Con la protesta de la extrema derecha, el Foro de São Paulo reúne solo a oportunistas y renegados

Publicamos esta traducción no oficial del artículo del periódico de A Nova Democracia encontrado aquí.

El 29 de junio tuvo lugar la apertura del 26º Encuentro fantasmal del Foro de São Paulo. Tratado por la extrema derecha como la reencarnación del comunismo y la Revolución en América Latina, el Foro no es más que una antro donde se reúnen los más incorregibles oportunistas y reformistas del subcontinente, unidos por la fraseología antiyanqui y por la práctica del cretinismo parlamentario, pacifismo, reformismo y, cuando están en el gobierno, por el “pragmatismo político” reaccionario.

Entre los participantes se encuentran 130 grupos y partidos revisionistas y oportunistas de 28 países de América Latina y el Caribe. Los brasileños que participaron del Foro, además del PT y el PDT, son el PCdoB y el PCBrasileiro , además del PCO como invitado, todos revolcándose en el mismo lodazal.

La extrema derecha hizo grandes acusaciones, como si estuviesen reunidos en Brasilia los más peligrosos revolucionarios y comunistas de la Tierra. El famoso “Padre” Kelmon, un anticomunista visceral, por ejemplo, trató de reaccionar ante la reunión de los oportunistas y creó, en el último minuto, el “Foro do Brasil” junto con Carla Zambelli y otras 150 personas. Flávio Bolsonaro, en las redes sociales, denunció que el PT no estaba a favor de la democracia, ya que había “partidos que gobiernan dictaduras” en otros países, acusándolos de ser comunistas. En fin, chistes malos.

Por su parte, el encuentro tal cual fue recibido por la presidenta del PT, Gleise Hoffmann, y Luiz Inácio. En su discurso en la sesión inaugural, Gleise aclaró que la presencia de Luiz Inácio allí fue una oportunidad para demostrar que el Foro de São Paulo no es aquello de lo que se le acusa: no es revolucionario ni siquiera de izquierda. “Es una mentira afirmar que el Foro de São Paulo es una organización secreta que apoya o participa en movimientos armados o insurrecciones”, declaró, para desvincularlo inmediatamente de cualquier cosa comunista. “Estamos por la paz, la democracia y la justicia”, reafirmó. La pregunta es: ¿cuál paz y cuál democracia? ¿La paz de los operativos policiales en las favelas, y la democracia que tiene como guardianes a las Fuerzas Armadas reaccionarias?

En su intervención, ante el escenario preparado para su personal muestra de verborrea, Luiz Inácio dijo lo que el público quería escuchar. “Nos acusan de ser comunistas, pensando que estamos ofendidos por esto. No estamos ofendidos. Nos ofenderíamos si nos llamaran nazi, neofascista, terrorista. Pero un comunista, un socialista, nunca. No nos ofende. Esto nos enorgullece muchas veces”, dijo arrancando aplausos de oportunistas empedernidos que están tan lejos de ese título como él.

Mientras afirmaba estar orgulloso del epíteto inmerecido de “comunista” (del que Luiz Inácio nunca estuvo realmente orgulloso y siempre rechazó y condenó con vehemencia a los comunistas en sus días sindicales), Luiz Inácio también criticó implícitamente a las organizaciones presentes que habían sido críticas con su gobierno. “Las mismas personas que nos aplauden durante la campaña muchas veces son las mismas personas que nos abuchean, porque no hicimos lo que prometimos en la campaña electoral”, dijo simulando resentimiento. “Nosotros no hacemos críticas públicas porque la crítica le interesa a la extrema derecha (…) Más vale tener un colega nuestro cometiendo errores que podemos criticar que alguien de derecha que no nos deja ni espacio para criticar ”, agregó, apostando al viejo chantaje de los “menos malos” para paralizar las organizaciones populares y la lucha de las masas. Lo cierto es que, en el país, este discurso y gestión oportunista ha sido la forma más eficaz de gestionar el capitalismo burocrático en crisis, precisamente porque trata de inmovilizar a las masas ante el temor de que algo peor venga, mientras el propio oportunismo aplica las medidas de la reacción.

La reunión de los oportunistas seguirá hasta el día 2, domingo, destilando su verborrea demagógica de izquierda.

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