ECUADOR: Infiltración e ¡INFILTRACIÓN!

A continuación compartimos un comunicado publicado en FDLP-EC. Añadimos algunas notas para dar más contexto a los lectores internacionales:

Hubo una expulsión de cinco miembros del parlamento de PACHAKUTIK, ellos han apoyado activamente a Daniel Noboa, mientras que el resto de la CONAIE (Confederación Indígena de Ecuador) y PACHAKUTIK han pactado con su adversario, el Partido Correísta (Revolución Ciudadana), apoyando su candidata Luisa Gonzales. La cabeza de la CONAIE, Leonidas Iza, tomó parte en las elecciones presidenciales por parte de la rama electoral de la CONAIE, PACHAKUTIK, y perdió en el primero turno. En el segundo turno de las elecciones, en los cuales solo Daniel Noboa y Luisa Gonzales participaron, Iza llamó a apoyar Gonzales, para votar contra el gobierno de Noboa. En la siguiente asamblea de la CONAIE, estos cinco “infiltrados” fueron expulsados.

Con relación a los últimos acontecimientos que han evidenciado la creciente actividad de espionaje de los aparatos represivos contra dirigentes populares, indígenas, sindicales y luchadores sociales, es necesario señalar que responden a una táctica y estrategia claramente definidas por el viejo Estado.

Las operaciones de inteligencia constituyen la columna vertebral de la estrategia militar y política. Clausewitzi advertía: “La guerra es el reino de la incertidumbre; la primera tarea de la inteligencia es reducirla”. Sin información confiable y oportuna, los mandos operan bajo la “niebla de la guerra”, expuestos a errores de cálculo y a derrotas estratégicas.

En este terreno, la infiltración es una de las técnicas más eficaces para acceder a información crítica sobre planes, cadenas de mando, capacidades operativas y logísticas, así como detectar fisuras políticas. Además, siembra confusión y desinformación en el adversario. La inteligencia, entendida como actividad sistemática de recolección, análisis y acción encubierta, resulta indispensable para articular objetivos políticos con conducción militar. Reducir la incertidumbre, ganar la iniciativa y operar sobre certezas son sus principales funciones.

Por eso, el seguimiento, la intimidación y el acoso ejercidos por los equipos de inteligencia de la Policía y las Fuerzas Armadas contra los luchadores populares no responden únicamente a la nueva Ley de Inteligencia. Estas prácticas forman parte de las condiciones estratégicas inscritas en la estructura operativa del Estado burgués-terrateniente. No son hechos aislados ni decisiones coyunturales, sino una necesidad inherente de las clases dominantes para sostener su poder.

Con frecuencia, el seguimiento, el acoso y, sobre todo, la infiltración, se interpretan de manera reducida, centrando la atención en quién espía o colabora. Ese análisis limitado es incapaz de captar la dimensión estratégica de la inteligencia enemiga. Pensar que personajes como Punina o Guamánii representan el verdadero “centro de gravedad” de la reacción en el movimiento indígena es un error. Ellos, derechistas evidentes, resultan fácilmente identificables. El peligro real radica en quienes operan en la sombra, silenciosos y encubiertos.

¿Por qué entonces el movimiento indígena expone únicamente a estos dos individuos? ¿Será porque no fueron funcionales en los procesos electorales de la CONAIE? ¿O porque no se alinearon con la línea burocrática interna? La pregunta no es menor, pues revela cómo se administra políticamente la “infiltración”. Si de verdad se quisiera desenmascarar a los agentes más peligrosos, ¿por qué señalar únicamente a esos dos esperpentos de la política y no a Marlon Santi, Quishpe, Vargas, Lourdes Tibán o Yaku Péreziii, quienes han demostrado ser mucho más eficaces estratégicamente para los planes corporativos de la reacción? ¿Por qué no evidenciar a los dirigentes que, de la agitación y la lucha, pasaron a los procesos electorales con la clara intención de domesticar la resistencia popular?

Es fundamental distinguir entre inteligencia táctica e inteligencia estratégica. La primera recopila datos inmediatos: cuántos somos, dónde estamos, con quién hablamos, qué medios usamos. La segunda -mucho más peligrosa- busca anticipar la acción política y neutralizar la capacidad de las organizaciones populares. Su método más eficaz consiste en promover dirigentes que desvían la lucha hacia el electoralismo y la conciliación de clases: dirigentes que burocratizan, encasillan y domestican las formas de lucha.

Con base en la inteligencia estratégica, la reacción -a través de aparatos policíacos y estructuras burocráticas del viejo Estado- busca cooptar o manipular a dirigentes para convertirlos en instrumentos dóciles que aseguren la desmovilización de las masas. Para ello insertan agentes en las organizaciones, identifican cuadros ambiciosos, los aíslan, los halagan, los proyectan como “indispensables”, los envilecen de vanidad y los empujan al error.

Debe decirse claramente: quienes sostienen los procesos de corporativización de las masas profundizando la semifeudalidad, promoviendo el servilismo y fungiendo como “líderes” de Pachakutik, la CONAIE y otras organizaciones indígenas, campesinas y populares, son los que garantizan la dictadura de burgueses y terratenientes. Estos son los INFILTRADOS más peligrosos.

