AND: Editorial – El mensaje de la abstención

Compartimos una traducción no oficial del último Editorial de A Nova Democracia.

La elección de alcaldes y concejales confirmó –en los dos turnos–, una vez más, dos hechos: primero, que la derecha latifundista, base social del bolsonarismo y del fascismo como fenómeno político y social, conquistó los medios que quería disputar en 2026; segundo, que el boicot electoral –abstenciones, votos en blanco, nulos y aquellos en condición de voto facultativo que no se inscribieron o mantienen cancelada su cédula electoral– es una tendencia confirmada y reafirmada, pese a las fluctuaciones de las disputas circunstanciales y la falsa polarización artificialmente presentada como la principal contradicción de la crisis política nacional.

El boicot electoral causó espanto a los llamados entendidos de nuestra política oficial e incluso pánico entre nuestros “guardianes de la democracia”. Las explicaciones de la ministra del STE, Carmén Lúcia, sobre el hecho son hilarantes – no ingenuas, como podría parecer, ya que la ingenuidad es algo de lo que no se puede acusar al ministro de la alta burocracia del viejo Estado. Sin embargo, este asombro no deja de ser curioso, ya que es un hecho que, a lo largo de décadas, un tercio de los ciudadanos con derecho a votar, en promedio simplemente se abstienen, incluso con la obligación de votar y la campaña sistemática y permanente, casi diaria, para embellecer el putrefacto sistema electoral y convencer a nuestro pueblo de que votar es su arma para mejorar sus vidas. El mismo esfuerzo desconcertado lo hacen los monopolios de prensa y las empresas de investigación (ahora, uno u otro de ellos ha comenzado a contar en las encuestas a los ciudadanos que declaran abstenerse, algo nunca antes tenido en cuenta). En Ribeirão Preto, por ejemplo, la abstención, récord, fue del 37,6% de los ciudadanos registrados para votar, sin considerar electores nulos, blancos y no registrados ni electores facultativos. En algunos casos, el porcentaje de abstención fue superior al voto del segundo y en otros al “ganador”. Pero, para ir directos al grano, tomemos los resultados de la capital de São Paulo, la ciudad más grande del País.

En esta megalópolis –que fue, en muchos sentidos, el epicentro de la disputa de la llamada falsa polarización, con Guilherme Boulos y Ricardo Nunes– el número total de abstenciones más los votos en blanco y nulos, como se dijo anteriormente, superó al primer clasificado en la segunda vuelta; y se observa que la derrota de Boulos es un síntoma importante del fracaso del oportunismo. La legitimidad del ganador –ya es cuestionable en situaciones normales, ya que votar en la segunda vuelta ya es una elección forzada y por rechazo – está destrozada. Es la vieja democracia burocrática en crisis terminal en este ciclo histórico, incapaz de presentarse no sólo ante las masas como alternativa, sino también ante los propios reaccionarios. Por tanto, de los que anularon su voto, alrededor de 20 mil lo hicieron poniendo el número de Pablo Marçal. Como se trata de una manifestación de protesta de los votantes de la ultraderecha emergente, este hecho no tiene relación con el elevado número de abstenciones y sólo prueba la tesis de que el actual sistema político está completamente en bancarrota. La situación de desmoralización es tal que la propia contrarrevolución y sus asistentes oportunistas se vieron obligados a reconocer el peso del boicot electoral y ya no poder negarlo, como se hizo durante décadas. Las propias empresas de investigación y los monopolios de la prensa tienen que afrontar este hecho que retrata con mayor fidelidad la realidad política del País: el creciente boicot a la farsa electoral, y no seguir negándolo desvergonzadamente, buscando ocultarlo con diversas tergiversaciones, mentiras, especialistas están en este infame oficio.

El factor principal es que todavía la inmensa mayoría de los no votantes reconoce, cada vez más espontáneamente, pero ya como un brote de conciencia revolucionaria, que estas elecciones sólo sirven realmente para legitimar cada dos años como democracia el secular sistema de explotación y opresión de los mismos “poderosos” de siempre –grandes burgueses y latifundistas lacayos de potencias extranjeras, principalmente la superpotencia norteamericana- que juntos oprimen a nuestro pueblo, chupan su sangre, subyugan a la Nación y saquean sus riquezas naturales; para legitimar un sistema político corrupto y corruptor que garantiza una buena vida a una amplia capa de gente privilegiada, ya sea del parlamento, burócratas de la Justicia o tecnócratas del ejecutivo, todos bajo la tutela de las Fuerzas Armadas a través del chantaje y las amenazas golpistas de su cúpula de generales y coroneles tan privilegiados como los primeros.

