
Partizan: Nepal, pasado y presente
A continuación compartimos una traducción no oficial de un comunicado publicado por Partizan sobre los recientes hechos en Nepal.
Nepal ha sido escenario de una de las experiencias más destacables del Movimiento Revolucionario Mundial en los últimos treinta años. Se convirtió en una fuente de esperanza para las clases y pueblos oprimidos de todo el mundo con el poderoso desarrollo de la Guerra Popular iniciada en 1996 y la posibilidades de poder para los oprimidos. Este pequeño país montañoso, conservó su carácter semifeudal y semicolonial después de estos hechos. Esta fuente concreta de esperanza se perdió cuando la ola revolucionaria, que llegó a rodear Katmandú, retrocedió rápidamente al prevalecer las ideas burguesas dentro del Partido comunista. La revolución fue abandonada en favor de la conciliación con la reacción nepalí, limitándose a lograr la “abolición de la monarquía”. La ola revolucionaria, que se rindió a la reacción burguesa, retrocedió inevitablemente, solo para resurgir una vez más.
Hoy, Nepal vuelve a estar en el punto de mira con acontecimientos impactantes. Movilizaciones en las calles que reflejan la ira de la juventud, disolviendo las relaciones y equilibrios de poder dentro del bloque dominante, gobiernos interinos, descontento social y fuerzas que buscan un lugar para ellas mismas en todo este panorama… Sin embargo, no se puede comprender correctamente la situación actual simplemente observando los acontecimientos actuales. Es necesario recordar, aprender de y debatir lo conseguido, los logros y los errores del pasado. La experiencia revolucionaria en Nepal es de especial importancia porque nos enseña como de vital es la lucha, plena y hasta el final, contra el revisionismo y toda forma de reacción, y esta experiencia, además, es reciente.
El nacimiento de la Guerra Popular, la marcha al poder y el afianzamiento del parlamentarismo
A mediados de la década de 1990, la estructura social de Nepal mostraba características clásicas semicoloniales y semifeudales. Campesinos sin tierra, relaciones feudales, discriminación étnica y de castas, la opresión de la mujer bajo todas las formas de patriarcado, pero especialmente el patriarcado feudal, una economía frágil dependiente del imperialismo y la dominación de una clase capitalista burocrática: todas estas condiciones alimentaron la ira popular y posibilitaron la toma revolucionaria.
La dirección maoísta, con la Guerra Popular iniciada en 1996, implementó una estrategia de cercar las ciudades desde el campo. Esta guerra, que duró una década, condujo al establecimiento de bases de apoyo revolucionarias en el 80 % del país, a que el Ejército Popular de Liberación creciera hasta tener cientos de miles de efectivos, a la disolución de las autoridades feudales y a la construcción de órganos de poder popular. Durante este período, el pueblo de Nepal aprovechó la oportunidad para establecer un sistema en el que las clases oprimidas tenían sus propias organizaciones.
En 2006, la capital, Katmandú, fue sitiada por el Ejército Popular. El asedio, que duró meses, a la vez se transformó en una política que allanó el camino para tomar el poder mediante un “proceso de paz”. Esto marcó un punto de inflexión en la trayectoria del movimiento maoísta. En lugar de tomar el poder mediante la lucha armada, las tesis de integrarse en el sistema parlamentario, la “democracia multipartidista” y la “transición pacífica” avanzaron, y la teoría de la “fusión” culminó en el concepto de “revolución” sin revolución. Esta línea, promovida por la dirección de Prachanda y Bhattarai, argumentó que la Revolución de Nueva Democracia podía completarse mediante procesos parlamentarios, preservando los equilibrios de poder creados por la Guerra Popular. El PCN(M) [Nota del traductor: Partido Comunista de Nepal (Maoísta), que dirigió la Guerra Popular y estaba liderado por Prachanda] llegó a un acuerdo con los representantes políticos de la burguesía compradora-burocrática y acordaron derrocar la monarquía. A cambio de este acuerdo, se adoptó la línea de “lucha y coexistencia pacíficas”, destinada a legalizar la lucha revolucionaria dentro del orden existente. Esto se defendió con la falacia de que hubo un cambio cualitativo en la naturaleza de la Era del Imperialismo y las Revoluciones Proletarias. Esta falacia, envuelta en teorías de la globalización desarrolladas en torno al cambio en la naturaleza del imperialismo, confirmó el abandono de la perspectiva de clase. Se creó un fenómeno de clase abstraído del imperialismo, y la lucha revolucionaria se redujo a una simple herramienta de lucha fraccional.
