AND: Editorial – ¡Muerte al boslonarismo y al fascismo!
Publicamos una traducción no oficial del último Editorial de A Nova Democracia.
Los ataques con bombas en la Plaza de los Tres Poderes, en Brasilia, en la semana previa al G20, cambiaron el cálculo de todas las fuerzas políticas. Francisco Wanderley, de 59 años, un bolsonarista criminal, parece haber obstaculizado a Bolsonaro más que haberlo ayudado: ahora, la PEC de Amnistía para los golpistas, que parecía estar ganando impulso, se enfrentará a graves obstáculos en su tramitación. Al fin y al cabo, el autoexterminio, motivado directamente por razones políticas y vinculado a las movilizaciones de la extrema derecha bolsonarista, es algo muy difícil de disociar de la tramitación de la PEC.
Ahora, con la información ya más consolidada, está claro que fue un acto de un “lobo solitario”, pero no se trata ni mucho menos de un hecho aislado. Primero, porque el criminal estuvo involucrado con otros bolsonaristas, ya sea de manera organizada o a través de grupos virtuales, en los que se juntan todos los retazos de la política oficial de una sociedad enferma y donde realizan una suerte de autoexhortación fascista. Entonces el grado de radicalización ideológica y política del llamado “hombre-bomba” es una expresión, más o menos, de la base social promedio que moviliza la extrema derecha bolsonarista –y el factor que produce más variaciones es el estado mental de sus componentes, como en este mismo caso. En segundo lugar, no es un hecho aislado porque es resultado de las agitaciones y acciones de grupos bolsonaristas militarizados que promovieron todo tipo de ataques después de las elecciones de 2022, que resultaron en el 8 de enero de 2023.
Además, el episodio muestra el fracaso de la “pacificación”, tan prometida por el actual gobierno, tras las elecciones. Cobardemente, el gobierno prefirió no castigar a los altos mandos militares golpistas; prefirió mimarlos y elogiarlos por no haberse “embarcado” en una ruptura institucional, cuando el permanente estado de amenazas a las libertades democráticas y la ya de por sí degradada situación institucional los tienen como principales promotores. Esta situación, insistimos, tuvo y tiene en los altos mandos militares sus principales responsables, por, desde 2015 con la “Operación Lava Jato”, haber desencadenando una ofensiva contrarrevolucionaria preventiva, profundizando la deformación de la estructura institucional y ejerciendo, desde entonces, la tutela sobre toda la vida política del País, como la destitución de Dilma, la transformación de Temer en un mero fantoche, la imposición de la presencia de un general en el gabinete del presidente del STF, así como de un militar como ministro de Defensa, amenazando al presidente del STF, Weber, con no conceder el habeas corpus a Luiz Inácio, todo esto, antes del gobierno de Bolsonaro. Ya en el gobierno de Bolsonaro, fueron estos altos mandos los que apoyaron las acciones criminales de Bolsonaro en el genocidio de más de 600.000 personas de nuestro pueblo en la pandemia del covid-19, en la injerencia del TSE en un supuesto fraude electoral en el sistema de voto electrónico, en una aparente vista gorda ante el caos del 8 de enero de 2023 y la manipulación real de aquella bolsonarada para chantajear al incipiente gobierno, así como otras amenazas veladas.
Además, todos los bandidos bolsonaristas, la escoria de la reacción fascista, que en los últimos 10 años se han excitado frenéticamente con el sueño de que las Fuerzas Armadas tomen el control del País y regresen a un régimen militar terrorista anticomunista, al ver la conciliación de la falsa izquierda, sólo puede redoblar su espíritu y tomar acción e imponer a los hechos su agenda y los cambios que preparan y, así, asegurar la instalación de su régimen militar de extrema derecha y fascista. Esto, ahora, no sólo era predecible sino lógico. Y son las reaccionarias Fuerzas Armadas, su Alto Mando, los principales responsables, junto con Bolsonaro, de éste y otros episodios protagonizados por sus infames seguidores. Al fin y al cabo, no fue el Alto Mando quien, desde el principio, alentó e instigó a las “gallinas verdes”, creando un “movimiento de derecha”, de hecho, falanges fascistas y grupos paramilitares, alimentando sus esperanzas de retorno de del régimen militar, como la llamada “Invasão Zero” que hoy aterroriza al campo con sus ataques armados y criminales contra campesinos, indígenas y quilombolas que luchan por la tierra y defienden sus territorios?