¡Este hecho político se llama boicot de la farsa electoral! Y su causa y razón nada tienen que ver con las explicaciones que hasta ahora se ven obligados a dar los negacionistas de su existencia. Son varias las causas y razones y todas tienen en común el acto de negarse a legitimar este horrible sistema, el rechazo, la repulsión e incluso la simple y pura indiferencia hacia el mismo. Todas éstas, actitudes políticas según el estilo y la conciencia de cada uno, pero de ellas emerge cada vez más la oposición y la búsqueda de otro sendero verdaderamente posible de derrocar este viejo orden. Lo que les falta es la elevación de su movilización, parte por parte, en la lucha de clases, para alcanzar una conciencia proletaria y revolucionaria, incluido el papel desempeñado por la extrema derecha con su sucia estratagema anticomunista y su falso lenguaje “antisistema” y de salvadores de la Patria, para enfrentarla, combatirla y derrotarla, no en las encuestas de la farsa electoral –que, por otra parte, no significa derrota alguna–, sino en el campo de batalla por los derechos pisoteados y negados y en defensa de las libertades democráticas del pueblo brasileño. Pero este es el problema de los revolucionarios, que las acciones combativas de las masas verdaderamente polaricen la Revolución Agraria como base de la Revolución Democrática de nuevo tipo versus la reacción, ya sean fascistas o ultrarreaccionarias; Así, y sólo así, los trabajadores comunes o los pequeños propietarios, sintiéndose impotentes ante la vieja democracia burguesa que los vuelve tontos, y enfurecidos por tantas injusticias, sabrán encauzar su justa ira hacia el camino revolucionario, y no hacia el camino del fascismo.

Por otro lado, los resultados de estas elecciones municipales también prueban que la vieja y caduca democracia burguesa burocrática está en manos de los mismos de siempre: los parásitos de derecha del “centro”, es decir, todos los latifundistas. El PSD tomó cinco capitales, entre ellas Río de Janeiro, Belo Horizonte y Curitiba; União Brasil obtuvo cuatro, dos de ellas en el Nordeste (Salvador y Natal); y el PL de Bolsonaro se llevó otros cuatro (dos de ellos, Aracaju y Maceió, en el Nordeste). El PT, que debería haber obtenido mejores resultados – en teoría – por formar parte de la gran “máquina” del Ejecutivo federal, sólo ganó en una capital: Fortaleza, es decir, el PT de Cid Gomes. Sin embargo, el resultado es enteramente lógico: el verdadero dueño de la máquina es Arthur Lira, después de haber secuestrado el gobierno del PT, por lo que fue el gran ganador de las elecciones, junto con la “bancada ruralista” de los latifundistas más abyectos. No hay duda de que toda esta “máquina” será utilizada para elegir al candidato que logre combinar el reaccionarismo policial y antipopular del bolsonarismo y el “pragmatismo parlamentario” en beneficio del “centro”, ya sea Tarcísio de Freitas. (el favorito de Bolsonaro) o Ronaldo Caiado (que corre por fuera, chocando incluso con Bolsonaro). Sí, una vez más: Luiz Inácio, y su política de conciliación, está contribuyendo al “regreso del bolsonarismo” o su congénere a la presidencia en el País.

Si es cierto que la derecha bolsonarista y otras fuerzas latifundistas –que buscan una coalición para 2026– no enfrentan resistencia en el terreno político oficial, dada la política de supervivencia a través de la “gobernabilidad” a cualquier precio y la cobardía de la falsa izquierda el gobierno para afrontarla, amparado bajo la tutela de los generales; Las cosas son diferentes en el campo de la lucha de masas. Luego del enfrentamiento armado que dejó herido al presidente estatal bolsonarista de “Invasão Zero” junto a otros cuatro paramilitares, los campesinos –organizados por la Liga de Campesinos Pobres– retomaron una nueva parte del latifundio. Es en este campo donde la extrema derecha puede y está siendo derrotada, no en las urnas, que, además, ha demostrado ser un motor de la reacción, sino en la lucha de clases.

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El desarrollo de la situación política, después de las elecciones, será inevitablemente de ofensiva latifundista contra los campesinos pobres – que se ha convertido en la primera y principal trinchera de resistencia al bolsonarismo armado, porque se eleva día a día su organización disciplinada y su preparación para estos choques. Es necesario apoyar y hacer propaganda con todas nuestras energías, la lucha revolucionaria de los campesinos pobres y aspirar a que dé nuevos y mayores saltos hacia adelante: la propia defensa misma de las libertades democráticas, en el campo y en la ciudad, depende de la fortalecimiento y crecimiento del movimiento revolucionario rural, donde pueda demostrar rápidamente toda la fuerza de la Revolución en Brasil y educar, con hechos políticos y verdadera polarización, a toda la opinión pública democrática y a las masas populares en las luchas de resistencia en las ciudades para no reconciliarse con el enemigo de clase y no creer en engañadores de todo tipo que te invitan a retroceder, y ni siquiera dejarte arrastrar al pantano de la farsa electoral, sino combatirlos sin descanso.

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