
La Cause du Peuple – Le Pen, inelegibilidad y corrupción burguesa
A continuación compartimos una traducción no oficial de un artículo publicado por La Cause du Peuple.
El 31 de marzo, el Tribunal Penal de París emitió una sentencia de 152 páginas que declaró culpables a los principales líderes de Agrupación Nacional (RN) por malversación de fondos públicos a nivel europeo. Nueve eurodiputados y 12 asesores parlamentarios recibieron diversas penas, pero fue Marine Le Pen quien acaparó los titulares con su infame “inelegibilidad”, una prohibición para presentarse a elecciones durante cinco años… es decir, hasta 2030, mucho después de las próximas elecciones presidenciales en 2027.
La inelegibilidad de Le Pen y lo que significa políticamente
Todos los medios burgueses y partidos políticos estaban en un alboroto tras este anuncio. De hecho, es una gran noticia en un país que sabe que la única elección que importa es la presidencial. Le Pen, líder de la franja más reaccionaria de la burguesía francesa, era claramente la candidata esperada, en una primera vuelta que parecía un resultado seguro y una segunda vuelta contra uno de los múltiples avatares de Macron. Y el 31 de marzo, ese escenario se desvaneció.
Sin embargo, el júbilo de los otros partidos burgueses no fue universal: Bayrou dijo que estaba “inquieto”, mientras que Mélenchon afirmó que las derrotas políticas deberían ocurrir ante el pueblo y no ante los jueces. ¿Por qué? Simplemente porque estos caballeros tienen, en mayor o menor medida, casos similares pendientes sobre ellos o sus aliados políticos. Porque lo que se ha acusado a la RN no es hacer trampa al tomar dinero público para pagar a su personal; ¡todos hacen eso! Se trata principalmente de haberlo hecho mal, de haberlo encubierto mal y de no estar en el poder. Hay muchos arreglos entre amigos en la política: el Parlamento Europeo, que es el enemigo de hoy, fue el amigo de ayer de Marine Le Pen: cuando se trató de regularizar el salario de su guardaespaldas Thierry Légier, ella declaró que la UE había aceptado un pequeño arreglo salarial.
La burguesía está, por lo tanto, dividida entre la incomodidad de algunos, que temen sufrir la misma pena, y el asqueroso triunfo de otros, que no son ajenos a los trucos sucios sino que ahora están aprovechando una gran oportunidad creada por la eliminación legal de un oponente político. Pero en realidad, estas dos actitudes son dos caras de la misma moneda: la de una clase cuyos principios fundamentales han sido desentrañados y utilizados en su contra, y donde la política se ha convertido en una intriga judicial, ya sea en el sistema de justicia o en el palacio.
La campaña para 2027 ya ha comenzado. La RN y sus aliados continúan respaldando la candidatura de Le Pen, ya que ella es la única figura con algún peso. Bardella está a la espera. La aceleración de la fecha de la apelación a un año antes de las elecciones (verano de 2026) es una prueba concreta de que la justicia en Francia no es la misma para todos, que además de la ausencia de igualdad de hecho ante la ley, ya no hay igualdad en derechos tampoco. Vamos, aquellos de nosotros que hemos tenido nuestros permisos de conducir confiscados o que estamos enfrentando procesos legales contra nuestros empleadores, ¡exijamos una aceleración del juicio! Se reirán en nuestra cara. Pero si tu nombre es Le Pen, ¡se cumplen tus deseos! La política de extrema derecha ni siquiera espera ser absuelta en este caso; simplemente quiere llegar a un acuerdo con el tribunal para evitar ser inhabilitada para presentarse a elecciones, al menos hasta 2027.
Así, aquellos que creen que la legitimidad o el futuro político de Le Pen están ahora en ruinas y que podrán jugar a ser gallinazos sobre su cadáver están jugando un juego peligroso. La RN mantiene su propósito y su líder parlamentario. A los ojos de las masas, no es la integridad de los otros miembros electos en relación con Le Pen lo que sale fortalecido de este asunto, sino más bien el asco hacia los políticos “todos corruptos” y la desconfianza hacia la justicia burguesa.
