Editorial de AND – Estados Unidos ordena a Netanyahu atacar a Irán

Compartimos una traducción no oficial del último editorial de A Nova Democracia.

El imperialismo yanqui ordenó el ataque sionista contra Irán. Esto es lo que las agencias de noticias monopolistas de los países imperialistas y sus sucursales lacayas en el Tercer Mundo intentan encubrir. La entidad sionista Israel está obligada a cumplir las órdenes de su amo para seguir obteniendo su apoyo en el genocidio del pueblo palestino. El nazisionista Netanyahu se aseguró de decir que los EE.UU., – sí, los EE.UU. – lo apoyan, pero no tiene el valor de decir toda la verdad: que atacar a Irán fue una orden de aquél. La contradicción principal en el llamado Oriente Medio Ampliado es entre el imperialismo yanqui y sus sirvientes como Israel y gobiernos lacayos de esa región, por un lado, y, por otro, las naciones y pueblos oprimidos de la misma: árabes, persas, turcos, kurdos y otros.

Los bombardeos de la entidad nazi-sionista contra Irán desde el 13 de junio, asesinando a autoridades de alto rango del régimen, como el jefe de la «Guardia Revolucionaria Islámica», el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas iraníes, el principal físico nuclear y otros altos oficiales militares y científicos nucleares, fueron un ataque subrepticio y sorpresa, cuando un acuerdo entre los EE.UU. e Irán estaba a punto de concluirse. Representan, además, una agresión ilegal y sórdida contra la nación y el pueblo iraníes, incluso según las leyes de los tratados internacionales vigentes. El régimen islámico de los ayatolás, aunque constituya un Estado teocrático que mantiene un sistema de explotación semicolonial/semifeudal de capitalismo burocrático y sometido a la esfera de influencia del imperialismo ruso en la contienda interimperialista, está obligado, por cuestión de supervivencia, a defender la independencia y soberanía de la nación iraní frente al dominio yanqui en la región y, además, necesita apoyar la causa de la liberación nacional palestina y de otros países árabes, en busca de legitimidad para la expansión de su influencia ideológica y superar el peso de la entidad sionista allí, ya sea por el aislamiento de esta, ya sea por su destrucción. Pero, los intereses reales del régimen iraní en juego son, en primer lugar, los de las clases dominantes locales de gran burguesía burocrática-compradora y latifundistas atados a los intereses de los imperialistas rusos.

Sin embargo, el objetivo inmediato tanto del sionismo como de los yanquis es impedir que Irán desarrolle suficientemente su programa nuclear, principalmente impedir el desarrollo de cabezas nucleares, para asegurar el mantenimiento de los intereses de los de la región, tanto como fuente de petróleo y gas como de posicionamiento y dominio “geopolítico” en la contienda interimperialista mundial.

Los sionistas se oponen al programa nuclear iraní porque significaría romper la superioridad estratégica relativa en términos de medios de guerra de la que han disfrutado en la región, gracias a su instrumentalización y financiación por parte de Estados Unidos, ya que la entidad sionista posee ojivas nucleares suministradas, por cierto, por los yanquis y de forma no declarada. Por lo tanto, el desarrollo nuclear de Irán, en general y en particular de armas atómicas, permitiría al expansionismo defensivo iraní imponer sus intereses, actuando a la ofensiva contra el proyecto colonial y expansionista de la entidad sionista. Esto significaría, para Israel, el inicio de una nueva era, en la que el comienzo de su derrota total y completa, marcada por la brillante contraofensiva de la Resistencia Nacional Palestina el 7 de octubre de 2023, adquiriría contornos claros. Una de las razones por las que el Pentágono y su esbirro, Netanyahu, atacan ahora estos objetivos es la siguiente: se dice que el programa nuclear iraní tardaría meses en desarrollar ojivas nucleares; por lo tanto, la actual campaña de agresión busca, como mínimo, causar daños materiales (destrucción de plantas y todo tipo de logística relacionada con el proyecto nuclear) y personal especializado (cadena de mando militar y técnica) que retrasarán años la finalización del proyecto. Israel, si bien tiene superioridad aérea, dado el apoyo que recibe de EE. UU., tanto ofensiva como defensivamente respecto a Irán, y por lo tanto tiende a sufrir menos daños en el futuro inmediato, sabe que su plan no puede ser efectivo, ya que las principales estructuras de enriquecimiento nuclear de Irán se ubican obviamente en posiciones subterráneas, dentro de montañas, compuestas por grandes y sólidas construcciones, ya que, desde el principio, se preparaba para resistir ataques aéreos con los medios de guerra más avanzados de los yanquis, y ninguna bomba o misil en posesión de la entidad sionista es capaz de causar daños significativos a estas estructuras. Netanyahu, “el pequeño Satán”, o Satanyahu, y la entidad sionista que actualmente preside, se embarcan en una agresión y apuestan a su escalada, buscando obligar al “gran Satán” (el imperialismo yanqui) a entrar directamente en la campaña contra Irán, presintiendo el peligro de un fin muy próximo, en unas décadas, de su proyecto de rapiña colonial y de su propia entidad sionista.

