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A continuación compartimos un resumen de un artículo de A Nova Democracia.
Rio de Janeiro amaneció bajo el silencio cómplice de las “autoridades” ante la mayor historia reciente del País. Tras la operación policial, conducida por las hienas del Batallón de Operaciones Policiales Especiales (BOPE) en los complejos do Alemão y da Penha resultó en 136 muertos, número que puede crecer conforme rescaten cuerpos de las matas y de las calles.
La acción puramente mediática y electorera, deflagrada bajo el contexto de “combatir al crimen”, movilizó a cerca de 2.500 carniceros de la policía Civil y Militar dejando un rastro de destrucción, ejecuciones y terror.
Desde el principio, los residentes denunciaron que helicópteros y vehículos blindados disparaban indiscriminadamente, impactando casas y negocios. Los cuerpos quedaron abandonados en el suelo, sin examen forense, sin aislamiento y sin identificación. El resultado de esta “operación” son apenas 70 fusiles, casi la mitad en número de muertos y 200 kilos de droga.
Mientras tanto, el infame gobernador de Rio de Janeiro, Cláudio Castro celebró la «eficacia» de la operación, afirmando que «la fuerza del Estado prevaleció». El gobierno federal, por su parte, se mantuvo fiel a su tradición oportunista, cómplice de la represión de las masas y del genocidio de los pobres. Luiz Inácio omitió declaraciones, lo que significa un acto de complicidad. El ministro de Justicia, Ricardo Lewandowski, se limitó a decir que está «siguiendo de cerca el caso».
La reacción internacional fue inmediata. Organizaciones como Human Rights Watch y Amnistía Internacional calificaron el episodio como una «masacre de civiles» y exigieron una investigación independiente. Incluso medios internacionales de gran influencia como The Guardian describieron el suceso como «el peor día de violencia en Río».
Ejecuciones sumarias y relatos de terror
Las escenas grabadas pintan un cuadro brutal de una masacre. Imágenes tomadas en el lugar por el periódico A Nova Democracia muestran la destrucción de las casas de los residentes por disparos de la policía.

Anoche (28 de octubre), vídeos grabados por los residentes muestran el inicio de protestas espontáneas contra la matanza. Un grupo salió de un callejón con una pancarta improvisada cuando la Policía Militar los recibió a tiros, gritando «¡Están grabando!», «¡En directo!», mientras les pedían a sus vecinos: «¡Salgan a la calle, vecinos!». Minutos después, otra grabación muestra al mismo grupo bajando por la calle principal coreando «¡Queremos la paz!». Un vehículo blindado del BOPE acelera hacia la multitud, casi atropellando a los manifestantes, que corren desesperados.
En las inmediaciones del complejo de favelas, la policía montó un control de carretera en una de las vías de acceso y abrió fuego contra un coche particular, hiriendo a ambos ocupantes. En el vídeo grabado poco después del ataque, el vehículo aparece acribillado a balazos y rodeado de un charco de sangre en el asfalto. Otra «sospecha» más convertida en sentencia sumaria.
El 29 de octubre, los vecinos se adentraron en el bosque para recoger los cuerpos que la policía había abandonado, al menos 72 cadáveres según un recuento de los propios vecinos. Todos fueron retirados de zonas boscosas donde, durante toda la noche, aún se oían disparos. La policía intentó repetidamente impedir que los familiares recuperaran los cuerpos, pero la comunidad se movilizó y avanzó por la mañana, portando carteles y pancartas.
Durante la noche, mientras los vecinos intentaban recuperar los cuerpos, la Policía Militar vigiló al grupo con drones y disparó rifles para intentar intimidarlos. Un vecino relata “Cerraron todos los accesos al bosque, mientras simulaban enfrentamientos dentro y asesinaban al resto de las personas que se encontraban allí. Como aún había sobrevivientes, varias de las personas cuyos cuerpos están aquí hoy estaban vivas anoche e intentaban rendirse. Todas ellas, junto con sus familias, intentaban negociar su rendición para asegurar su supervivencia, pero la policía rodeó todo el bosque y torturó a estas personas durante toda la noche, impidiendo que subieran, lo cual solo fue posible esta mañana.”
Otra vecina, profundamente indignada, gritó cerca de los cadáveres reunidos en la plaza São Lucas: «La gente necesita educación y cultura, no esta cobardía. Lo que hicieron fue surrealista. Muchos supervivientes se rindieron, y los ametrallaron, les cortaron la cabeza, les desmembraron los cuerpos. ¿Qué clase de operación es esta? ¡Fue una masacre!», exclamó.
El corresponsal local de AND mostró la zona boscosa donde se encontraron los cuerpos. “Estaba llena de sangre. Era adonde la policía no quería que fueran los manifestantes. Mantuvieron a los sospechosos como rehenes; muchos fueron ejecutados.”
Tras recuperar ellos mismos los cuerpos, los residentes descendieron de la zona boscosa con carteles en las manos, cantando canciones como el famoso estribillo de ‘Rap da Felicidade’ de Cidinho y Doca: «Solo quiero ser feliz / caminar en paz por la favela donde nací…» , transformando el lamento en lucha y revuelta.


Crímenes de guerra en suelo brasileño
Las imágenes y los testimonios recogidos revelan que la sangrienta «operación BOPE» fue, en la práctica, una ejecución masiva de jóvenes desarmados y rendidos, abandonados y desamparados por las tropas uniformadas del antiguo Estado.
Todos estos casos han sido reconocidos por organizaciones internacionales como crímenes de guerra y juzgados en tribunales o comisiones de derechos humanos. Lo que ocurre en Río de Janeiro es un caso claramente análogo: ejecuciones sumarias, ocultamiento de cadáveres, falta de identificación de las víctimas, retórica bélica contra los «enemigos internos» y celebración pública de la masacre.
Las asesinas «tropas de élite» de Río de Janeiro están replicando en suelo brasileño las tácticas de limpieza étnica y contrainsurgencia empleadas en escenarios de ocupación imperialista. El BOPE actúa como un verdadero ejército invasor en territorio enemigo, no como una fuerza de seguridad pública. La diferencia radica en que, aquí, el enemigo es el pueblo mismo: jóvenes pobres y negros, muchos trabajadores inocentes, tratados como objetivos militares en su propia ciudad. Las favelas son los «territorios hostiles» donde el Estado brasileño prueba sus armas y drones, gozando de total impunidad.
Para colmo, el gobierno oportunista de Luiz Inácio/PT permanece sumiso, fingiendo una cobarde moderación. Las acciones del gobierno federal se encaminan a avalar la barbarie en nombre de la llamada «guerra contra las drogas», un dictado del imperialismo estadounidense para militarizar el subcontinente y justificar el exterminio de los pobres. Al igual que los representantes de extrema derecha en el gobierno de Río, Luiz Inácio actúa simplemente como otro lacayo de este proyecto .
La fuente de todas las imágenes y vídeos del artículo es A Nova Democracia (AND).
