AND: Editorial – Los acontecimientos de la historia sólo se repiten como farsas
Publicamos una traducción no oficial del artículo de A Nova Democracia.
El fortalecimiento no será más que una posible victoria para un próximo mandato. La crisis es tal que todo conduce a la desintegración política dentro de las clases dominantes yanquis.
Aunque no todo está sobre la mesa respecto a los episodios del 13 de julio que involucraron a Donald Trump, una cosa ya se desprende de la información que ha salido a la luz: hubo “manos ocultas” que gestionaron esta maquinación, desde atrás. Cabe preguntarse: ¿cómo podría un joven de 20 años acercarse a 150 metros de la plataforma de campaña de un candidato presidencial y ex presidente, con un AR-15, después de haber atravesado en teoría el cordón de seguridad del FBI y de la policía local, haberse subido a una techo que no llega a los dos pisos de altura, con vista completa de su objetivo, habiendo sido captado por las cámaras y por el público que avisó a la seguridad del evento (!!!) y, aun así, el “servicio secreto” yanqui no lo vio ¡¿¡¿a él?!?! ¡Vamos, ni hablar! Los agentes del imperialismo yanqui podrán ser estúpidos, pero no son ciegos. En este sentido, quien fuera el promotor de la estafa y sus intenciones, no cambia el hecho de que un hecho como este no sería posible, de esta manera, sin “manos ocultas” que al menos lo facilitaran.
De hecho, el resultado inmediato es el fortalecimiento de la campaña de Donald Trump y la presión sobre la candidatura de Joe Biden, pero en perspectiva, podría forzar la única situación en la que los “demócratas” tienen posibilidades: un cambio de candidato. Biden necesitaría demostrar una enorme sagacidad para sortear políticamente la situación, ya que para revertirla tendrá que desmoralizar a Trump y, al mismo tiempo, no atacarlo, en primera instancia: esto sólo reforzaría su posición de víctima. A su vez, otro candidato “democrático” podría aparecer como un “neutral”, que quiere pacificar el país, y estaría en mejores condiciones de lograrlo; este es otro elemento de presión sobre Biden, que gana las elecciones sólo gracias a un milagro, según los propios analistas burgueses. Además, para Trump, el principal resultado positivo de este acontecimiento es que despierta a una masa de estadounidenses identificados con sus valores ultrarreaccionarios a votar en estas elecciones: el mayor obstáculo, para ambos candidatos, es el aumento de los boicots electorales, y esto pesa más en contra de Trump, cuyo electorado suele tener mayores índices de abstención electoral.
Quienquiera que haya sido el autor intelectual y organizador de esta estafa – porque no hay duda de que efectivamente fue una estafa – colocó a Trump en la posición de Gustav III, de Suecia: superviviente de un ataque en 1792, no hizo más que fortalecerse. Pero Trump no es Gustav III, y cualquier fortalecimiento no será más que una eventual victoria para un próximo mandato. El grado de profundidad de la crisis general de descomposición del imperialismo es tal que, desde el estancamiento de la economía hasta el grado de explosividad de la protesta popular, todo conduce a la desintegración política dentro de las clases dominantes, al agotamiento de sus ataques, a la desmoralización de sus representantes políticos y crisis cultural e ideológica de su vieja sociedad. Este hecho en sí no es más que un síntoma del grado de división al que ha llegado la burguesía imperialista yanqui, en su desenfrenada carrera por mantener sus posiciones en el plano internacional, acosada por sus contendientes imperialistas en todos los continentes y por las guerras populares en Perú, India, Turquía y Filipinas, y la liberación nacional en Palestina, Yemen y vastas zonas de Medio Oriente; e internamente, debido a una situación de explosividad general de las masas trabajadoras, principalmente negras e inmigrantes, agotadas por la máxima explotación y el chauvinismo brutal, envueltas todas en un descontento generalizado con la democracia burguesa enganchada a los cañones del complejo industrial-militar (este, sí, verdadero centro de decisión del país). Así es el imperialismo yanqui, un gigante con pies de barro, que cuanto más monopólico y aparentemente poderoso, más pesado se vuelve y, por tanto, más predecible su caída.