La realidad es que, si no fuera por el aislamiento político de la extrema derecha provocado por el 8 de enero de 2023, el país habría pasado los últimos 20 meses bajo un acoso constante por parte de estos grupos armados bolsonaristas. Es necesario decir lo obvio: la base social bolsonarista, ese 25% que siempre aprobó el gobierno de Bolsonaro incluso en el punto álgido de su desmoralización, y de donde fueron reclutados los agitadores y las hordas paramilitares fascistas, no se apaciguó y no paró de “radicalizarse”. El gobierno, que se autodenomina “de izquierda”, también juega otro papel nocivo en la lucha de nuestro pueblo al conciliar y apaciguar a la derecha militar hegemónica en el Alto Mando de las Fuerzas Armadas y a estas otras hordas, lo que sólo resulta en alimentar y nutrir a los criminales contra nuestro pueblo, vean lo que aumenta en el campo.
Los revolucionarios y los amantes de las libertades democráticas en general deben comprender que o se combate, implacable e incondicionalmente, o el bolsonarismo organizado, armado y alentado lo suficiente para seguir con su retórica de engaño y acciones criminales contra el pueblo; o no se podrá defender ninguna causa progresista. El epicentro de la lucha, donde se encuentran los bolsonaristas más armados y organizados, más alentados y violentos, no está en Brasilia sino precisamente en las zonas rurales; Allí, cada día más se confronta de forma cruda el bolsonarismo, es decir el latifundio y sus “gallinas verdes” de pistoleros y paramilitares, se enfrentan, cada día más brutalmente, a las masas campesinas, especialmente aquellas organizadas y dirigidas por la línea proletaria de la Revolución Agraria. La guerra campesina revolucionaria, dando saltos en la fuerza como condición para no ser aplastada por los paramilitares bolsonaristas (apoyados por instituciones “democráticas” y gobiernos “progresistas”), que envían sus tropas asesinas en nombre del “Estado Democrático de Derecho”, será la contraofensiva de antifascistas, revolucionarios y verdaderos demócratas contra los sinvergüenzas bolsonaristas. Para ello es urgente incrementar la propaganda de la Revolución Agraria en el campo y en las ciudades: ¡Guerra a las hordas paramilitares bolsonaristas! ¡Viva la Revolución Agraria! ¡Viva la democracia popular!
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La lucha contra la escala 6×1, tomada por las propias masas, es la lucha práctica de resistencia a la “Reforma Laboral”. Respecto a la medida de Michel Temer, Luiz Inácio, que tan mal habló cuando era candidato, ahora se calla, manteniendo y agravando los ataques a los derechos de los trabajadores, mientras defiende y promueve el “recorte de gasto”, en definitiva, la prescripción inalterada del imperialismo en los últimos años. décadas. Ante la capitulación total de la falsa izquierda electoral oportunista –en la práctica y hasta en el discurso– el movimiento obrero clasista y combativo ya enarbola la bandera de la necesaria Huelga General de Resistencia Nacional; parar la producción, el comercio, el transporte y toda la cadena de circulación, contra la escala de 6 x 1 y por la derogación inmediata de la “Reforma Laboral” y la “Reforma de Pensiones”. Por supuesto, tal salto en la lucha obrera requiere un largo camino de preparación, que, para su éxito, requiere una lucha tenaz contra el oportunismo pelego y el sindicalismo amarillo que domina las centrales sindicales y la mayoría de las direcciones sindicales. Además, es obvio que requiere un programa objetivo y claro de las demandas más sentidas de las masas trabajadoras, de sus derechos de organización y manifestación y de defensa de la democracia popular.
Ésta es precisamente la demanda de la lucha proletaria por la resistencia económica y por los derechos: movilización independiente, que levante contingentes crecientes de masas para luchar, levantando trincheras en defensa de las libertades democráticas. Demócratas y progresistas debemos levantar a las masas por la derogación de la escala 6×1, la “Reforma Laboral” y la “Reforma de Pensiones” agitando la consigna del movimiento obrero clasista y combativo: ¡Por una Huelga General de Resistencia Nacional!