
AND Editorial – Aunque lentamente, el frente nazi-sionista se descompone
Compartimos una traducción no oficial del último editorial de A Nova Democracia.
Cuando más de mil soldados rompen la jerarquía para firmar un manifiesto clamando a su gobierno por el fin de una guerra en la que actúan como fuerza invasora, esto es un claro síntoma de descomposición en sus filas. Esta es la situación interna de la fuerza bélica nazi-sionista. Las sucesivas derrotas militares, y también políticas, mientras se persiste en un genocidio de los más monstruosos que la Historia ha presenciado, son las bases para tal pesimismo ineludible de estas tropas asesinas alimentadas con la sangre a raudales de niños y mujeres, en las que se ven signos de capitulación incluso bajo la embrutecedora adoctrinación de carácter nazifascista.
Sin embargo, el gobierno nazifascista de la entidad sionista se regocija de que se está haciendo lo que debió haberse hecho hace 78 años: ¡la «solución final»! ¡Cómo se engañan esta pandilla nazi y su Führer sionista Netanyahu! Su empresa espantosa, incapaz de derrotar la resistencia del Pueblo y de la Nación de la Tierra Palestina, se sirve de la venganza odiosa, cobarde y perversa que ya se ha cubierto de oprobios tales, que ni todas las aguas del mundo podrán lavarlos y apunta hacia la tumba oscura de su historia de opresión.
De acuerdo con el informe presentado por el movimiento “Mothers on the Front” (Madres en el Frente), la tasa de reclutamiento en la reserva ha caído del 95% al inicio de la guerra de Gaza al 75% actualmente, mientras que las tasas de ausentismo en algunas unidades han llegado al 50%, con un colapso en la preparación de las unidades regulares. La descomposición del frente invasor también ocurre en figuras ligadas a la cúpula: el ex general mayor de las Fuerzas Armadas israelíes y líder del partido de oposición “Los Demócratas”, Yair Golan, también criticó los rumbos de la guerra. Netanyahu ve su debilitamiento político; se aferra aún más a la continuación del genocidio como un salvavidas en medio del naufragio hacia el cual marcha su gobierno.
A pesar de trompetear que la Resistencia está en grave crisis, la verdad es otra, incluso para fuentes internas del enclave nazi-sionista. El periódico israelí Walla informó que los militares israelíes estiman que aún circulan en la Franja de Gaza unos 40.000 combatientes armados, contando con un extenso sistema de túneles y cientos de cohetes. El canal saudita Al Arabiya informó en abril que Hamas reclutó 30.000 combatientes para su organización militar, las Brigadas Al-Qassam.
En cuanto a Brasil en esta cuestión, el gobierno de Luiz Inácio – que hace oídos sordos al llamado unánime de amplios sectores populares y progresistas, entre los cuales muchos intelectuales, para romper relaciones con el Estado nazi-sionista – es, aún así, blanco de la Confederación Israelita de Brasil (Conib). La simple constatación crítica del actual presidente, de que Israel practica genocidio, tan genérica, es tratada por aquella como una grave manifestación de «antisemitismo». No puede ser otra su clasificación que la de pusilánime: hace escenas de condena del genocidio, al tiempo que se une al llanto histérico de los monopolios de prensa, tachando de «terrorista» a la heroica Resistencia Nacional. Que rompa la vergonzosa situación de relaciones diplomáticas con Israel, que cancele todos los negocios con sus empresas y que prohíba a todas las instituciones del Estado, a niveles federal, estatal y municipal, mantener con aquel cualquier tipo de relación. Ya ha pasado el momento en que el Estado brasileño, por mínima decencia política, rompiera relaciones diplomáticas y comerciales con Israel, así como desvincularse de la Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto, cuya calificación de «antisemita» es, en la práctica, la condena de la crítica al Holocausto palestino en curso en la Franja de Gaza. Al no hacerlo, el actual gobierno demuestra debilidad de principios, debilidad incluso de esos principios progresistas más básicos que diariamente proclama poseer, vendiéndolos o relegándolos para no tener que tomar una actitud. Quien pretende evitar «crisis» a costa de principios ya no es digno de ostentarlos en palabras, incluso en la forma fisiológica de que es habitual y frecuente.
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No faltan los ejemplos para hablar de la falta de una actitud mínimamente soberana del actual gobierno; la última escena de cobardía salió a la luz ante la postura adoptada frente a la advertencia enviada por el Departamento de Justicia yanqui al Ministerio de Justicia brasileño, en relación con el ministro del STF Alexandre de Moraes, amenazando con imponerle sanciones; la falta de una acción contundente frustró a la Suprema Corte brasileña, que la considera «descuido». Tales amenazas y, si se aplican, las sanciones son una maniobra de injerencia del actual gobierno yanqui sobre la política nacional para intentar interferir política y jurídicamente en la vida nacional, en particular, respecto al juicio de la extrema derecha por las agitación golpista encabezada por Bolsonaro; Moraes aquí es solo el centro del objetivo, que en su conjunto es el sistema de justicia brasileño de manera descarada. El silencio del gobierno frente a este paso tendrá como consecuencia el siguiente paso, en un aumento de injerencias extranjeras que buscan fortalecer a la extrema derecha. Como se puede ver, el apaciguamiento y la conciliación – que parecen ser una manía en este gobierno – profundizan una situación peligrosa para el país.
