Francia: Documento de presentación de la Liga Antiimperialista – “¡Antiimperialistas del mundo entero, unámonos!”
A continuación compartimos una traducción no oficial de un documento compartido por La Cause du Peuple.
Compartimos el documento de presentación de la Liga Antiimperialista, organización internacional de lucha cuya sección francesa se lanzará el 28 de febrero. ¡Llamamos a todos los progresistas, revolucionarios y antiimperialistas sinceros a estudiar este texto y a asistir a la conferencia de lanzamiento de la sección francesa de la Liga Antiimperialista en febrero!
“En la historia de la humanidad, toda fuerza reaccionaria que está a punto de perecer se lanza invariablemente a una última y desesperada embestida contra las fuerzas revolucionarias, y sucede a menudo que algunos revolucionarios se dejan engañar durante cierto tiempo por este poderío aparente que encubre la debilidad interna, y no logran ver el hecho esencial de que el enemigo se aproxima a su fin, en tanto que ellos mismos se acercan a la victoria.”
Mao Tse-Tung, El punto de viraje de la Segunda Guerra Mundial.
El último estallido… El umbral de su perdición… Hoy en día está de moda relegar esta interpretación de la historia de aquellos revolucionarios soñadores de tiempos pasados, y son muchos los que le oponen el único triunfo indiscutible e indudable de un único bando: el del imperialismo y su sistema. Un sistema que, lejos de estar al umbral de su perdición, domina política, económica, militar y culturalmente el mundo actual en su totalidad, hasta los rincones más recónditos, para aumentar cada vez más su esfera de influencia, imponer su dominio y acaparar de forma exponencial todas las riquezas del planeta. Un sistema omnipotente, la etapa suprema del capitalismo, que ahora logra imponerse como el único modelo globalizado para someter y poner bajo su bota a cada vez más pueblos y naciones oprimidas, para saquear sin fin y sin freno los recursos y los territorios e imponer solamente sus reglas desreguladas, sin derechos ni leyes, a los trabajadores del mundo entero. Un sistema que fomenta en su seno, mediante la especulación y la corrupción desenfrenada, riquezas y poderes hasta entonces inigualables para una minoría, sin oposición, de forma organizada, por una mayoría demasiado ocupada en sobrevivir. Entonces sí, si hay una interpretación de la Historia que parece imponerse hoy en día en todo el mundo, sería la de la victoria indiscutible del imperialismo y del dominio exclusivo de su ideología, de su sistema político, económico y militar, implantado e impuesto por las buenas o por la fuerza en todas partes.
Y sin embargo, ¿cómo no sentir al mismo tiempo toda la fragilidad de este gigante con pies de barro? ¿Cómo no percibir que esta pseudofuerza de las potencias imperialistas oculta, por el contrario, toda la debilidad interior de estos tigres de papel? ¿Cómo no comprender hoy de otra manera las contradicciones cada vez más exacerbadas entre estas potencias, dispuestas ahora, para repartirse el mundo, a enfrentarse directamente entre sí en conflictos abiertos, aun a riesgo de sumir a la humanidad en una tercera guerra mundial? ¿Cómo no escuchar el grito sordo de los países que se encadenan, que uno tras otro se incendian con revueltas y guerras populares y sacuden el yugo de la colonización con sus luchas de liberación nacional o destronando a los lacayos locales de los imperialistas? ¿Cómo no comprender, al leer la Historia, que con estas guerras externas, este militarismo desenfrenado, este patriotismo exacerbado y la gangrena de una reacción cada vez más galopante, se trata ante todo de tapar las fracturas internas de un sistema capitalista en descomposición, presa de las convulsiones de reivindicaciones, protestas y revueltas populares hasta ahora controladas, pero que pronto podrían ser incontrolables? El imperialismo se encuentra en su último estertor de una crisis cada vez más aguda, profunda y sistémica que no puede sino provocar como sistema de dominación y explotación de una minoría contra la mayoría y por las contradicciones antagónicas que genera en su seno. En su carrera desenfrenada y cada vez más ávida por acaparar más y más riquezas, recursos, control de zonas estratégicas, una mano de obra cada vez más explotada y por repartirse el mundo, ¿cómo podría un sistema tan moribundo no generar en su seno otra cosa que guerras injustas, genocidios, miseria, hambrunas, la destrucción de los seres humanos, los