La estrategia no solo proviene de las esferas estatales, sino también de las ONG, la “cooperación internacional”, los programas ecologistas, los emprendimientos y el feminismo burgués.

Carl Schmitt solía sostener que una colectividad tiende a “crear” o “designar” un enemigo para consolidar su comunidad política. El enemigo funciona como espejo negativo: al definirlo, se define también la unidad propia. La identidad de un pueblo se afirma al reconocer contra quién se constituye como sujeto político. Para la reacción, este principio se traduce en la creación constante de un enemigo real o ficticio que permite cohesionar a las clases dominantes, validar la “participación democrática”, justificar la represión y legitimar al Estado burgués-terrateniente. Y hay que decirlo frontalmente: la CONAIE se ha convertido precisamente en ese enemigo ficticio del viejo Estado, útil para perseguir, encarcelar y “neutralizar” a los luchadores populares que van más allá del ecologismo, la plurinacionalidad o las elecciones.

En Ecuador, este principio se observa en la fabricación histórica de “enemigos internos”: dirigentes indígenas, sindicales y de la izquierda radical. Así, el relato del “peligro subversivo” o “terrorista” se convierte en pretexto para la vigilancia, la infiltración y la represión.

Pero desde la óptica revolucionaria, esa lógica debe revertirse. El pueblo se cohesiona no en proclamaciones abstractas, sino en la confrontación directa contra sus enemigos de clase: los grandes burgueses, los terratenientes, sus partidos, sus fuerzas armadas y sus farsantes entarimados como “radicales”. Identificar claramente a este enemigo, aislarlo y combatirlo, desde la perspectiva de clase, es esencial para las tareas del pueblo.

Es indispensable reconocer también a los infiltrados internos: aquellos que llaman a la paciencia, que insisten en que “no hay condiciones de lucha”, que promueven la “combinación de formas de lucha”, que convocan a movilizaciones para terminar atrapados en las mesas de negociación avalando al régimen “democrático” de la burguesía y los terratenientes. Mucho cuidado con los que pregonan la vía parlamentaria como última salida. Esos son los que realmente paralizan a las masas, burocratizan la organización y la ponen al servicio del Estado.

No basta con denunciar el acoso policial en todas sus formas; urge actuar con la misma lógica que emplea el enemigo. Hay que infiltrar táctica y estratégicamente sus instituciones, a sus efectivos y operadores; identificarlos, exponerlos y golpear sus centros neurálgicos. La inteligencia revolucionaria debe ser la negación radical de la inteligencia enemiga: usar la creatividad popular para minar su poder, empujarlos al error y desarmar su estrategia. Porque castigando a unos cuantos miserables, obligándolos a “pedir disculpas” o quejándonos ante organismos internacionales, no se detendrá la represión. La lucha de clases es, en primera instancia, una guerra política -sin armas, pero guerra al fin- que exige tácticas y estrategias. La inteligencia no es patrimonio exclusivo del Estado y sus cancerberos, sino de quienes comprenden las leyes de la guerra y actúan en consecuencia.

Compañeros, compañeras: las luchas por los intereses de la clase y del pueblo conllevan riesgos y siempre demandan sacrificios. No seamos ingenuos: ¿acaso creemos en un camino pavimentado, sin escollos, sin represión? ¿Pretendemos luchar sin que el enemigo responda?

No convirtamos lo ocurrido en los últimos días en una telenovela. La vida de Leónidas Iza no tiene más peso que la de los camaradas desaparecidos, perseguidos o encarcelados. Imposible. La vida del elemento consciente de la clase y del pueblo está por encima de la de los traidores y oportunistas.

Debemos cuidarnos de los infiltrados que trabajan directamente para el enemigo, pero también combatir a aquellos que, con su discurso electorero, oportunista y revisionista, causan incluso más daño que todos los aparatos de inteligencia de las Fuerzas Armadas y la Policía.

¡DEVOLVER PALABRA POR PALABRA, GOLPE POR GOLPE!

¡NO A LA PERSECUCIÓN DE DIRIGENTES CAMPESINOS, OBREROS Y POPULARES!

¡NO A LA INFILTRACIÓN MILITAR EN LAS ORGANIZACIONES POPULARES!

¡NO A LA INFILTRACIÓN IDEOLÓGICA IMPULSADA POR EL OPORTUNISMO Y EL REVISIONISMO EN EL SENO DEL PUEBLO!

¡OPRGANIZAR, COMBATIR Y RESISTIR!

iCarl Philipp Gottlieb von Clausewitz fue un general prusiano y teórico militar

iiTelmo Punina y Fernando Guamán son dirigentes de la CONAIE, los cuales se alinean abiertamente al gobierno de Noboa. Fernando Guamán participó en las elecciones por la presidencia de la CONAIE en su Asamblea reciente.

iiiDirigentes indígenas y/o de la CONAIE, los cuales son parte del aparato burocrático del estado burgués-terrateniente de Ecuador, algunos participaron en las elecciones como candidatos presidenciales

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