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Luiz Inácio recientemente dijo que “si en 2026 estoy tan bonito como estoy ahora, la extrema derecha no volverá a gobernar”. Sin embargo, en realidad, el “bonito” tiene una desaprobación fea en las encuestas de opinión que roza el 60%. Además, es pura fanfarronada sobreestimar tanto a sí mismo y subestimar aún más la grave situación internacional y nacional de crisis y la tendencia a la reacción extrema.
Las encuestas no deberían inspirarle el optimismo que se observa. Según la encuesta de AtlasIntel de la semana pasada, Bolsonaro ganaría con un 46,7% contra un 43,9% si las elecciones fueran hoy; en la segunda vuelta, Luiz Inácio también perdería ante Tarcísio de Freitas y Michelle Bolsonaro. Si bien es cierto que las elecciones aún son completamente impredecibles, también es cierto que la desaprobación del actual gobierno ha subido y alcanzado el 53,7%, el índice más alto de la serie de la encuesta; en comparación con enero de 2024, ha habido un aumento de más del 9% en la desaprobación. El escándalo de las fraudes de jubilaciones del INSS, que comenzó bajo el gobierno de Bolsonaro y se hizo público durante su gestión, y el aumento del IOF, han ayudado a agravar la situación. Pero este no es el fondo de la cuestión, ya que la desaprobación ha crecido mucho antes de estos eventos. El gobierno cosecha una desaprobación típica de un gobierno de derecha porque aplica un programa de derecha, con una composición ministerial de derecha, en alianzas con la derecha (la misma que fue la base parlamentaria del gobierno militar de Bolsonaro) y al servicio de las clases dominantes locales y extranjeras, en particular, el latifundio (“agronegocio”) y su bancada ruralista, verdadera dueña de la silla presidencial. En resumen, es la derecha, y el único argumento que ofrece a la mayoría electoral que le concedió el éxito electoral en 2022 es que tales limitaciones son necesarias para impedir que la extrema derecha regrese. En realidad, como estamos viendo, este es el mejor servicio que Luiz Inácio puede prestar al regreso de la extrema derecha, precisamente, a la silla presidencial en 2026.
La defensa y conquista de nuevos derechos del pueblo dependen de la lucha popular y no de los palacetes; es necesario desenmascarar a todos aquellos que se inclinan a los términos y negociaciones que los burócratas y oportunistas hacen, en nombre de la lucha popular, para traicionarla en su esencia. Mientras el oportunismo apacigua a la extrema derecha y a los fascistas, estos no cesan en sus preparativos para nuevas ofensivas más temprano que tarde: el descubrimiento del grupo C4, de “comando de caza a comunistas, corruptos y criminales”, involucrado en la muerte de un abogado y que contaba con planes de estructurar un movimiento abierto con un nombre análogo a “Frente Amplia Derecha Brasil”, es clara prueba de esto. Habitantes del desagüe de la sociedad y con libre tránsito en las “impolutas” instituciones de este viejo Estado, estos grupos fascistas y terroristas de extrema derecha continúan reproduciéndose y actuando; estuvieron detrás de toda la agitación golpista de 2022 por la reimplantación del régimen militar; grupos que están en la primera línea de los atentados contra líderes populares y dirigentes campesinos, en la guerra campesina que crece en los rincones del país, bandas al servicio del latifundio insaciable en el robo de las tierras de la Unión, de pequeños y medianos propietarios, de indígenas y quilombolas, y bajo su mando, ciertamente apoyados por ciertos segmentos de las Fuerzas Armadas reaccionarias y explícitamente vinculados a las fuerzas policiales de los estados. El movimiento campesino revolucionario es tratado como terrorismo, pero, por conveniencia, los monopolios de prensa buscan deliberadamente ocultar sus acciones y los crímenes de asesinatos de sus líderes cometidos por el latifundio y las fuerzas policiales, especialmente en lo que respecta a la Liga de Campesinos Pobres (de hecho, el actual comandante general de la PM de Rondônia también trata así a la LCP, y confesó en un video que decide no seguir la ley en relación con la lucha por la tierra). Mientras tanto, los grupos de extrema derecha, paramilitares y pistoleros como los de “Invasión Cero”, actúan impunemente en la eliminación física y destrucción de las áreas campesinas e indígenas, como lo hicieron nuevamente contra el pueblo Parakanã, en el sur de Pará. No hay espacio para ilusiones; la revolución agraria se enfrenta al fascismo latifundista armado hasta los dientes en