AND Editorial – Derrotar a la extrema derecha combatiéndola con el mismo calibre!

A continuación compartimos una traducción no oficial al español del último editorial de A Nova Democracia.

La noticia de que los bolsonaristas están movilizando a sus «líderes de camioneros» para intentar repetir los bloqueos de carreteras de 2022, con el apoyo del «personal del agro», ya circula en toda la prensa, y sobre esto hablan abiertamente, incluso, los parlamentarios del PL que mueven la cola como perros para Bolsonaro. Primero, es una amenaza, un chantaje, que tiene límites mucho más estrechos que en 2022, ya que hoy tiene un carácter defensivo, a favor de Bolsonaro, y no encontrará el apoyo que tuvo en 2022, cuando estaba en juego la ofensiva y el eventual éxito del movimiento golpista. Aun así, como hay un interés conjunto en desgastar al gobierno de turno en la opinión pública y dificultar su camino hacia la reelección en 2026, puede hacerse viable, aunque lo más probable es que prosperen represalias y «malicias» en el Congreso. Se sabe que las medidas cautelares, por ejemplo, impuestas por el STF contra Bolsonaro – en la práctica, imponiendo una especie de arresto domiciliario con pulsera electrónica y restricción al uso de «redes sociales» – tendrán como consecuencia el avance de ciertos proyectos de ley que buscan intervenir en las funciones constitucionales del STF (si prosperarán o no es otra cuestión); una mayor y más profunda crisis institucional es hacia donde marcha el país, en un contexto en el que ninguna de las fuerzas en pugna tiene condiciones políticas para imponer una solución a las demás – ni siquiera los altos mandos militares, desmoralizados como golpistas, obligados a fingir legalidad – arrastrando la situación por un largo y peligroso camino de incertidumbres e inestabilidades, donde la única certeza son los desórdenes de todo tipo y en los que las masas pueden – y deben – actuar como una fuerza independiente y aprovechar en favor del movimiento democrático revolucionario.

Bien, el factor más importante de la política doméstica hoy, por cierto, gira en torno a los desarrollos del juicio de Jair Bolsonaro y las sanciones yanquis que también se relacionan con esto; si es verdad que, a lo largo de los últimos dos años, ha perdido sustancialmente su promedio de movilización activa de masas, también es cierto que ahora tiene mucho de lo que necesita para recuperarla en niveles similares a los que ya obtuvo. Esto ya sería suficiente para demostrar cuán estúpida y peligrosa fue la tesis oportunista según la cual Brasil podría librarse del extremismo bolsonarista a través de las urnas y de una serie de procesos penales: pasados casi tres años, los índices electorales de Bolsonaro o de sus posibles sucesores se mantienen iguales en términos relativos; si la represión contra los “gallinas verdes” refrenó el movimiento fascista en un primer momento, después del 8 de enero de 2023, ella misma resulta en justificar la retórica de perseguido de Bolsonaro, pues tal movimiento jurídico no tiene el poder de cambiar la ideología de los segmentos de las masas atrasadas cooptadas por la reacción extrema. La única forma de combatir tal movimiento sería dar un combate desde las raíces a las manifestaciones, que es de clase, cosa que ni el STF ni la “izquierda” burguesa electoralista y su gobierno de colaboración de clases están interesados, ya que no comparten los mismos intereses de clase que las masas trabajadoras, menos aún de la parte más atrasada de estas, asediadas y polarizadas por la agitación bolsonarista.

