las libertades democráticas: todo esto es posible, bajo la condición única de que golpear sin piedad a las “gallinas verdes” organizadas en grupos paramilitares al servicio y mando del latifundio – principal cuna de los valores de extrema derecha y su más importante bastión social. El frente único antifascista es el frente de clase revolucionario que sirve para apoyar la lucha revolucionaria; la lucha antifascista es la lucha antifeudal y antiimperialista; La derrota del bolsonarismo y la extrema derecha es el avance de la Revolución Agraria antiimperialista, como base y primera fase de la Revolución de Nueva Democracia. Es urgente que todos los demócratas levanten esta propaganda, la griten a todo pulmón, movilicen a las masas populares en el campo y en las ciudades para defender la tierra para quienes la trabajan y en defensa de sus derechos pisoteados. O eso, o no hay lucha contra el fascismo.