El revolucionario alemán Friedrich Engels, en una carta a Konrad Schmidt, explica cómo se desarrolla el derecho burgués y una institución judicial en los países capitalistas, entrando periódicamente en crisis entre los principios codificados del derecho y la clase a la que sirve: “En un Estado moderno, el Derecho no sólo tiene que corresponder a la situación económica general, ser expresión suya, sino que tiene que ser, además, una expresión coherente en sí misma, que no se dé de puñetazos a sí misma con contradicciones internas. Para conseguir esto, la fidelidad en el reflejo de las condiciones económicas tiene que sufrir cada vez más quebranto. Y esto tanto más raramente acontece que un Código sea la expresión ruda, sincera, descarada, de la supremacía de una clase: tal cosa iría de por sí contra el «concepto del Derecho». Ya en el Código de Napoleón [2] aparece falseado en muchos aspectos el concepto puro y consecuente que tenía del Derecho la burguesía revolucionaria de 1792 y 1796; y en la medida en que toma cuerpo allí, tiene que someterse diariamente a las atenuaciones de todo género que le impone el creciente poder del proletariado. Lo cual no es obstáculo para que el Código de Napoleón sea el que sirve de base de todas las nuevas codificaciones emprendidas en todos los continentes. Por donde la marcha de la «evolución jurídica» sólo estriba; en gran parte, en la tendencia a eliminar las contradicciones que se desprenden de la traducción directa de las relaciones económicas a conceptos jurídicos, queriendo crear un sistema armónico de Derecho, hasta que irrumpen nuevamente la influencia y la fuerza del desarrollo económico ulterior y rompen de nuevo este sistema y lo envuelven en nuevas contradicciones (por el momento, sólo me refiero aquí al Derecho civil).”
Así, las asociaciones y sindicatos que llaman a la gente a manifestarse en apoyo de la decisión judicial, o los activistas que celebran la derrota de Le Pen, están equivocados: no entienden que la crisis legal se ha convertido en una crisis política. Creen que la justicia aún lleva la máscara de la imparcialidad. Pero esa máscara ha caído. Por eso, solo unos pocos cientos de personas en toda Francia respondieron al llamado para “defender la justicia”.
La inelegibilidad de quienes roban del erario público es un buen principio defendido en palabras por toda la burguesía: ¿quién no ha visto los archivos de Le Pen pidiendo una pena de cadena perpetua, declarando que el FN era el único que no había robado nunca? Pero como dijo Engels, hoy existe una contradicción entre las relaciones económicas y los principios legales, y ahora que esto realmente está afectando a una parte de la burguesía, el sistema se está desmoronando. Esto es aún más político en Francia, donde los fiscales no son independientes, sino que están directamente subordinados al Ministerio de Justicia y, por lo tanto, a una autoridad política. ¿Qué proletarios, sean cuál sean sus principios, se pondrían instintivamente del lado de un fiscal? ¡No muchos!
Corrupción generalizada y el papel de la justicia burguesa
Así, lo que revela esta decisión judicial no es solo un asunto legal, o solo superficialmente. Lo que hay detrás es otro episodio de la crisis política desencadenada por la reestructuración del Estado burgués por parte de Macron, que se ha extendido a todas las instituciones políticas desde la disolución de la Asamblea Nacional.
El sistema de justicia burguesa, por lo tanto, no es un árbitro por encima de la contienda política; está sujeto a la crisis general que enfrenta el imperialismo francés, que se manifiesta en los temblores que sacuden todo el estado bajo la presión de las masas (la lucha por las pensiones, las grandes revueltas vecinales por Nahel, etc.) y sus propias contradicciones.
La exposición del sistema judicial ante las masas por lo que es, es decir, una institución política de la burguesía, produce lógicamente dos resultados ambivalentes. Por un lado, refuerza la contradicción de una parte de las masas contra la burguesía en su conjunto, porque vemos que los altos niveles del Estado e incluso el sistema judicial están empapados de corrupción, y eso es lo principal. Es perfectamente normal que la mayoría de las masas que odian la política de Le Pen se sientan contentas con su condena, así como lo estarían con los problemas de cualquier reaccionario.