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El imperialismo yanqui, acosado por contradicciones muy agudas en todo el mundo que requieren la máxima concentración política y de medios de guerra para su solución en la UE/Ucrania y en Asia/Taiwán, busca utilizar esta situación para chantajear a Irán y obligarlo a regresar a la mesa de negociaciones sobre el proyecto nuclear. En este sentido, no es casualidad que los primeros bombardeos ocurrieran nueve días después de que el líder del régimen iraní, el ayatolá Alí Jamenei, diera una dura respuesta a la injerencia yanqui en el programa nuclear, afirmando que “ellos [EE.UU] no pueden hacer nada en esa cuestión [el programa nuclear iraní]”. Trump y el Pentágono ordenaron el ataque no porque realmente quieran abrir un nuevo frente de guerra contra Irán para reemplazar al régimen mediante una invasión (ya que es improbable que tal ataque no resultase en reacciones de otras potencias en una inevitable escalada hacia una nueva guerra mundial, que en este momento no interesa a ninguna de las fuerzas imperialistas), sino porque también necesitan evitar que Irán adquiera armas nucleares y apuestan a que el régimen iraní no escalará el conflicto. Esta es la base de las ambiguas declaraciones de Trump sobre la situación en Oriente Medio. Cálculos, sin embargo, que podrían ser un grave engaño, ya que al acorralar y humillar a una nación y a su pueblo, podrían obligar a su gobierno, sea cual sea, “a pagar el precio”: los tiempos ya no son los mismos que en décadas anteriores.

En este sentido, existe una pugna y colusión entre el imperialismo yanqui, con su esbirro Israel, y otras potencias de la OTAN sobre cómo gestionar la actual agresión contra Irán: el primero aboga por utilizar la situación actual para presionar y volver a un acuerdo que impida a Irán obtener un arsenal nuclear, ya sea por la destrucción completa de su proyecto o imponiendo limitaciones que le impidan avanzar rápidamente en la conclusión de la cadena de procedimientos (enriquecimiento de uranio en cantidades sustanciales y de la producción a gran escala de diversos artefactos nucleares), ganando así tiempo para centrarse de inmediato en el eje principal de sus disputas interimperialistas (en Asia, contra China) y la confrontación entre Rusia y Europa. La entidad sionista, y en particular Satanyahu, se aprovecha de la necesidad yanqui de presionar a Irán, no solo con el objetivo yanqui de obligarlo a negociar lo que sea aceptable para el imperio, sino también para llevar a cabo ataques de forma desproporcionada, arriesgándose a sobrepasar los límites de sus cálculos yanquis, creando así una fuerza de presión para negociar con su amo yanqui y así evitar que lo abandone en su política genocida hacia la cuestión palestina. Sin embargo, un juego tan peligroso corre el riesgo de incendiar toda la región.

Sin embargo, no es difícil entender que, en esta situación extrema en la que se encuentra Netanyahu, es claro que está provocando tal situación para aprovechar sus delirios nazis de exterminar al pueblo palestino, y así crear un escenario en el que el imperialismo yanqui se vea obligado a asumir abiertamente la posición de agresor directo de Irán, lanzando sus medios de guerra de última generación para desmantelar completamente el programa nuclear iraní, incluso sin subvertir necesariamente el régimen, y dejando a Israel en una posición extremadamente ventajosa para llevar a cabo su “solución final” a la cuestión palestina. La entidad sionista y sus estrategas mataniños saben que sus misiles balísticos, aunque causarán severos daños a las plantas que bombardean a plena capacidad, son impotentes contra la principal planta ultracentrífuga de enriquecimiento de uranio, protegida por las densas montañas iraníes, y calculan que el único medio de guerra viable y capaz de dañar tal estructura es un activo estadounidense, como las bombas GBU57, que pesan más de 15 toneladas, y cuyo único avión capaz de lanzarla es el B2, también un activo estadounidense.

Es posible que, con tal cálculo, Netanyahu busque aumentar sus ataques a una proporción que provoque una reacción de Irán que, al considerarse una «escalada desproporcionada», obligue al Pentágono a actuar, asumiendo abiertamente su agresión y justificando los ataques más destructivos contra Irán y su régimen. Esta percepción parece ser la del presidente iraní cuando declaró que su país no desea intensificar el conflicto, pero que responderá a cada ataque sufrido. El régimen iraní, sabedor de que el núcleo esencial de su programa nuclear no puede ser destruido con los bombardeos hasta ahora, está más interesado en condenarlo directamente en la opinión pública y dar mayor estímulo moral, político, militar y logístico a los grupos guerrilleros antiimperialistas a los que influye en los diferentes países árabes de la región, para que puedan profundizar la guerra de desgaste contra la entidad sionista, y así ganar el tiempo que necesita para adquirir armamento nuclear, ya sea estableciendo un nuevo acuerdo que le permita acumular los medios para culminar el proyecto en la producción de ojivas, ya sea aprovechando la situación política creada para continuar el proyecto desafiando los acuerdos y los bombardeos a fin de concluir rápidamente este programa y presentarse, de hecho y ante el mundo, con la prueba de las pruebas, de que tiene la bomba atómica y la utilizará contra quien ose atacar al país.