Así, el proceso de paz trajo consigo la liquidación de las conquistas revolucionarias. El Ejército Popular de Liberación fue desarmado, las bases de apoyo fueron desmanteladas, las tierras ocupadas por los campesinos fueron devueltas a los terratenientes y la organización juvenil que había logrado importantes avances en la guerra y la lucha revolucionarias fue neutralizada. El movimiento, que antaño se había posicionado claramente contra el imperialismo y el expansionismo indio, ahora buscaba la armonía con estas potencias.
La “República Democrática”, presentada mediante una revisión de las teorías más fundamentales del socialismo científico, no eliminaría las raíces económicas y culturales y del feudalismo, aunque pusiese fin a la monarquía, representante político tradicional del feudalismo. De hecho, a pesar de tener una fuerte representación parlamentaria, el poder real permaneció en manos de la clase burocrática-compradora y de las intervenciones imperialistas. Al verse frustradas las expectativas de poder de las masas, surgió una lucha de dos líneas dentro del Partido. Por un lado, la dirección, que abogaba por la vía parlamentaria; por otro, la oposición interna, que estuvo en paz con las desviaciones cuando empezaron, incluso defendiéndolas con vehemencia, pero posteriormente abogó por un retorno a la línea revolucionaria.
Las consecuencias de las desviaciones ideológicas
El aspecto más crítico de la experiencia nepalí son las desviaciones que ocurrieron a nivel ideológico. Estas desviaciones, aprovechando el espacio que encontraron y combinados con el hecho de que la historia no tolera un vacío, tomaron una forma revisionista y, en última instancia, se volvieron reaccionarias. Tesis como la de que el imperialismo ha adoptado la forma de un “Estado global”, y, por lo tanto, al negar que el imperialismo sea la etapa de decadencia y el fin del capitalismo, declaran al imperialismo como el vencedor absoluto; tesis como que el análisis de Lenin sobre el imperialismo es “insuficiente” y que las teorías de Mao sobre la revolución ya “no son válidas” hoy en día, incluso han sido incluidas en los documentos oficiales del movimiento. Esta fue la expresión teórica de un cambio de orientación, de la línea revolucionaria, al revisionismo.
Si bien la esencia de la revolución residía en la agudización de la lucha de clases y la acción organizada de las masas populares, la dirección se vio cada vez más confinada a los límites de la colaboración de clases, el reformismo y la democracia burguesa. Así, todos los logros de la Guerra Popular de diez años se vieron comprometidos y, en gran medida, se perdieron. En lugar de seguir la línea revolucionaria de culminar la revolución democrática y construir el socialismo, el PCN(M) optó por interrumpir la revolución democrática y degenerar en parlamentarismo burgués al servicio del sistema imperialista.
La degeneración y la decadencia dentro del PCN(M) se reflejan en su fracaso para progresar a pesar de haber llegado al poder por la vía parlamentaria. Por esta razón, aunque su líder, Prachanda (Pushpa Kamal Dahal), asumió el cargo de primer ministro en tres breves periodos: de 2008 a 2009, de 2016 a 2017 y, finalmente, de diciembre de 2022 a julio de 2024, el Partido no pudo lograr su “éxito” inicial. El “Poder” fue entregado en cada ocasión a reaccionarios. El último primer ministro, KP Oli, es uno de estos reaccionarios, a pesar de que su Partido lleva en su nombre el adjetivo de marxista-leninista. La decadencia en el poder no comenzó con el PCN(M), que había abandonado la línea maoísta… El primer ministro quién fue forzado a abandonar el país tras los recientes acontecimientos es el dirigente del Partido Comunista de Nepal (Marxista-Leninista Unificado). Este Partido y su líder, desde el inicio, han organizado continuamente la oposición contra el PCN(M), que se veía como maoísta pero que se desvió de la línea maoísta de la manera que hemos mencionado anteriormente.