Por otro lado, en segundo lugar, las masas que votan por la RN ven esto como una maniobra burda para evitar que Le Pen se presente, y su oposición al “sistema” se fortalece. Pero la RN no puede capitalizar estos resultados, y lo sabe: su patético mitin en la Place Vauban en París no fue un movimiento masivo, y sueña con ser el Partido del Orden, por lo que no puede agitar la furia de las masas. Es su verdadera naturaleza, archirreaccionaria, la que dicta esta línea.
Echemos un buen vistazo a lo que está sucediendo en Francia: vivimos en una república de convictos, donde el expresidente Sarkozy se enfrenta a siete años de prisión, donde Le Pen ha malversado millones, donde el secretario general del Elíseo, Kohler, se niega a ir al Senado para ser interrogado sobre un escándalo de salud que involucra al monopolio de Nestlé. Sin embargo, ninguno de ellos está encerrado en prisión, mientras que los que se alzaron en junio de 2023 están cumpliendo sus penas por rebelarse. Esto es un recordatorio de que el Estado burgués no está ahí para servir al pueblo. Es fundamentalmente una máquina para reprimir a los pobres. Pero al decir esto, no estamos yendo más allá de lo que la burguesía dice cuando quiere recortar presupuestos y reducir el Estado a sus funciones reales de ejército, policía y ley. No, para el marxismo, el Estado burgués es también una inmensa oportunidad de enriquecimiento privado para la burguesía, una máquina a su servicio personal.
Marx describió Francia en los 1840 como exponemos a continuación: “Dado que la aristocracia financiera hizo las leyes, estuvo al frente de la administración del estado, tuvo el mando de todas las autoridades públicas organizadas, dominó la opinión pública a través del estado de cosas actual y a través de la prensa, la misma prostitución, el mismo engaño descarado, la misma manía de enriquecerse se repetía en cada esfera, desde la corte hasta el Café Borgne, enriquecerse no por la producción, sino apropiándose de la riqueza ya disponible de otros. Enfrentándose en cada momento a las propias leyes burguesas, se manifestaba una afirmación desenfrenada de apetitos insalubres y disolutos, particularmente en la cima de la sociedad burguesa: deseos en los que la riqueza derivada del juego busca naturalmente su satisfacción, donde el placer se vuelve disoluto, donde el dinero, la inmundicia y la sangre se entrelazan. La aristocracia financiera, en su modo de adquisición así como en sus placeres, no es más que el renacer del lumpenproletariado en las alturas de la sociedad burguesa.”
Podemos ver claramente cómo esto muestra, en una forma mucho más desarrollada hoy en día, la corrupción generalizada que reina en Francia casi dos siglos después. La burguesía imperialista en la cima del Estado intercambia personal entre los sectores público y privado para acumular fortunas y hacer negocios: todos conocen el pasado de Macron como banquero, Alexis Kohler, mencionado anteriormente, dejó el Elíseo el mes pasado para ir a Banque Société Générale, y hay muchos otros ejemplos. Cuando no estás en el poder, como todos los Partidos de la oposición, te contentas con pagar asesores falsos con fondos de este o aquel parlamento o ayuntamiento, malversando unos pocos millones. Todos los Partidos son culpables de esto, pero vivimos en una sociedad que no reconoce el crimen de cuello blanco.
Todo está al revés: la figura emblemática de la burguesía francesa al comienzo de la Quinta República fue De Gaulle, un militar incorruptible, por encima de los Partidos, por encima de la ley, al frente de un Estado de burócratas y funcionarios. Esa era la imagen oficial. Por supuesto, había trapos sucios del SAC (Servicio de Acción Cívica, una milicia gaullista secreta), pero los políticos tenían que seguir las reglas. Ahora, al final de su reinado, la burguesía francesa (¡y europea!) admite abiertamente su corrupción, porque la ha legalizado y regulado. Es la propia matriz del Estado burgués. Entonces, ¿una condena para Le Pen? No la hace más deshonesta que Macron o Philippe.