Sea como fuere, es unánime entre todos los analistas burgueses la conclusión de que la llamada “línea dura”, aquellos grupos del régimen iraní que se oponen a las negociaciones con los yanquis y que defienden el desarrollo y producción de armas nucleares, salió fortalecida de estos acontecimientos, pues, de hecho, demuestran que la única garantía de una paz relativa y duradera para la nación oprimida iraní es la posesión de armas atómicas lograda a pesar de los acuerdos sellados con EE.UU.

Los antiimperialistas, revolucionarios y demócratas de todo el mundo deben condenar todo intento actual del imperialismo yanqui y la entidad nazisionista de intervenir en la soberanía iraní, así como defender y apoyar decididamente la autodefensa iraní como parte transitoria del frente de resistencia antiyanqui en Oriente Medio.

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La situación es tal que el resultado inevitable de los acontecimientos será la generalización y conformación de una ola de guerras antiimperialistas en Oriente Medio, así como el aumento de las protestas y acciones de las masas armadas o desarmadas, en los países imperialistas y en los demás países oprimidos por el imperialismo en todo el mundo, contra la maquinaria infanticida y genocida nazisionista y la guerra imperialista. Como dijo el Presidente Mao, el imperialismo yanqui, para garantizar su hegemonía mundial en relación a las naciones oprimidas y sus competidores, se ve obligado a lanzar agresiones contra todos, y lo único que hace es fomentar la creación de un frente único antiimperialista internacional, que acabará por coordinarse en función de cercarlo y aniquilarlo.

El imperialismo, en su crisis general de descomposición sin precedentes y con agudos síntomas de su estado terminal, solo puede señalar un destino oscuro y maligno y amenazar con arrastrar al mundo entero a él, cuya culminación sería la tercera guerra mundial imperialista. En este momento presenciamos el desenlace de conflictos decisivos, preparados y prometidos durante décadas, que involucran los intereses más sensibles de las grandes potencias y superpotencias, y que se muestran cada vez más inflexibles. Los imperialistas actúan como los incendiarios de la guerra mundial. Por lo tanto, nosotros, los pueblos del mundo, estamos llamados a conjurar esta guerra: a golpear al imperialismo en todas partes, desde dentro, desde abajo y desde los lados, para derrotarlo y, bajo dirección de la nueva humanidad, el proletariado, inaugurar en toda la Tierra un mundo nuevo.

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El asesinato del secretario general del Partido Comunista de India (Maoísta), Nambala Keshava Rao (Camarada Basavaraj), ha causado indignación entre todos los antiimperialistas del mundo, y particularmente en nuestro país, donde la lucha del pueblo indio bajo la dirección de dicho Partido es una gran fuente de inspiración para los verdaderos revolucionarios. La actitud del Primer Ministro fascista de India, Narendra Modi, de aparecer inmediatamente en televisión para anunciar que el PCI (Maoísta) será derrotado en 365 días, una escena patética que se ha repetido muchas veces, con diferentes términos y personajes, solo demuestra que la Revolución India es el centro de las preocupaciones del gobierno e incluso de los intereses imperialistas en Asia. Como dijo el Presidente Mao: “Si el enemigo nos ataca, es porque vamos por buen camino, y si nos ataca ferozmente, es porque estamos logrando nuestros objetivo”.

Además, Modi sabe muy bien que es imposible, sin exagerar, derrotar la Revolución India, su guerra popular y al PCI (Maoísta) solo con la acción militar; sabe que su objetivo solo sería posible si lograra fomentar la capitulación dentro de las filas revolucionarias, en particular en la organización que dirige la revolución, e incluso entonces, solo podría retrasar el proceso. Este es su objetivo: por eso apareció en televisión, por eso la Operación «Kagaar» significa «Final». Es, ante todo, una confrontación ideológica. Pero en este terreno, los revolucionarios son superiores. Si perseveran en su causa con una convicción inquebrantable, la Revolución India, la guerra popular en la India, las organizaciones revolucionarias de masas y su dirección, el PCI (Maoísta), no podrán ser derrotados.

A los antiimperialistas, internacionalistas demócratas y revolucionarios de todo el mundo, es urgente brindar apoyo a la lucha revolucionaria en la India, al PCI (Maoísta), a las organizaciones de masas revolucioarias y celebrar la vida del gran dirigente comunista Nambala Keshava Rao o Camarada Basavaraj.

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