AND: Editorial – Lanzar una ola de huelgas de ocupación en defensa de la Educación pública

Publicamos una traducción no oficial de la Editorial de A Nova Democracia.

A los profesionales de la educación en huelga deben sumarse con la máxima fuerza las masas de estudiantes, además de otros obreros, adoptando la táctica más avanzada en la lucha contra el desguace y la privatización: la huelga de ocupación.

El 10 de noviembre de 2022, en plena campaña electoral, el actual presidente de la república fue contundente en el micrófono al referirse a las restricciones fiscales que perjudican los servicios públicos. “¿Por qué se hace sufrir a la gente por garantizar la estabilidad fiscal en este país? ¿Por qué la gente siempre habla de la necesidad de recortar gastos? ¿Es necesario crear superávits y techos de gasto?” Rodeado de un público bien alimentado, en el Centro Cultural Banco do Brasil (Brasilia), fue muy aplaudido, e incluso lloró, al recordar las penurias de su vida. Antes y después de esta jornada, dijo y reiteró que “la educación no es un gasto, es una inversión” y que trataría el tema como una prioridad de gobierno.

El ahora presidente, Luiz Inácio, decidió ignorar el paro federal de la educación, que ya cumplió 90 días (en el caso de los técnicos administrativos). El 27 de mayo, luego de ofrecer ajustes muy por debajo de los requeridos por la categoría, paró las negociaciones abruptamente; hay un vídeo en el que el representante del gobierno, con clara señal de hostilidad y desprecio, les da la espalda a los representantes sindicales. Es más: el gobierno decidió manipular a los huelguistas – sin éxito – firmando un acuerdo con el sindicato blanco del PT, pelego [nota de traductor: sindicalista que defiende los intereses del Estado], que no representa ni una quinta parte de los profesionales. ¡Que feo! ¿Es este tipo de democracia y relación con los trabajadores en huelga lo que el actual gobierno pretendía “traer de vuelta” al país? Bueno, recuerda más a la actitud habitual de Bolsonaro. De hecho, llama la atención que, mientras los profesores y técnicos administrativos de la Educación Federal están a verlas venir, los policías del PF y del PRF, cuadrilla de bolsonaristas, recibieron, este año, incrementos salariales que alcanzaron hasta el 77%, y ni siquiera tuvieron que hacer huelga… En fin, prioridades.

La inflexibilidad del gobierno tiene una razón muy sólida. No hay manera de satisfacer a los insaciables magnates de la oligarquía financiera y, al mismo tiempo, ganarse a las masas populares. El “marco fiscal”, propuesto y aprobado por este mismo gobierno, limita la inversión en servicios públicos, en un creciente proceso de desguace desde 2013, con Dilma, y llevado hasta las últimas consecuencias por el ultraderechista, Jair Bolsonaro. No sólo límites, sólo en abril de este año, el gobierno recortó el financiamiento para Educación en 280 millones de reales, y para Farmacia Popular, que perdió el 20% de sus recursos. Anteriormente, la Ley de Presupuesto Anual para 2024, aprobada el año pasado, ya había retirado 30 millones de reales de los Institutos Federales y 310 millones de reales de las universidades. Esto, sin mencionar el error de partida, al entregar el Ministerio de Educación a un representante de su sector privado. El actual gobierno está llevando a cabo las tareas de eliminar la educación pública y los demás derechos básicos consagrados en la propia constitución que juró defender, como otros gobiernos, pero a cuentagotas: no hay duda de que esto favorece y avala la campaña, cada vez mayor en los monopolios de prensa en los últimos días, debido a la privatización de las universidades.

Si bien es una constante inalterable en la historia del país, no deja de sorprender contrastar la diferencia entre el candidato en campaña y el representante electo; como ilusionistas, hacen promesas con una mano y, con la otra, las reemplazan por medidas perjudiciales para el pueblo, calculadas hasta el más mínimo detalle, con eliminación de derechos, fingiendo ser imperceptibles. Desafortunadamente para los políticos de las clases dominantes, comprometidos con los “poderosos”, las masas no se dejan arrastrar, como antes, por trucos baratos, como lo demostró la poderosa huelga en la Educación federal, incluso frente a la cobarde presión del oportunismo y el sabotaje del gobierno. Queda por preguntarse: ¿cómo pretende este gobierno, que tiene el descaro de llamarse “de izquierda”, “detener el bolsonarismo”, frustrando así a las masas populares, que exigen exactamente lo que se les prometió en la campaña? Una vez más insistimos: el gobierno, cuando intenta conciliar los intereses de clases antagónicas, siempre se inclina hacia las clases dominantes de la gran burguesía y terratenientes al servicio del imperialismo, principalmente yanqui, y en esto no hace más que fortalecer a la derecha ultrareaccionaria y a la derecha extrema. Estas se alimentan del fracaso de la falsa izquierda.

A los profesionales de la Educación en huelga deben sumarse con la máxima fuerza las masas estudiantiles, además de otros trabajadores, adoptando las tácticas más avanzadas en la lucha contra el desguace y la privatización: la huelga de ocupación que movilice a estudiantes, personal técnico-administrativo, docentes y toda la comunidad, para sacudir al gobierno y a sus guardianes con todas sus fuerzas y derrotar todos los intentos abiertos e insidiosos de privatizar la Educación.

Adición: la privatización de más de 200 unidades escolares de la administración estatal, el gobierno de Ratinho hijo, en PR, aprobada el día 3, cuando ya estaba escrito este Editorial, da un paso como experiencia modelo, y demuestra a qué nivel estamos ante la destrucción de la educación pública, la restricción autoritaria del derecho a enseñar y aprender, que traerá consigo la máxima vigilancia represiva y persecución a las organizaciones estudiantiles y al personal docente. No hay duda de que esto provocará una ola de luchas: aquí, tanto como en la lucha por una Universidad pública y gratuita, la táctica de la huelga de ocupación parece urgente. Estos hechos demuestran que, objetivamente, ya sea de falsa izquierda o de derecha, la marcha de las políticas de Estado sigue el camino de la privatización y la reaccionarización en la Educación.

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