El verdadero funcionamiento de la máquina del Estado burgués
Cuando profundizamos en el asunto, rápidamente nos damos cuenta de que la crisis no es una de “estado de derecho” o de la “república de jueces”, para usar el sinsentido que nos han servido varios Partidos. Solo un prejuicio pequeño-burgués puede tomar la ley como el corazón del asunto. No, se trata de un verdadera agitación político de una clase burguesa en proceso de descomposición. La contradicción fundamental en nuestra sociedad es la que existe entre la burguesía y el proletariado de Francia, y es esta contradicción la que impulsa todo lo demás, incluida la oposición entre facciones de la burguesía. La crisis política que se ha estado desarrollando durante varios años en una crisis de régimen es, de hecho, el producto de la lucha de clases, porque las masas ya no consienten vivir “como antes”, su situación diaria se está deteriorando, y su movilización de miles en todas las formas y en todos los niveles está preocupando a la burguesía. Las políticas antipopulares se están multiplicando porque el tiempo apremia. La burguesía imperialista francesa está obsesionada con prepararse para la guerra. Debe reestructurarse lo más rápida y decisivamente posible, creyendo que puede evitar la crisis lanzándose de cabeza en las políticas más reaccionarias posibles. En este juego, la colusión de Le Pen con Rusia no representa actualmente a la mayoría de la burguesía francesa, aunque sí tiene una base económica y social histórica.
La burguesía francesa es un reflejo de su base económica. Para sus representantes que luchan en los Partidos, la crisis es un período de oportunidades, siendo el premio final la posición más alta en el Estado. Antes de las elecciones presidenciales de 2027, habrá elecciones municipales en 2026, donde los pequeños reyes locales se enfrentarán; esto servirá como un ensayo antes de la verdadera batalla por el trono. Pero, como una cesta de cangrejos, al eliminarse entre sí y exponer sus escándalos y triquiñuelas, solo sirven para ensuciar toda la farsa electoral y parlamentaria.
En resumen, lo siguiente debe recordarse del asunto Le Pen:
- No se trata de una crisis legal, y no debemos unirnos a los temores aterrorizados sobre el “trumpismo” y la crítica de la “justicia política” por parte de Le Pen y otros. La justicia burguesa se está revelando por lo que es, porque hay una contradicción entre los principios del derecho y la situación económica concreta del imperialismo francés. Este episodio de la crisis es, por lo tanto, político. No debemos defender ciegamente la justicia burguesa, sino revelar su carácter de clase.
- La burguesía se cae a pedazos por la dominación exclusiva de una facción sobre el Estado para acelerar la marcha reaccionaria hacia la guerra interna y externa. Cualquiera que sea el futuro personal de Le Pen, la RN desempeñará su papel en servir a la reaccionarización del Estado burgués, tanto en la oposición como en el poder. Esto corresponde a la situación en declive de la gran burguesía francesa a nivel nacional y global.
- La corrupción y la malversación son la verdadera base económica de toda la política burguesa y de cada Partido parlamentario en Francia, desde los niveles más bajos hasta los más altos escalones del Estado. Los monopolios, ya sean estatales o privados, tienen a sus hombres al frente del Estado.
- Las masas rechazan el Estado burgués, y cada escándalo alimenta su ira. La RN no puede movilizar a las masas con esta ira mientras quiera hacerse con la Quinta República en lugar de atacarla.
El proletariado de Francia no está descubriendo la corrupción de la burguesía con los ojos de un recién nacido; ha sido consciente de ello durante décadas, y es una cultura política bien establecida. Pero sus ilusiones sobre el Estado burgués se están desvaneciendo a medida que ve en los hechos, día a día, la acción real del poder de la burguesía sobre el proletariado y sobre el país en su conjunto. Cada vez más, el rechazo hacia los políticos corresponde a un rechazo del Estado burgués, es decir, a un rechazo de la burguesía. No hay una clase política en Francia, hay políticos burgueses, así como hay financieros y periodistas. Algunos se transforman en otros, se intercambian sombreros, y la única constante es que la situación de las masas empeora mientras otros se enriquecen. Ahora hay un enorme campo de acción que se abre cada día para denunciar abiertamente todas las mentiras de la clase dominante y avivar las brasas de cada revuelta contra el arbitrariedad con el viento fresco de la revolución socialista. Es la única fuerza capaz de destruir la máquina infernal del Estado burgués y reconstruir sobre sus cenizas un nuevo poder incorruptible: la dictadura del proletariado.