La situación hoy: rebelión juvenil, violencia y crisis política
Nepal vuelve a estar sumido en la agitación hoy. Los jóvenes, especialmente aquellos que sufren las consecuencias del desempleo, la corrupción y la falta de futuro, salieron a las calles en protestas masivas. Decenas han sido asesinados y cientos han sido heridos en las manifestaciones, que congregaron a decenas de miles de personas. Los aparatos represivos del Estado respondieron con balas y gases lacrimógenos contra el pueblo.
Este proceso no solo condujo a una crisis de gobierno, sino que también marcó una ruptura con los muchos años de corrupción, estilos de vida lujosos y distracciones parlamentarias. La renuncia del Primer Ministro Oli y el establecimiento de un gobierno interino fueron resultado de esta presión. El nombramiento de la jueza Sushila Karki, elegida por los jóvenes mediante una votación en línea, como primera ministra interina es una novedad simbólica. Si bien Sushila Karki, también conocida como la primera mujer en ocupar el cargo de primera ministra y jueza conocida por sus investigaciones sobre sobornos y corrupción contra gobiernos, puede percibirse como una respuesta “suficiente” a la rebelión actual, dista mucho de ser una respuesta real a las exigencias sociales.
Las exigencias del movimiento juvenil, fin de la corrupción, solución al desempleo, justicia y libertad, están directamente vinculadas a los fundamentos de clase. Las amplias masas campesinas aún lidian el problema de la tierra, deuda y la necesidad de migrar. La clase obrera y los trabajadores luchan por sobrevivir bajo condiciones laborales precarias, bajos salarios y dependencia de la mano de obra migrante. Las mujeres, los dalits, las minorías étnicas y las comunidades religiosas se enfrentan a la discriminación y a una opresión multifacética.
La rebelión juvenil actual también lleva el legado del camino forjado por el movimiento maoísta años atrás. La conciencia, la organización y la experiencia de lucha creadas por la Guerra Popular permanecen vivas en la memoria de la sociedad nepalí actual. Sin embargo, este legado se ha desperdiciado en gran medida al ser empantanada en el parlamentarismo contra el empoderamiento de las masas. La ira de la juventud se dirige no solo contra los gobiernos corruptos actuales, sino también contra quienes llegaron al poder con reivindicaciones revolucionarias, pero que finalmente se convirtieron en parte del mismo sistema. De hecho, la destitución violenta de representantes de la decadencia y la corrupción que actualmente ocurre en Nepal, resaltada por titulares como “linchamiento” en la prensa burguesa-feudal, ha aterrorizado incluso a quienes antaño marchaban con las consignas populares más estridentes y se autodenominaban “comunistas”. Los llamamientos a la moderación y a los llamamientos persistentes y no violentos al parlamento para que se llegue a una solución a los jóvenes por parte de Baburam Bhattarai son producto de este miedo. Bhattarai fue primer ministro entre 2011 y 2013, uno de los líderes de la Guerra Popular que comenzó en 1996. Posteriormente se escindió del PCN(M) y experimentó una transformación tal que “descubrió el valor de Trotsky”.
De nuevo, una forma de organización que se autodenomina independiente y que surge con exigencias más revolucionarias ha surgido en este proceso. El éxito que pueda tener este comité, llamado SAFAL, en la gestión del proceso y en llevarlo más allá es dudoso por ahora. Su estatus como organización de calle, su posicionamiento con exigencias de establecer un frente obrero y su estado de evolución deben ser examinados en el proceso. Sin embargo, está claro que las demandas básicas que han expresado a lo largo de las acciones son demandas que deben ser apoyadas y ampliadas.
Por esta razón, el movimiento que se alza en las calles muestra un carácter independiente de los Partidos existentes. Pero la falta de organización y claridad ideológica debe evaluarse como un indicador claro de que el movimiento no tendrá éxito en lograr el progreso social.
