
Editorial de AND: El golpismo está solo “entregando los anillos”
Compartimos una traducción no oficial del último Editorial de A Nova Democracia.
La denuncia de la Procuraduría General de la República (PGR) del 18 de febrero demuestra dos puntos importantes: primero, que la tendencia principal es a la prisión de Jair Bolsonaro; segundo, que se está realizando aquel famoso movimiento de “entregar los anillos para no perder los dedos” en relación a las Fuerzas Armadas reaccionarias, pero no puede librarse de toda la responsabilidad.
Llama la atención por ejemplo que, de los 34 denunciados por la PGR, 24 sean oficiales en activo o de reserva del Ejército y de la Marina; que de esos 24 oficiales militares, estén seis generales y un almirante de escuadra. Destaca, por ejemplo, la presencia ilustre de Estavam Theóphilo Gaspar de Oliveira, general que entonces dirigía el Comando de Operaciones Terrestres del Ejército, por tanto, responsable de las Fuerzas Especiales, los “kid pretos”, especialistas en golpes de Estado por crímenes cometidos al pueblo de Haití en la misión del ejercito brasileño en la ocupación imperialista de ese país y acción anticomunista. Se tiene también que destacar que, según la PGR, el “núcleo esencial”, el comando de los preparativos de ruptura de la orden constitucional, contaba con siete miembros, de ellos, cuatro eran oficiales militares de la más alta patente de cada fuerza: Almir Garnier, Augusto Heleno, Walter Braga Neto y Paulo Sérgio Nogueira.
A pesar de ello, la «brillante» conclusión a la que ha llegado el procurador Paulo Gonet es que «el propio Ejército fue víctima de la conspiración». Tal tesis significa que alguien es el agresor y la víctima de sí mismo. Como si la visible presencia de militares en la denuncia no fuera suficiente, tal tesis sigue siendo tan estúpida porque ignora que los preparativos y conspiraciones de noviembre de 2022 no nacieron en medio del gobierno de Bolsonaro, sino antes, y el nacimiento fue el Alto Mando del Ejército como institución. Quien comenzó a utilizar al Ejército como fuerza política para disputar con los demás el rumbo del país, y utilizando como argumento las amenazas y chantajes de una futura intervención militar si no se obedecían, fue el comandante de la fuerza, general Villas-Bôas cuando, en 2015-16, hizo pronunciamientos públicos al respecto y una amenaza directa a la ministra del Tribunal Superior de Justicia, Rosa Weber, que no conceda una medida cautelar para la liberación de Luiz Inácio; en ese momento, Bolsonaro era el diputado federal que agitaba la urgencia de un golpe militar y al mismo tiempo su candidatura a la presidencia, soñando con surfear la ola anticomunista que estaban creando las trompetas de la Rede Globo, en forma de repudio al PT, y con el aliento de las llamadas declaraciones golpistas emitidas por el Alto Mando del Ejército.¿Quién no recuerda el discurso de Villas-Bôas, o de Hamilton Mourão, ambos en 2017, en la Logia Masónica, en el que presentaron el plan de intervención militar del Alto Mando: «legalidad, estabilidad y legitimidad», actuando como «protagonista silencioso»?
La cobarde tesis de la PGR, de que el Ejército no tuvo nada que ver con la efusión de las provocaciones golpistas, es el mismo apaciguamiento que el gobierno ha practicado con los generales en su tesis de que las Fuerzas Armadas reaccionarias son el «Poder Moderador» de la república. El Alto Mando ha cometido en los últimos 10 años, numerosos crímenes en el marco de su intervención militar en la vida política nacional, que se habían escalado a medida que se agudizaba la crisis política y la descomposición del viejo Estado, y que ellos mismos reconocen que, en el punto máximo de ésta, «se verán obligados» a realizar una intervención total.
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La detención de Bolsonaro, dada la cantidad de pruebas presentadas, es la principal tendencia, y se está llevando a cabo como el desbordamiento de un río para limpiar la imagen de las Fuerzas Armadas reaccionarias y mostrar la «fuerza» de la decrépita democracia burguesa. Esto no significa un castigo para los golpistas: primero, porque ser arrestado no significa cumplir la condena, y Bolsonaro ya está trabajando para salir lo más rápido, si llega a ser arrestado, para eso necesita seguir siendo un líder activo como fuerza centrípeta de la derecha, con peso en su base social fascista movilizada, y evitar que otros se la arrebaten. La historia reciente muestra que la Corte Suprema, que es una instancia jurídica y política al mismo tiempo, por lo tanto, termina, más que en otros países, volátil a las presiones de las disputas entre los grupos de poder de las clases dominantes. Y, a su vez, no será ningún castigo para el golpe, en la medida en que la cuna del golpe y su cerebro desde el inicio de este proceso, el Alto Mando de las Fuerzas Armadas, saldrá no solo intacto, sino con las manos limpias. Darán la imagen de que resistieron las presiones de Bolsonaro; que fueron atacados; que fueron chantajeados, pero que al final eligieron la democracia y, por lo tanto, merecen respeto. La realidad, sin embargo, es que la fuerza que reanudará la ofensiva golpista tan pronto como se restablezcan las condiciones favorables se está preservando: una aguda crisis política e institucional, reactivación de las movilizaciones de la base social fascista y la existencia de un movimiento revolucionario en el campo que es suficiente para amenazar la relativa estabilidad del viejo orden social.
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Las fuerzas revolucionarias y democráticas deben avanzar sin miedo en la lucha revolucionaria. La situación actual, en particular de descabezamiento de la extrema derecha y de desmoralización inmediata de las Fuerzas Armadas reaccionarias en términos de su carácter de clase burguesa-terrateniente y proimperialista, ofrece grandes posibilidades para avanzar, en el campo, en la toma de tierras para quienes viven y trabajan en ella y para asestar un golpe contundente a las hordas paramilitares de la extrema derecha terrateniente y bolsonarista y desmantelarlas; en las ciudades, la lucha por la vivienda, la resistencia económica de los trabajadores y la autodefensa activa contra las agresiones de bandas paramilitares como «Invasão Zero» u operaciones genocidas contra los pobres; la lucha por una educación pública, gratuita y de calidad, por la democracia universitaria y por las condiciones para estudiar y aprender. La desmoralización del gobierno del oportunismo y de la derecha liberal aumenta las posibilidades de arrastrar a las capas activas del movimiento popular, desprendiéndolas de la camisa de fuerza del oportunismo y el revisionismo. El potencial revolucionario de la situación actual será o tomado por la revolución, o será arrebatado mañana por los embellecedores de la vieja democracia burguesa, los oportunistas o los fascistas.