Desarrollo de la unidad en la lucha de los obreros marroquíes del textil

A continuación compartimos una traducción no oficial de un reporte publicado por La Cause du Peuple.


Trabajadores marroquíes del textil en lucha: de la singularidad de las batallas a la conciencia colectiva hacia la unificación del movimiento y la victoria

Tánger, ciudad espléndida que se extiende entre las olas del Mediterráneo y el ruido de las fábricas, vuelve a estar en el centro de los acontecimientos para escribir un nuevo capítulo en la historia obrera… Un capítulo escrito no con tinta, sino con el sudor de los trabajadores, con su resistencia y su cólera que, poco a poco, se transformaron en conciencia y luego en actos.

En Tánger, el sector textil ya no es sólo un sector económico: se ha convertido en un espejo de todo lo que se aplasta diariamente en nombre de la “exportación”, la “atracción de inversiones”, la “competitividad” y la “competencia”.

Desde hace años, el textil avanza en la ciudad sobre las brasas de la precariedad, con salarios que no alcanzan ni para sobrevivir, trabajo no declarado, una presión cada vez mayor para aumentar la productividad y en la que los trabajadores se parten la espalda y una total falta de controles de seguridad que transforma cada taller en un drama inminente.

No es sorprendente, pues, que la ciudad haya sufrido tantas catástrofes dramáticas: recordemos el ahogamiento de 28 obreros y obreras en 2021 en una fábrica subterránea tras las inundaciones, pero también los repetidos incendios en la zona industrial de Al Majd, en particular en octubre de 2025; por no hablar de la explotación de menores por 4 dirhams la hora en la industria costurera, todo ello acompañado de acoso de todo tipo; por no hablar de las empresas que dejan de pagar abruptamente los salarios de los trabajadores durante varios meses con el pretexto de “retrasos en los pagos de clientes internacionales”.

En esta tierra que pone a prueba cada día la capacidad de los obreros para soportar cada vez más lo intolerable, ha nacido hoy una de las batallas más importantes de los asalariados: la batalla de Namatex.

En noviembre de 2025, la fábrica de Namatex cerró abruptamente sus puertas sin previo aviso. El resultado: ¡ni salarios pagados, ni compensación, ni explicaciones a los trabajadores! Los ingresos de 450 trabajadores se esfumaron de un solo golpe, como si años de trabajo y sudor no fueran más que una página de un libro de cuentas de explotación arrancada sin remordimientos.

Pero los obreros se negaron a ser un número más en el registro de víctimas… Rompieron el silencio y salieron a las calles, pasando de la conmoción a la lucha y la ocupación, del miedo a la confrontación. Se plantaron frente a la villa del inversor extranjero no para suplicar, sino para gritar: “¡Nuestra dignidad no será saqueada como lo ha sido nuestro trabajo!”.

El cierre desató una cólera organizada que se extendió rápidamente. Los obreros no corearon consignas vacías, sino que exigieron derechos claramente definidos, entre ellos:

– el pago inmediato de los salarios adeudados desde el fin de la producción;

– indemnización por su valor razonable en caso de despido colectivo;

– respeto a los derechos sociales garantizados por la legislación laboral;

– la protección de la dignidad y el fin de los abusos;

– la negativa a tratar a los trabajadores como piezas intercambiables que se descartan tan pronto como las ganancias flaquean.

Lo que ocurrió frente a Namatex es un eco de lo que ocurrió en Meknès durante la sentada de los trabajadores de Sicomec, donde más de 500 trabajadores fueron expulsados ​​a la calle según la misma lógica, con la misma retórica: “¡Ya no os necesitamos!”.

Allí, como aquí, la patronal optó por resolver su crisis a costa de los trabajadores. Y allí, como aquí, la respuesta fue la misma: ocupación, rechazo, unidad y lucha.

Por eso no podemos hablar de Tánger sin mencionar Meknès porque la patronal ha reproducido palabra por palabra el mismo escenario, creyendo que los obreros de cada ciudad quedarían aislados, incapaces de comprender que lo que está ocurriendo no es un “cierre administrativo” sino una política sistemática y sistémica destinada a fragmentar la fuerza de trabajo e impedir que cualquier poder colectivo se enfrente a la explotación.

Los obreros de Namatex han aprendido la lección y han sacado las leyes de esta experiencia: cuando el patrón arroja a 450 trabajadores aquí y a 500 en otro lugar, no es sólo la legislación laboral la que pisotea… Pone a prueba la capacidad de resistencia, de lucha y de unidad de toda la clase obrera.

Con las concentraciones frente a la fábrica, la ocupación se convirtió en una verdadera escuela de conciencia de clase: los obreros de otras fábricas acudieron a apoyar la lucha y compartir sus experiencias; algunos descubrieron por primera vez que lo que vivían se repetía en otros lugares; las familias comprendieron que el silencio no protege a nadie y se forjó una nueva conciencia: ¡nuestro destino es común! ¡Nuestro combate también!

En este contexto de lucha abierta, todos han comprendido que el arma más poderosa de la clase obrera no es sólo la protesta sino la convergencia entre luchas para romper el aislamiento y construir una fuerza colectiva que se constituya más allá de cada fábrica y de cada ciudad.

La batalla actual es decisiva porque pone a prueba la capacidad de los obreros para:

– transformar la ira individual en combate colectivo;

– desenmascarar las contradicciones del discurso oficial de la “modernización industrial” que en realidad pretende ser una explotación sin límites;

– recordar que la falta de control y protección social no es un olvido… sino una política orquestada que conduce a tragedias bien conocidas como inundaciones mortales, incendios repetidos y despidos masivos tan pronto como los mercados europeos tiemblan y se tambalean;

– desarrollar una sólida conciencia de clase desde Tánger hasta Meknès y en conexión con todas las ciudades que pronto tendrán que entrar en la lucha.

La batalla de Namatex no es un episodio pasajero en la historia del textil marroquí. Es un espejo que refleja el rostro del sistema explotador y sus inversores, y una ventana a través de la cual la clase obrera percibe su futuro.

La victoria de los trabajadores hoy es una victoria de cada trabajador amenazado de despido mañana.

La cuestión no es sólo de salarios… sino de dignidad.

No afecta sólo a 450 obreros… sino a toda la clase obrera.

No afecta sólo a Tánger… sino a cualquier ciudad donde se construya una fábrica y donde cada persona tenga prisa por producir más y vivir menos.

Mientras la unidad crezca, ninguna fuerza en la Tierra podrá silenciar la voz de los trabajadores cuando decidan corear esta consigna: “¡Nunca más seremos aplastados!”.

La batalla de Tánger y Meknès no es simplemente una serie de protestas o sentadas, sino el comienzo de una nueva conciencia: la clase obrera sólo se protege a sí misma cuando protege a los suyos y sólo triunfa cuando comprende que su destino es indivisible a pesar de toda la diversidad de sus componentes.

¡Hagamos honor a nuestros sacrificios! ¡Generalicemos la lucha y la solidaridad, y avancemos juntos hacia la victoria!

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