Hoy en Nepal, los campesinos aún exigen la resolución de sus problemas relacionados con la tierra, la eliminación de la carga de la deuda y el acceso a los medios de producción. Sin embargo, el proceso parlamentario no ha conllevado el cumplimiento de estas exigencias, sino lo contrario. Como recordarán, con la entrada de la Revolución Nepalí en el proceso de paz, los líderes revisionistas abandonaron hace tiempo la revolución agraria, esencia de la Revolución de Nueva Democracia, y devolvieron las tierras confiscadas durante la Guerra Popular a los remanentes del sistema podrido, es decir, sus antiguos propietarios, ¡los enemigos de los campesinos!
Millones de trabajadores nepalíes que han sido obligados a emigrar al extranjero, constituyen hoy la columna vertebral de la economía del país, pero siguen privados de sus derechos. Los obreros dentro del país viven en condiciones precarias, mal remunerados y sin sindicatos.
Los jóvenes son el motor del movimiento actual. El desempleo y la ansiedad por el futuro los enfurecen y los predisponen a acciones radicales.
El futuro del movimiento actual depende de retomar las lecciones de la Guerra Popular, pero con una postura de clase coherente y completamente revolucionaria. El grave error hecho en el pasado debe inculcarse en la conciencia de las masas para que comprendan que la corrupción actual es una orientación burguesa, la sustitución de la estrategia revolucionaria por el parlamentarismo. Esto no es un error táctico, sino el resultado de desviaciones ideológicas a partir de la revisión de la ciencia del marxismo-leninismo-maoísmo. La historia y la ciencia han demostrado que la verdadera liberación de las masas es posible no mediante la conciliación con los enemigos de clase, sino aplastando su poder.
La nueva insurrección popular en Nepal solo puede adquirir una dimensión revolucionaria si se combina con una dirección correcta, una línea ideológica clara y la propia autoorganización de las masas. De lo contrario, las soluciones reformistas, los gobiernos provisionales y los juegos electorales absorberán la ira de las masas y no resolverán los problemas fundamentales.
En conclusión
El pasado y el presente de Nepal son una experiencia concreta que muestra tanto las fortalezas como las debilidades del movimiento comunista internacional y de las vanguardias proletarias. La Guerra Popular demostró lo que se podía lograr mediante la lucha organizada de las clases oprimidas. Pero el parlamentarismo, en el que la desviación se reflejó, causó que la revolución descarrilase. Si el movimiento popular, de nuevo alzándose liderado por la juventud, asume estas lecciones hoy, puede ser la base para un nuevo comienzo.
Nepal aún conserva su carácter semifeudal y semicolonial; el imperialismo y las clases compradoras continúan explotando el país. La liberación de las clases oprimidas solo será posible recuperando las conquistas del pasado y construyendo el futuro sobre estas bases. En este sentido, sigue siendo una realidad y una necesidad en estos países que la Revolución de Nueva Democracia sea una fase de transición en el camino hacia el socialismo.
También es necesario denunciar a quienes utilizan el proceso mediante el cual los líderes de la Revolución Nepalí se volvieron revisionistas y se asentaron como la clase contraria como justificación para un vil ataque al marxismo-leninismo-maoísmo. Los MLM, con la pretensión de ser los campeones y líderes más fuertes de la Revolución Proletaria Mundial, presentaron sus críticas tanto cuando la guerra popular en Nepal estaba en su punto más fuerte como en sus momentos más bajos, y libraron la lucha ideológica por esto. Incluso el corpus de esta lucha ideológica sería suficiente para hacer volar las mentes de este frente compuesto por “híbridos” y un “montón de basura” que ataca hoy al MLM. Los maoístas de todo el mundo saben que, en la era del imperialismo y las revoluciones proletarias, la causa de la Revolución de Nueva Democracia, el socialismo y el comunismo avanzarán con victorias y derrotas, y que estas experiencias fortalecerán las luchas de las revoluciones proletarias. Saben, defienden y explican que el revolucionarismo consecuente hasta el final requiere una lucha continua. La Revolución Proletaria Mundial no carece de dueños. Volver a poner el proceso en el que nos encontramos en un rumbo correcto es, a pesar de todo, posible y será posible.