recursos y el planeta? Este sistema al borde de la explosión mundial y la implosión solo perdura debido al recurso sistémico a la violencia en todas sus formas, ideológica, política, financiera, económica, social, militar y cultural, para afianzar su dominio y su pseudohegemonía de fachada. Solo se mantiene gracias al yugo que impone a los pueblos de su centro y su periferia, a sus intervenciones armadas directas, al dictado de sus tratados, a los golpes de Estado que fomenta, a sus planes de balcanización de los Estados-nación, a sus presiones diplomáticas, monetarias, financieras y económicas, sus alianzas efímeras y sus lacayos de siempre, sus planes de reestructuración, deslocalización y privatización, sus instituciones internacionales y nacionales para el mantenimiento de su paz, su democracia burguesa y su cretinismo parlamentario, y por la represión de su justicia de clase, sus servicios de inteligencia, sus milicias nacionales y sus ejércitos sobrearmados. Ahora bien, este yugo, lejos de ser eterno, como ha demostrado la historia de los sistemas de dominación del pasado, tarde o temprano no puede sino romperse en esta relación de fuerzas desproporcionada y estas contradicciones antagónicas que condiciona y que genera cada vez más desigualdades y empobrecimiento de miles de millones de seres humanos por culpa de un puñado de unos pocos miles. Basta con examinar el estado actual del mundo para comprender no solo el inevitable fracaso de este sistema, sino también toda la actualidad del punto de ruptura, de fractura y de cambio de este viejo estado hacia la instauración de otro mundo que no solo hay que construir, sino que hay que ganar verdaderamente.
Detrás del barniz llamativo de los eternos anuncios del club de los ultra ricos y sus perros guardianes mediáticos para dar a conocer las últimas listas de ganadores de los herederos y los nuevos participantes, existe sobre todo y ante todo la realidad bien arraigada en la vida cotidiana de las poblaciones de todo el planeta que, en su carne y en su día a día, se enfrentan sin descanso a la violencia de este sistema para intentar salir adelante, sobrevivir e incluso vivir. Pero la ecuación no es la que estos poderosos, sus acólitos y el fatalismo reinante esgrimen cada día en ese flujo ininterrumpido de basura que son sus palabras: la de los dominantes destinados a engordarse y los dominados abocados a sufrir. La realidad de las relaciones de poder es mucho más compleja y no está lejos el momento en que el miedo cambiará de bando para que surja la nueva era de la causa del pueblo y de los pueblos. Prueba de ello son las grietas y fisuras que aparecen aquí y allá, y allí mucho más que aquí, para frustrar los planes de los imperialistas y liberarse del yugo de la explotación y la dominación de este sistema, porque los pueblos lo saben: solo tienen sus cadenas que perder. Allí donde se siembra la miseria, ruge y se eleva la ira de las masas y su negativa a admitir, doblegarse y someterse; en todas partes, el mundo está en ebullición en torno a focos de reivindicaciones, protestas, levantamientos, revueltas, resistencias y combates, luchas de liberación nacional y guerras populares; en todas partes se extiende también por las calles el flujo ininterrumpido de manifestantes que rechazan la barbarie de este sistema y corean incansablemente su solidaridad incondicional e internacional con los pueblos, todos unidos y decididos, una vez acumuladas las fuerzas y organizados los últimos ensayos generales, para hacer saltar tarde o temprano el último dique de protección de estos poderosos atrincherados en su ciudadela dorada fuera del tiempo y de la Historia. Desde los campesinos pobres o sin tierra de Brasil, India, Filipinas y otros lugares del mundo que luchan por la cuestión central de la tierra, pasando por las huelgas, bloqueos y sabotajes de los trabajadores de todo el mundo que luchan por sus justas y legítimas reivindicaciones de una vida digna, hasta la juventud del Y’en a Marre de Senegal y la generación Z de Nepal, Sri Lanka, Bangladés, Madagascar, Marruecos, Perú, Turquía y otros lugares que denuncian la corrupción de las élites políticas, las desigualdades sociales, la falta de infraestructuras y servicios públicos, todos expresan, de forma velada o abierta, a través de sus actos y la violencia de su ira, la necesidad imperiosa de acabar con un modo de producción alienante y con todos esos privilegiados que están al mando o que se benefician de él.
