Editorial – La condenación del imperialismo

Publicamos una traducción no oficial del editorial de A Nova Democracia.

La crisis general de descomposición sin precedentes del imperialismo, siendo su epicentro el imperialismo yanqui, persiste, tomando su propio camino ineludible hacia el vertedero de la Historia: una cuestión de tiempo.

Donald Trump es el primer ex-presidente del imperialismo yanqui condenado en la esfera criminal. Este es el resultado del juicio que investigó la denuncia de la Promotora, que el ex-presidente promovió fraude comercial para omitir un soborno a una actriz porno, con quien tuvo una aventura; la sentencia oficial saldrá el 11 de julio. Este es, incluso, el caso menos importante que pesa sobre este criminal, investigado o acusado de haber orquestado la famosa invasión al Capitolio el 6 de enero de 2020, además de haber incautado información secreta. Esto, sin embargo, es irrelevante: en cualquier caso, Trump puede disputar las elecciones y, si las gana, gobernar, incluso si está en prisión.

Donald Trump será el candidato de la mafia del Partido Republicano: todos han abandonado la carrera. La otra famiglia demócrata elegirá a Joe Biden. La economía y la inflación, dos temas centrales para el 34% de los votantes estadounidenses, juegan a favor de Trump: el 72% de los votantes considera que las condiciones económicas son “razonables o malas”, y la principal preocupación en el país es el alto coste de la vida (encuesta Pew Research Center). También están los sucesivos fracasos del gobierno de Biden a nivel internacional y sus intentos de garantizar la estabilidad de los intereses imperialistas yanquis se han visto frustrados. Por otro lado, las más de 90 denuncias contra Trump en el sistema judicial desafiarán la capacidad de los especialistas en marketing para cambiar la percepción de la realidad por parte de las masas. De nuevo, lo que queda es el hecho de que, hasta ahora, Trump ha cobrado impulso y amenaza seriamente con ganar las elecciones, y el veredicto de condena, al menos en este caso, no le ha quitado ninguna condición.

La crisis general de descomposición sin precedentes del imperialismo, cuyo epicentro es el imperialismo yanqui, persiste, tomando su propio camino ineludible hacia el vertedero de la Historia: una cuestión de tiempo.

En Medio Oriente, el gobierno yanqui fracasa en su intento de contener los estallidos genocidas de Netanyahu, por un lado, y en golpear y derrotar a la heroica Resistencia Palestina, por el otro. A esto se suman los intentos frustrados de contener a los hutíes en Yemen y frenar la influencia del expansionismo iraní en la región.

(Se dice que el “humanista” Joe Biden, ante la brutal acción genocida de las fuerzas sionistas en Rafah, en la que eliminaron, en un solo bombardeo, a 45 personas a principios de esta semana con bombas fabricadas por EE.UU., habría afirmado que Israel aún no habría superado la “línea roja” establecida por los yanquis con esa acción. Esto lo dice todo de Biden, tan persistente en el genocidio como su rival Trump).

En Asia, Biden asiste al crecimiento de las maniobras militares del socialimperialismo chino en su lucha por retomar Taiwán, lo que sería un duro golpe al plan estratégico del imperialismo yanqui: perder Taiwán significa perder el control sobre el imperialismo japonés, la península de Corea y incluso exigir un realineamiento de fuerzas en esa región, considerada por el “Estado profundo” yanqui como la de mayor importancia estratégica.

En abril, el gobierno yanqui intentó demostrar fuerza y anunció la instalación de misiles terrestres en la región del Indo-Pacífico, en Filipinas, en respuesta a la “creciente militarización china”; días después, permitió que el gobierno de Zelensky utilizara armas estadounidenses en territorio ruso. En respuesta, y buscando también aprovechar sus intereses en Ucrania, el imperialismo ruso anunció que puede utilizar medios nucleares para disuadir al imperialismo yanqui, ya que tales misiles pueden llegar a sus centros de mando, e inició, a finales de mayo, un ejercicio militar nuclear. Aquí está claro que Putin “habla duro” para sentarse a la mesa de negociaciones con una baza de “descuento” sobre el precio para dividir a Ucrania. Por su parte, el imperialismo alemán, buscando reafirmar su hegemonía en Europa, concluyó un importante ejercicio militar en Lituania (cerca, por tanto, de Rusia) y, a través de un oficial militar, afirmó: “Estamos listos para defender cada centímetro de nuestro territorio” refiriéndose a los países miembros de la OTAN.

El desarrollo de la situación mundial, la explosividad de las masas y de la resistencia armada popular y nacional y el incremento de las guerras de rapiña en base a la crisis general de descomposición del sistema imperialista, revelan indiscutiblemente el avanzado y agudo estado de senilidad de este sistema por más luminosas, majestuosas e imponentes que sean sus fachadas. Sin embargo, todavía representa un grave y serio peligro para el mundo, incluyendo confrontaciones nucleares o una nueva gran guerra mundial imperialista. Sin embargo, una guerra mundial no es lo más probable ahora ya que no interesa a ninguna de las superpotencias o potencias, ya que ninguna de ellas ha completado sus preparativos para tal evento y además temen su desenlace dada la magnitud sin precedentes del arsenal atómico de las más grandes de ellas. Este sistema, también condenado, sigue amenazando a la humanidad progresista. Sigue siendo válido, sin embargo, que la principal tendencia histórica y política sigue siendo la revolución, las luchas revolucionarias populares por la liberación nacional en los países oprimidos. Después de todo, sólo la liberación de las naciones oprimidas del yugo imperialista, por un lado, y la transición del capitalismo al socialismo a la esfera planetaria, por el otro, pueden detener definitivamente este riesgo. La atención debe centrarse en el avance de las luchas revolucionarias, en la revolución mundial y no en la guerra imperialista.

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