Ahora, en cuanto a la caída en las movilizaciones bolsonaristas hasta aquí, es obvio que contribuyó el abalo moral de su campo con cierta desmoralización del jefe, que ante el ministro Alexandre de Moraes se comportó como renegado de su propia causa sucia, abjurando de sus predicaciones golpistas, tan valientes hechas a la luz del día en plazas públicas, que lo hizo pensando únicamente en sí mismo por encima de todo, mientras que la plebe ignorante que mandó a Brasília a promover el desorden, el 8 de enero de 2023, amarga duras penas, en manos del mismo ante el cual quedó “calladito”. Pero la causa principal de esta caída se debe a que, como ha ocurrido desde que se levantó la ola bolsonarista, dado el inmediatismo con el que la extrema derecha moviliza masas cooptadas y adoctrinadas para una “batalla final” de corta duración contra la “amenaza comunista”, solo funciona en su conocido furor, cuando la causa golpista se encuentra en la ofensiva; fuera de esta situación, se repliega. Y en la situación defensiva, como se encuentra después de las repercusiones del 8 de enero, se vacían relativamente sus filas, para luego, en nuevas condiciones favorables de pasar a la ofensiva, reagrupar todo el subproducto del desagüe de la vieja sociedad y llevar consigo sectores vacilantes de la pequeña burguesía o más desorganizados de las masas pobres. Brasil no ha estado, todo este tiempo, un solo día libre de esta amenaza, algo que esta tribuna ha advertido insistentemente. El oportunismo, al llegar a la cima del viejo Estado, asumió administrar un régimen en crisis de descomposición, así asumió presidir la represión contra las masas y el recorte de derechos. Incluso si, dando todo a los banqueros y al “agronegocio” y migajas asistencialistas a las amplias masas más empobrecidas para aplacar su revuelta, en su esfuerzo por ser el campeón del impulso del capitalismo burocrático, las clases dominantes que financiaron su elección en 2022, y con un Congreso reaccionario y poderoso, ya no están interesadas en la alianza, prefiriendo ahora para el cargo a alguien de mejor pedigrí. El fracaso inevitable de su proyecto económico – más de lo mismo – y su agenda política de “identidad” como la cereza del pastel, solo ha dado y da un podio y aliento a la extrema derecha, incluso porque, en la dinámica de este sistema político decadente, basta una gestión débil y desgastada por la oposición, que quien más gana es la fuerza contendiente que logra presentarse como la más opuesta a la falsa polarización electoral, y esta es el bolsonarismo. El gobierno oportunista no solo ha gobernado con la derecha liberal y para la derecha, sino que también ha sido, por ello, un fracaso en lo que respecta al combate al bolsonarismo. Esta es la amarga verdad para oportunistas e ilusionados.

Ahora, con las sanciones económicas de Donald Trump que presionan al gobierno y juegan en contra de ciertos segmentos de las clases dominantes, por un lado, y con la propia desmoralización del gobierno debido a sus bajos índices de aprobación, por otro, se crea el caldo de cultivo propicio para nuevas embestidas de la extrema derecha, aunque el propio Bolsonaro también se expone a la desmoralización, ya que apuesta por el caos económico para conseguir mejores condiciones de negociar su salvación personal.

Combatir a la extrema derecha, de hecho, solo puede ser obra de la movilización de las masas populares en la lucha de clases, para que ellas mismas constaten, al entrar en escena de forma independiente a través de la construcción, paso a paso, de la frente democrática revolucionaria, que la extrema derecha no puede representarlas, sino que es la primera en levantarse para combatirlas. Pero su movilización no puede ser en general, sino allí donde se puede pasar rápidamente de la lucha reivindicativa de sus demandas más sentidas, y combinarla con la lucha revolucionaria que engloba los intereses políticos de todas las masas empobrecidas, elevando la conciencia de esas masas. No es principalmente en las grandes ciudades inicialmente, aunque sean importantes, sino en el campo, donde se puede – y donde se combate efectivamente – a la extrema derecha armada y de forma armada; al combatir el latifundio, reducto de reproducción generalizada de aquella, tanto sus valores como sus bandas anticomunistas organizadas, se combate las raíces y los frutos del fascismo y de la reacción extrema. La Revolución Agraria – enfrentamiento de muerte entre campesinos y latifundistas armados y organizados – es la causa democrática antifascista; sus enfrentamientos pueden y deben conmover a todos los pobres a tomar posición, o al lado de la causa progresista y democrática, o al lado del fascismo y de la reacción extrema, y a cada derrota fragorosa que la primera imponga a la segunda, no por la fuerza de los argumentos sino por la fuerza de las mismas armas y calibres utilizados por los fascistas, solo así se podrá refrenar el peso de masas del fascismo, incorporando las masas activas en los combates revolucionarios, ganar el apoyo de las masas populares intermedias y neutralizar las masas atrasadas, mostrándoles cuál es el destino que aguarda a quienes siguen a la serpiente fascista y de la reacción.

Este es el combate antifascista, el resto es «cuento de la carochinha».

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