¡La resistencia es un derecho y solo la lucha da resultados! Las masas populares y los pueblos y naciones oprimidas lo saben bien: no hay otra alternativa para su emancipación que formar parte de esta relación de fuerzas y de esta confrontación, y si hubiera que demostrarlo una vez más, tendríamos que volver a fijarnos en la heroica lucha del pueblo palestino, que desde hace más de un siglo se enfrenta a la opresión del yugo colonial de la entidad sionista, brazo orgánico de las potencias imperialistas en la región, y que, contra viento y marea, a pesar de todos los ataques sufridos desde la llegada del primer colono a su tierra histórica hasta el genocidio en su fase actual en Gaza, sigue resistiendo. Porque sí, frente a la barbarie, la opresión y la explotación, no existe otra alternativa que la resistencia que, una vez organizada, solo podrá expresarse de una única manera, a través de la única solución justa a las contradicciones: el camino de la revolución, ese levantamiento, ese acto de violencia mediante el cual una clase derriba a otra y no puede hacer otra cosa que acabar con el imperialismo y todas las formas de reacción.
No está lejos el momento en que la chispa, inevitablemente, incendiará la pradera: todas las contradicciones visibles o latentes y sus manifestaciones sobre el terreno son una clara señal de ello, hasta que el planeta mismo se resquebraje y se desate, y en esta nueva era histórica, “¡Debemos extirpar de nuestras filas toda idea que sea expresión de flaqueza e impotencia. Es erróneo todo punto de vista que sobreestime la fuerza del enemigo y subestime la del pueblo!” (Mao Zedong). Ahora bien, extirpar de nuestras filas toda idea que sea expresión de flaqueza e impotencia comienza necesariamente por la necesidad imperiosa de reagruparnos, unir nuestras fuerzas y organizarnos: el enemigo sabe utilizar esta táctica de alianza para asegurar la continuidad de su dominación y su sistema cuando sus intereses se ven amenazados. ¿Cómo, por el contrario, podríamos ir a la batalla en nuestro propio bando sin ello, en orden disperso?
Somos el pueblo y el futuro nos pertenece, pero para ello debemos unirnos contra el imperialismo, el sionismo, el fascismo y todas las formas de reacción. La Liga Antiimperialista lleva este proyecto y esta dinámica a nivel mundial: nos corresponde a nosotros concretarlo en Francia para luchar juntos, mediante la coordinación de nuestras fuerzas y expresiones respectivas, contra nuestro propio imperialismo, su guerra de clases y sus guerras de saqueo, en las que ninguno de nuestros hijos, hermanos ni seres queridos serán sacrificados. ¡Antiimperialistas del mundo entero y de Francia, unámonos!
¡El imperialismo y todos los reaccionarios no son más que tigres de papel!
¡Atrevámonos a luchar! ¡Atrevámonos a vencer!
¡Contra el imperialismo, el sionismo, el fascismo, el revisionismo y todas las formas de reacción, unámonos por la victoria o la victoria!
París, enero de 2026
Liga Antiimperialista (Francia)