Yanquis secuestran tercer navío petrolero de Venezuela

A continuación compartimos una traducción no oficial de un artículo publicado por A Nova Democracia (AND).

Yanquis secuestran tercer navío petrolero de Venezuela; Maduro ordena que la Marina defienda las embarcaciones

El imperialismo yanqui siguió con su ofensiva contra Venezuela al secuestrar este fin de semana otro barco cargado con petróleo venezolano en aguas internacionales. Se trata del tercer petrolero incautado ilegalmente por Estados Unidos en pocas semanas, según denuncias del Gobierno de Nicolás Maduro, que reaccionó ordenando la movilización de la Armada venezolana para escoltar los buques e intentar impedir nuevos secuestros en el Caribe.

La incautación más reciente habría afectado a un buque petrolero, el “Centuries”, y provocó un impacto inmediato en las exportaciones venezolanas de petróleo. Las empresas navieras comenzaron a retroceder ante el riesgo de incautaciones, mientras se intensifica el bloqueo naval impuesto por Estados Unidos, acompañado por el aumento de la presencia militar yanqui en la región del Caribe.

Caracas denunció la acción como “piratería internacional” y violación flagrante del derecho marítimo, afirmando que no existe ninguna autorización legal para que EE.UU. intercepte buques civiles en aguas internacionales. El Gobierno venezolano también llevó el caso a foros diplomáticos, mientras que China se pronunció públicamente calificando la incautación como una “grave violación”, lo que confirma la dimensión internacional de la crisis y el creciente aislamiento de la postura yanqui.

La historia demuestra que tales acciones son la política del imperialismo. Sin una declaración formal de guerra, sin el respaldo de organismos multilaterales y en contravención del derecho internacional, Estados Unidos recurre a la fuerza militar para imponer sanciones, secuestrar activos estratégicos y profundizar el cerco económico contra una nación oprimida, utilizando su poder bélico como instrumento de coerción política.

Este tipo de ofensiva forma parte de una estrategia más amplia de militarización del subcontinente latinoamericano. Bajo el pretexto de “sanciones”, “lucha contra el narcoterrorismo” o “seguridad energética”, Estados Unidos busca consolidar su presencia militar en el Caribe y el Cono Sur, al tiempo que intenta disuadir a rivales imperialistas, como Rusia y principalmente China, y reafirmar su control global sobre rutas estratégicas y recursos naturales.

Además, Venezuela es utilizada como chivo expiatorio para legitimar una política contrainsurgente. El cerco naval, la retórica de la “seguridad” y la ampliación de la presencia militar en países como Perú, Ecuador y Bolivia crean precedentes peligrosos que pueden aplicarse contra otros países de la región, incluido Brasil, sobre todo cuando una de las justificaciones recurrentes del imperialismo yanqui es la supuesta lucha contra las “organizaciones criminales” de origen brasileño.

Ante esta grave escalada, llama la atención el silencio cómplice del Gobierno brasileño. El mismo que, hasta hace poco, cuestionaba el resultado de las elecciones en Venezuela y vetaba la entrada del país en el BRICS, ahora se omite ante un ataque directo a la soberanía del país vecino, revelando su completa sumisión diplomática al imperialismo yanqui y su incapacidad y falta de voluntad para defender la independencia regional.

El secuestro sucesivo de petroleros venezolanos tampoco es solo una agresión económica, sino una amenaza concreta a la soberanía de los pueblos de América Latina. La normalización de estas acciones ilegales abre el camino a nuevas intervenciones, aumenta el riesgo de escalada militar y expone, de forma brutal, el carácter belicista y violador del imperialismo yanqui, cuya ofensiva exige la vigilancia y la denuncia permanente de los pueblos oprimidos del continente.

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